
Evocar, degustar, retomar
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Es un documento familiar y, por tanto, necesario, con esa parte de sabor íntimo, gusto cómplice e ingredientes globales. Frente a recreaciones mediáticas rimbombantes, aquí se conjuga lo didáctico, la confesión personal y la fe en la creación. El chef Kiko Moya, dos estrellas Michelin, y la cocina de L'Escaleta (Cocentaina, Alicante), constituyen los ejes de este documental que funde retrato, memoria y paisaje. Un viaje, como el de muchos otros que han forjado la historia deslumbrante de la restauración española, a través de una serie de historias personales, relatos gastronómicos y emocionales que edifican un mundo culinario de ideas, platos y mucho trabajo. Un itinerario audiovisual y gastrofamiliar que traza una geografía simbólica, pero también sentimental, de una manera de ver el mundo desde los productos, cosas, ideas, orígenes, fabricaciones y sueños, siempre con la comida como eje.
Moya lo dice en las imágenes. Ante todo el acto que aporta una identidad especial e intransferible a la gastronomía, al hecho de cocinar, es el de la 'generosidad'. Son casi cuatro décadas de un proyecto, el restaurante L'Escaleta, recreadas entre la realidad y elementos de ficción. La evocación, el paladar abierto al paisaje, el viaje a esa entraña alicantina donde se forja la aventura, es lo que propone este testimonio sobre un local con dos estrellas Michelín, situado entre los 25 mejores restaurantes de la península Ibérica.
Todo se inició cuando Luis Moya, guionista, se unió a su hermano, Kiko Moya, y a su primo, Alberto Redrado, para escribir un libro sobre su cocina. El artífice del que ha sido hasta hace poco el restaurante más pequeño del mundo con la preciada estrella, considera que «la verdadera revolución gastronómica pasa por la conciliación y la mejor gestión de los recursos humanos». El documental se suma a las creaciones audiovisuales, muy recurrentes en Estados Unidos, que perfilan proyectos a partir de historias familiares. Miguel Ángel Jiménez, quien realizó su primer cortometraje gracias a una ayuda del cineasta Aki Kaurismaki, es autor de los largometrajes 'Ori' y 'Chaika'. En 'Y en cada lenteja, un Dios' refleja ese emplatado de raíces y recuerdos, muchos de ese patrimonio inmaterial que desprende toda cocina. Kiko Moya lo tiene claro: «Un buen cocinero es aquel que ofrece algo a alguien para hacerle disfrutar».
Del semisótano de un negocio casi escondido en las montañas de Alicante a la periferia del municipio y el salto al mundo. Más que la crónica en sí misma de este periplo que se inicia en 1980, siempre ligado a un vínculo de padres e hijos, el filme trata de desentrañar esa madeja invisible de identidades, proyecto de vida, productos únicos, personas y lugares en un elogio de la tierra como estancia del ADN de una pasión. En su objetivo: «Contar una vuelta al origen, al hogar. Hacer un retrato sobre una gran familia vertebrado sobre el profundo amor por la comida y la tierra»; en las formas, elegancia y academicismo para un relato sobre restauración y sumillería; y en la esencia, un sabor de vida: «Pues si cada lenteja puede llegar a ser un dios, cada persona se merece una mirada, un encuadre o un travelling más allá del valor narrativo, testimonial o periodístico de su relato o circunstancia […]. Nos reflejamos en nuestra propia mirada amando al otro solo por ser, empatizando con su realidad, olvidando, espero, el mecanismo que nos hace ser testigo del otro».
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