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Desayunos con proteína multicultural
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El cocinero de los últimos deseos ha sido la última entrega, al menos en lo que se refiere a la cartelera, de esa larga tradición del cine asiático – japonés y coreano en particular–, con la cocina y la gastronomía ancladas en los usos y costumbres sociales y con peso argumental, que ha asomado por estos lares. Una lista desde los ochenta pasaría por títulos como la magistral 'Comer, beber, amar' (Ang Lee, 1994); la curiosa 'A tale of samurai cooking' (Yuzo Azahara, 2013); la sorprendente 'Tampopo' (Juzo Itami, 1985), o la epatante 'Ramen shop' (Eric Khoo, 2018).
Quizás el último gran éxito, un filme muy visto durante el confinamiento, fue 'Una pastelería en Tokio' de Naomi Kawase donde los ingredientes familiares, tradicionales, estéticos y sentimentales se funden con una receta emocional. En ese caudal asoman también algunas curiosidades. Es el caso de 'Kamome Shokudo' de la cineasta Naoko Ogigami. La apertura de un restaurante de comida japonesa en Helsinki es el fundamento de un filme que tiene algo de Erasmus en torno al emplatado. La especialidad del menú del local son bolas de arroz onigiri. Y como guiño cultural nipón, junto a la cocina, asoma un finlandés obsesionado por el anime Gatchaman, serie de animación japonesa muy popular, original de los setenta.
Lo que vertebra el filme de Ogigami es cómo el restaurante se convierte en epicentro de personajes con problemas que comparten sus inquietudes en torno a una mesa. Conversaciones y sabrosos platos confluyen en esta tela de araña de sabores y afectos. Una historia, que son muchas, con su epidermis multicultural. La mujer también domina una cinta en la que tres personajes femeninos se postulan como médium entre la comida, el lugar y las criaturas que recalan en el local. Los contrastes culturales de personas y platos conjugan ese lado social y humano que se derrama sobre los manteles.
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Ana del Castillo
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