«Empieza a perderse la cocina de la abuela»
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Conversaciones al sol ·
Gracias a 'MasterChef' se ha hecho un nombre en el mundo de la gastronomía. Cree que hay que dar un empujón al producto cántabroLa pasión por la cocina le llegó a Clara Pérez Villalón (Madrid, 1990) de la mano de su madre cuando era pequeña. Pero nunca se planteó que pudiera vivir de ello. Hasta que, estudiando Análisis Económico (es licenciada en Económicas), entró en 'MasterChef' ... y se convirtió en una de las triunfadoras. Ahora sólo busca el equilibrio y hacer lo que más le gusta. Ella misma afirma que no sabe cómo definirse, si como cocinera, si como asesora, si como columnista –en este aspecto colabora con Cantabria en la Mesa– , si como crítica: «Quizá un poco de todo. Hago lo que me hace feliz». Lo único cierto es que se ha hecho un hueco importante y respetado en el mundo de la gastronomía. Santander es su referencia, «al lugar que vengo a pasar mis vacaciones en familia».
–Cambió los libros de economía por la gastronomía, a raíz de su paso en la primera edición de 'MasterChef'. ¿Qué provocó ese giro tan radical en su vida?
–Tras mi paso por el programa descubrí un mundo que me fascinó y en el que nunca había pensado como posibilidad profesional. Tenía claro que había que empezar desde la base y aprenderlo todo. Por ello me fui a hacer prácticas en cocina, luego a trabajar en ellas, en sala, a hacer cursos... Me fui formando mientras se me abrían posibilidades laborales. Me enganchó y me quedé.
–'MasterChef' revoluciona las audiencias. Sin embargo, en las casas, cada vez se cocina menos y se encarga más. ¿Se volverá a la tradición de cocinar en casa, de la cultura en torno a la cocina?
–Ritmos de vida frenéticos, horarios largos, familias en las que ambos padres tienen que trabajar para poder subsistir... ¿Cuándo hay tiempo para cocinar? Creo que estamos viviendo un momento de inflexión, en el que se empiezan a perder los recuerdos y sabores de la cocina de la abuela. Ver los carritos de la compra es el mejor ejemplo: el 80 por ciento son productos elaborados/congelados. No se puede volver a la tradición de cocinar en casa, por mucho que la gastronomía esté de moda, si no tenemos tiempo ni medios para hacerlo.
–Participa en el Programa de Alimentos, a través del proyecto 'What food means', de Naciones Unidas y la Unión Europea, ¿En qué consiste su tarea?
–Intento que se conozca la labor del programa: cómo los fondos, que vienen principalmente de la UE, ayudan de forma estructural a muchísimos países con graves problemas de climatología, cultura y política y, por tanto, alimentación. Mis viajes a Etiopía y Guatemala han sido transformadores. Me han servido para dar valor a la suerte que tenemos y, sobre todo, a entender la necesidad de tantísima gente a la que deberíamos ayudar. Es muy triste saber que en el mundo hay recursos suficientes para que ningún niño se muera de hambre, pero que por la distribución que hay de los mismos, se mueren cientos cada día.
–Fue uno de los cinco 'chefs' embajadores elegidos para ir a Etiopía con el programa. Debió de ser una prueba dura. ¿Se explica que aún haya hambre en el mundo, con los recursos que existen y la comida que se tira a la basura en el primer mundo?
–Se explica porque vivimos ajenos a todos esos problemas. Salen noticias muy de vez en cuando y se trata el tema hasta de una manera frívola. Lo más duro es comprender que en el mundo habría recursos suficientes para que nadie muriese de hambre, pero nos educan para ser consumistas, para que el sistema que se ha creado funcione. Y de esa manera no le damos valor a lo que tenemos ni en lo que gastamos. Trabajé en Starbucks hace unos años y la comida que caducaba ese día y que sobraba no nos la podíamos llevar. Nos obligaban a tirarla. Tampoco la podíamos donar. Y sé que pasa en otras empresas. ¿Cómo la avaricia puede llegar hasta esos límites?
–¿Sigue siendo el machismo el plato del día en las grandes cocinas?
–Estoy cansada de hablar de mujeres y de feminismo. ¿Qué quieres que te diga? Yo no he vivido machismo en ninguna cocina en la que he estado, ni en ningún trabajo. Tampoco me importa lo que cobre un hombre haciendo mi mismo trabajo, si yo considero que estoy bien pagada por ello. ¿Hay machismo en la cocina? Yo no lo he conocido y no pienso que sea una cuestión de machismo que haya más grandes cocineros hombres, sino que la realidad es que son mejores, y siento si a alguien le pesa esta afirmación. ¿Lo son porque nosotras nos quedamos más en casa o nos toca la maternidad? Eso es una decisión de cada uno. Somos diferentes. Yo no puedo despiezar una vaca por mi condición física y eso no me hace inferior. Creo en la cultura del esfuerzo, y punto pelota.
–Usted es también asesora gastronómica y columnista. ¿Hacia dónde se orienta la cocina?
–Estamos viviendo un momento en el que cada vez veo más comida sana, vegana y vegetariana, pero lo más importante es que estamos volviendo a las raíces y a la búsqueda del producto. Como en las casas ya no se cocina, se busca en los restaurantes.
–Cantabria se ha vuelto un referente gastronómico, con dos restaurantes con dos estrellas Michelin y cuatro de una. ¿Esto está impulsado la evolución de los restaurantes de la región o es mejor que mantengan su identidad?
–En Cantabria hay estupendos restaurantes y poco a poco va pareciendo que llega una nueva cantera prometedora, que es lo que nos hace falta. Necesitamos más proyectos de jóvenes cocineros que arriesguen y un público que haga porque sobrevivan.
–¿Si me invitara a comer o a cenar, qué habría en el menú?
–Seguro que un guiso de cuchara. Le pediría a Adela (de Casa Boni, en Vidular) un poco de cocido montañés, una tortilla de la cafetería del gimnasio Body Factory (Valdenoja), un par de tomates buenos, con ventresca de bonito de Doña Tomasa y haría al momento algún pescado o marisco fresco, comprado ese día a en el Mercado de la Esperanza, acompañado por unos pimientos de Isla. De postre, el milhojas de María Luisa y un poco de jaspeado de moka de Regma. ¡Me han entrado ganas de uno!
–¿El producto de Cantabria está lo suficientemente situado fuera de la región o hay que darle una vuelta?
–Hay que darle todavía un empujón. Cantabria es una tierra riquísima. Se tienen que conocer más sus quesos, carnes, huerta, mar, su cultura gastronómica y su tradición. Echo de menos un restaurante que ensalce todo ese buen producto que hay. En Galicia, Asturias y País Vasco los tienen. ¿Para cuándo uno aquí?
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