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SERGIO CUESTA
Santander
Martes, 6 de abril 2021, 07:18
Aunque el conocimiento no sea vinculante, sabemos que una dieta saludable implica el consumo prioritario de productos frescos y de temporada. Los procesados no pueden ser rutina alimenticia. En plena guerra contra los excesos de azúcar, sal y grasas –de baja calidad–, también deberíamos ser conscientes de que nuestra vida está repleta de matices que enrevesa y complican cualquier elección. La dieta mediterránea es apología de esa diversidad;un mundo de color con múltiples notas a pie de página.
La distinción requiere a veces estudios universitarios superiores en interpretación de etiquetas. Y en este complejo panorama, el sistema frontal Nutriscore simplifica. El Ministerio de Consumo anunció su implantación para el primer cuatrimestre de este año 2021, pero recientemente ha suavizado plazos y, sobre todo, ha insistido en su voluntariedad. Demasiados asteriscos y productos patrios agraviados.
Este semáforo nutricional ya alumbra los lineales de los supermercados en Francia. Mientras, Alemania, Bélgica, Luxemburgo, República Checa y Países Bajos han adelantado su adhesión. Está previsto que la Unión Europea reglamente su obligatoriedad a lo largo de 2022. Científicos, nutricionistas y asociaciones de consumidores han apuntalado públicamente un sistema práctico y accesible, aunque quizá excesivamente simplista.
Letra A: Color verde oscuro. La mejor valoración posible premia a los alimentos ricos en frutas, verduras, legumbres, frutos secos y proteínas.
Letra B: Color verde claro. Productos saludables.
Letra C: Color amarillo. Ni fu ni fa.
Letra D: Color naranja. Poco saludables. El aceite, el queso y los ibéricos estaban a priori entre esta letra y la E.
Letra E: Color rojo. La peor valoración de este sistema castiga a las calorías, el azúcar, las grasas saturadas y, sobre todo, la sal.
Exenciones: Productos frescos (carnes, pescado, frutas, verduras, legumbres); productos con un solo ingrediente sin estar procesados;café, té, infusiones de hierbas y de frutas; bebidas alcohólicas; alimentos suministrados por el fabricante en pequeñas cantidades; alimentos en envases de menos de 25 centímetros cuadrados.
Hablamos de un algoritmo que pretende anticipar, sugerir, facilitar, las elecciones más saludables entre categorías similares. Nutriscore clasifica los productos con letras –A, B, C, D, E– y dirige el tráfico (consumista) a partir de los colores de un semáforo. La A y la B, verdes, respaldan compras saludables; la C exige cierta precaución; mientras que la D y la E representan las alarmas (naranjas y rojas) nutricionales. A priori, el sistema reputa el aporte positivo (frutas, verduras, fibras y proteínas) y penaliza el negativo (calorías, grasas saturadas, azúcar, sal).
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La práctica es mucho más compleja, sin embargo. No hay buenos ni malos en sentido estricto, sino consumos irresponsables. Que Nutriscore castigue a la bollería industrial, los aperitivos, los platos preparados o los refrescos azucarados no sorprende. Que lo haga con el aceite, los embutidos ibéricos o el queso ya es harina de otro costal.
Son ingredientes complementarios de la dieta mediterránea que enarbolamos orgullosamente en el mundo;productos con gran peso en nuestro estilo de vida y, por qué no decirlo, en la exportación. El ministro de Agricultura, Luis Planas, ha advertido de que respaldará esta iniciativa «si la situación de los productos que forman parte de la dieta mediterránea aparecen justamente valorados o excluidos». En principio, y a la espera de posibles cambios en los puntajes, el aceite quedaría fuera, pero existen y surgirán más excepciones.
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Sobre el aceite, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) argumenta que «al tratarse de un alimento con un único ingrediente no aporta información adicional al consumidor, ya que el Nutriscore de todos los aceites de oliva sería el mismo». Eso sí, también advierte de que el aceite es una grasa y aporta muchas calorías por gramo, por lo que no tendría sentido obtener una valoración óptima. A priori, está en zona de nadie (letra C); probablemente, quede exento.
Las comparaciones enmarañan el asunto, ya que muchas empresas han encontrado un aval para blanquear productos. Se abre la puerta a una peligrosa reformulación. Según Nutriscore, unos churros congelados, unos refrescos sin azúcar, unos yogures azucarados o unos cereales azucarados serían 'sanos'. Un algoritmo no es el prescriptor más sensato. Además del qué, importa el cuánto.
El gobierno chileno ha implantado un sistema de etiquetado para combatir la obesidad, que señala sin ambages a los productos envasados con alto contenido en sodio, azúcar, calorías y grasas saturadas. Además, la Organización Mundial de la Salud ha desarrollado un modelo de perfiles nutritivos que diferencia diecisiete categorías de alimentos. Y el sistema NOVA, que ha sido desarrollado por un grupo de científicos brasileños, es una referencia para clasificar alimentos en virtud de su grado de procesamiento.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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