La cuestión de nuestra alimentación se está convirtiendo en una misión, sino imposible, bastante complicada. Hace un siglo la cuestión era sencilla: comer de todo y en suficiente cantidad para proporcionar todos los nutrientes y la elevada energía que gastaba cualquier persona al cabo del ... día. Recuerden que apenas había coches, no existían los ascensores en la mayor parte de las casas y casi todos los trabajos eran manuales y requerían un gran esfuerzo físico.
A mediados del siglo pasado comenzó a tomar fuerza la idea de que la alimentación era un factor esencial para mantener la salud y evitar numerosos problemas, sobre todo cardiovasculares. Comenzaron las modas de las dietas, de composiciones diversas, algunas exóticas y que prometían ventajas de salud y longevidad. Creo que podemos considerar tres grandes movimientos. El mediterráneanismo, que era la forma de alimentarse de los que siguen la llamada Dieta Mediterránea. El vegetarianismo, que son aquellas personas que comen solo vegetales y los alimentos animales que se pueden obtener sin sacrificar al animal, como la leche, los huevos y la miel. El veganismo, que son aquellas personas que solo consumen alimentos de origen vegetal sin permitirse ni el más mínimo consumo de alimentos animales.
Pero, recientemente, a consecuencia de la moda del cambio climático y del auge del concepto de sostenibilidad, comenzó una revolución alimentaria que está adquiriendo enormes proporciones y va a durar. Se trata de que mucha gente hoy día piensa que hay que alimentarse de una determinada manera no por nuestra propia salud, sino por la salud del planeta. Los seguidores de estas dietas sostenibles o planetarias suponen que si dejáramos de comer carne de vaca y oveja los beneficios para el planeta serían extraordinarios y como compensación proponen recurrir a las proteínas de los insectos. Esto ya se está aplicando.
En un próximo artículo hablaremos de la cantidad de alimentos que ustedes consumen a diario y que contienen en su composición harina de insectos.
La verdad es que todas las encuestas realizadas por las grandes marcas respecto a la aceptación de la población a comer insectos, la respuesta mayoritaria es: sí, pero que no se noten. Estas personas, preocupadas más de la salud del planeta que de la propia, mantienen una alimentación flexible, preferentemente a base de vegetales, pero sin desdeñar el consumo ocasional de proteínas de origen animal, de preferencia insectos, y sin rechazar el consumo de alimentos animales cuando las circunstancias o las obligaciones sociales (una boda) lo hagan inevitable. Estos son los flexitarianistas.
Por el motivo que sea, las cosas en la alimentación van a cerrar el círculo y volver a lo que siempre hemos recomendado: comer de todo, de preferencia vegetales y consumir semanalmente la mayor diversidad posible de alimentos diferentes. Al fin y al cabo lo único importante es proporcionar al organismo todos los nutrientes que precisa para que sus sistemas metabólicos y fisiológicos funcionen con normalidad.
Y, por supuesto, sin olvidar que la alimentación también cumple otras misiones, como la de proporcionarnos placer y la de promover nuestras relaciones sociales y familiares.
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