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El de Willy Wonka es un mundo de fantasía, creatividad y magia donde el chocolate nace de la maravillosa mano de este peculiar personaje de sombrero y bastón. La suya es una gran pasión por este dulce, de la que consigue hacer partícipe con su ... arte al resto del mundo. Porque el de Wonka es un chocolate único, personal y mágico que ha viajado de generación en generación a través de las páginas de 'Charlie y la fábrica de chocolate' (1964).
Su artífice, el autor británico Roal Dahl, supo con su obra acercar esa magia y un poco de ese chocolate, inalcanzable a nuestros sentidos pero no a nuestra imaginación, a millones de lectores –y de espectadores gracias a sus distintas versiones cinematográficas– que disfrutaron de la historia.
Por ello, con motivo del nacimiento del escritor, ayer, como cada 13 de septiembre, el mundo entero rindió homenaje a este manjar con la celebración del Día Mundial del Chocolate. Un producto con muchos más amantes que detractores –su consumo ha crecido en España un 8% posicionándose como la primera categoría del dulce en nuestro país– que consigue convertirnos por momentos en ese pequeño Charlie que soñaba cada cumpleaños por darle un bocado a ese gran chocolate artesano.
Fuera de sus páginas, ese mundo Wonka, con su magia y su creatividad, deja de ser tan inalcanzable para tornar a realidad gracias a la dedicación y el buen trabajo de los maestros chocolateros artesanos. Ellos, al igual que el personaje de Dahl, encuentran en su propia pasión por el buen cacao, ese toque que hace de sus productos algo extraordinario.
Porque la realidad es que el sector del chocolate artesano, ese fino y de calidad, ese que podemos llamar 'premium', está creciendo. Lo hace, según fuentes internacionales, a un mínimo del 10,20% a pesar de la situación actual y se prevé que continúe haciéndolo hasta el 2030. ¿El motivo? Su calidad. «El consumidor valora cada vez más lo artesano ya que el resultado final, a parte de ser totalmente natural y más sano, cada vez dista menos económicamente del industrial».
Borja Pérez es el claro ejemplo de esa magia hecha realidad. Artífice, junto a su mujer Marián Montero, de Monper Chocolate, desde su obrador de Reocín han conseguido alzar al chocolate artesano cántabro a lo más alto.
Sin embargo, lejos del éxito y sin poder aplicar la magia, en la actualidad les está tocando lidiar con «un mercado internacional muy complicado». El cacaotero –«ya de por sí un árbol muy poco productivo»– está sufriendo en sí mismo las alteraciones derivadas del calentamiento global. «La temperatura de la tierra está cambiando y hay sequías que derivan en muy poca producción». El resultado es que a Europa apenas llega un 30% de lo que solicitan los productores.
Y como en cualquier mercado, a menor producción y más demanda, suben los precios, incrementándose en este caso su coste hasta un 250% en el último año. «El cacao cotiza en bolsa y a finales de 2023, la tonelada estaba en torno a los 2.000 dólares, mientras que en abril y mayo de este año se alcanzaron picos de 11.000 dólares». Una realidad que se ve reflejada también en el resto de materias primas. «Los costes de producción suben y las empresas tienen que ser rentables y elevar sus precios. No hay más remedio».
Ante esta situación, «realmente no puedes hacer nada», explican Borja y Marián. «No puedes más que aplicar al producto final la misma subida que nos aplican a todos, sin querer aprovechar el momento, para repercutir nada más que lo necesario».
Por suerte, el de este tipo de chocolate «es un consumidor fiel, que se preocupa por lo que consume y que sabe el coste de producción de una tableta». Y es que, según ellos mismos afirman, en Monper «fabricamos chocolate a precio de chocolate».
«¿Dónde está la fantasía, en el corazón o en la cabeza?» decía Wonka durante la visita a su fábrica. En el caso de Monper, es sencillo comprobar que reside en ambos lugares. Porque la pasión que tanto Borja como Marián –junto a su hermano Pedro– denotan por el chocolate, se suma a su capacidad y sus ganas de «innovar y probar a hacer cosas nuevas», convirtiendo a sus productos en una auténtica fantasía que bien se pueden asemejar a la que Roal Dahl presentaba en sus páginas.
Indistintamente de la situación actual, de las idas y venidas en los precios o de lo sacrificado que es «estar siempre pendiente de todo» porque «en este sector hay mucha competencia y no puedes permitirte hacer las cosas mal», lo que sí demuestran en Monper es sus ganas de seguir adelante.
En consonancia con todo ello, su gama de productos está siempre en constate evolución. Con la campaña de Navidad a la vuelta de la esquina –«este año las navidades van a ser muy divertidas y llenas de sorpresas»–, la familia crece, y lo hace a lo grande.
A sus 18 sabores de tabletas de chocolate, al cacao en polvo 100% natural, a las cremas de untar, a las piruetas, a los turrones... a todo ello, se suman ahora los bombones y las trufas que llevan todo el verano preparando a base de prueba-error. «Nuestra idea es que salgan al mercado de forma oficial en octubre o noviembre», anuncian. Para los estrenos navideños, toca esperar pero ya avisan, «lo mejor está por llegar».
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