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A Sergio López de Guereñu siempre le ha atraído el mundo de la anchoa. Por eso, cuando le surgió la oportunidad de crear su ... propia empresa conservera no dudó en lanzarse y dar el paso. Se alió con su cuñada, Belén Salgado, hija y nieta de fileteras, y con mucha ilusión, tesón y profesionalidad abrieron el pasado mes de marzo las puertas de Conservas La Machina. Ambos dejaron sus respectivos trabajos en Bilbao y emprendieron esta nueva aventura laboral en su pueblo, Santoña.
La conservera se ubica en el polígono industrial (Calafates, 163) donde antes estaba radicada otra firma histórica del sector. «Mi suegro nos comentó que los dueños de la fábrica se jubilaban y aprovechamos la oportunidad. Ellos ya tenían una clientela que nos dejaban y también nos daban su apoyo y asesoramiento y, a eso, sumábamos que yo contaba con otros clientes al haber creado antes la distribuidora con la marca La Machina. Lo valoramos y nos animamos», cuenta el empresario.
Desde el principio tuvieron claro que iban a apostar por la calidad y por un proceso de elaboración totalmente artesanal. «Es nuestro sello de identidad, lo que nos caracteriza». Es el propio Sergio el que acude a la lonja de Santoña para comprar el bocarte que transformarán en la apreciada y sabrosa anchoa. «No queremos intermediarios y vamos nosotros directamente a la subasta para elegir la mejor pesca posible». La materia prima con la que trabajan es exclusivamente del Cantábrico y capturada en la temporada de costera.
El siguiente paso, una vez ya en la fábrica, es descabezarlo y se empaca en barriles de salazón donde lo dejan madurar varios meses,
Pasado ese tiempo, el bocarte es sobado a mano, pez a pez, para retirarle la piel. «Es todo manual. Se le quita la piel sin escaldar para que conserve la textura de una anchoa potente». Seguidamente, se encargan de cortar la cola y la parte de la tripa dándole ya forma de filete. El proceso sigue su curso con varios lavados en agua dulce y fría «para quitar todo el salazón de su maduración». Con delicadeza ponen sobre un trapo un filete tras otro y lo enrollan con el producto en el interior para meterlo después a una centrifugadora «unos segundos para sacar el agua que llevan dentro, buscando el equilibrio en el escurrido para que la anchoa no quede ni muy húmeda ni muy seca».
De ahí, pasa a la sala de manipulación donde cuatro mujeres miman con sus manos las anchoas poniendo especial hincapié en la máxima limpieza. «Somos muy estrictos en eso. Damos más importancia a la limpieza que a la producción. Queremos que todo los tarros y latas que salgan estén perfectos».
Las sobadoras separan cada filete de manera individual y limpian las últimas asperezas que aún tengan en la piel y retiran todas las espinas. Lo vuelven a recortar con la forma final y lo empacan. Dependiendo del formato (tarro, lata, octavillo...) colocan una anchoa de mayor o menor grano. En el interior de cada producto va el control de calidad donde figura el nombre de la mujer que ha empacado esa lata. «Las valoramos mucho y queremos que figure su nombre, en vez de asignarles un número».
La fase final de este proceso incluye rellanar cada envase con aceite de oliva y cerrarlo con la maquinaria. «Todas las máquinas que tenemos son manual, no hay nada automático». Una vez cerrado, se lava y seca el exterior de la lata para poner el broche final con el estuchado y etiquetado.
Conservas La Machina cuenta con el sello de Calidad Controlada para la anchoa y «somos los únicos con registro artesanal en Santoña», remarca López de Guereñu. Este registro, explica Belén, el otro pilar de la empresa, «nos lo dan por la materia prima, el modo de elaboración artesanal, el número de empleados y por no tener maquinaria automática».
Actualmente, esta empresa familiar está conformada por una plantilla de siete personas. A ellos dos se suman un mozo de fábrica y cuatro mujeres fileteras. En las próximas semana contratarán a una nueva chica porque tienen previsto abrir una tienda en el centro del pueblo. Será su segundo punto de venta porque los productos se pueden adquirir directamente en la fábrica. «Me gusta que vengan aquí a comprar y a todo el que viene le hago una pequeña visita para enseñarle el proceso artesanal. Me apasiona este mundo y me encanta explicarlo». Los que no saben nada del sector se quedan «impresionados» de todo el trabajo que esconde detrás y entienden su precio. Además de anchoas, La Machina también elabora ventresca y láminas de bonito del norte y relanzón.
Los cuñados hacen un balance «muy positivo» de estos primeros meses de andadura. «Entre semana nos hemos volcado con la elaboración en la fábrica y los fines de semana acudimos para darnos a conocer a todas las ferias artesanales posibles en distintos lugares de España». Además, en el marco de la labor comercial han presentado, a través de catas, el producto a hosteleros de Madrid, Victoria o Bilbao y «todo han sido halagos, lo que nos da fuerzas a seguir en esta linea». A ello añaden que al ser una conservera pequeña se adaptan a las necesidades de cada clientes personalizando el producto de acuerdo a lo que les pidan. «Damos un trato muy cercano». Sergio y Belén recuerdan que cuando abrieron en marzo empezaron con una mujer y hoy ya suman cuatro. «Viendo las necesidades aumentaremos el personal pero manteniendo siempre nuestra seña de todo hecho a mano».
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