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El pequeño comercio en las ciudades sobrevive a base del esfuerzo y la voluntad de sus dueños. Los establecimientos que han sido regidos por una familia se encuentran sin relevo porque los hijos de los fundadores eligen otras vías profesionales que les ofrecen más garantías ... de vida. Les resulta muy difícil hacer frente a las grandes superficies o a las grandes cadenas de supermercados con sus ofertas.
Un ejemplo de la resistencia de estos negocios familiares son las tiendas de alimentación. Detrás de cada una de ellas, hay años de trabajo, de horas entregadas al público. Madrugando para recibir a los proveedores, presentar los productos a la venta, cerrando tarde para limpiar y hacer balance, también para atender la urgencia de última hora de aquel cliente habitual que olvidó por la mañana comprar eso que necesita ahora.
Una de esas tiendas de proximidad, tan frecuentes y necesarias en los barrios es Alimentación Tresviso, en Torrelavega. Al frente de ella ha estado Florencia López Campo y su marido Juan Luis hasta hace tres años. La vida de Floren, como la conocen amigos y clientes, es un ejemplo de entrega y trabajo, de lucha por la vida.
Tresvisana de cuarta generación, nació en 1952. A los cinco años se va a vivir con sus tíos Andrés López y Nati Campo a La Hermida. Con ellos trabajaría haciendo mantequillas, lavando los quesos o preparando los aperos para ir al mercado de Potes o donde correspondiera. Al mismo tiempo, en verano, subiendo con el ganado a las majadas y quedándose a su cuidado.
En 1964 se traslada con sus tíos a Torrelavega, a la calle Julián Urbina en la Inmobiliaria, en un periodo de prosperidad de la ciudad y abren Alimentación Tresviso. En el 1976 se incorporaría Juan Luis Gómez al casarse con Floren.
Poco a poco el establecimiento se consolidaría consiguiendo la confianza y el prestigio ante sus clientes. Desde sus comienzos, los quesos, la mantequilla y los orujos lebaniegos era una parte fundamental de su oferta que se sumaba a la fruta y demás artículos propios de estas tiendas. Hace tres años ha tomado el testigo en el negocio su hijo Juan. Luis, El Criu, como se le conoce familiarmente. El relevo está asegurado.
Ahora Floren ve con orgullo, después de superar los difíciles momentos que ha atravesado recientemente con motivo de un quebranto físico, cómo su hijo ha tomado las riendas con energía. Ha merecido la pena tanto sacrificio. Juan Luis ha ampliado la oferta. Se surte de productos de su huerta de Santillana del Mar (tomates, lechugas, cebollas, judías, patatas) y envía pedidos a diversos países a amigos y clientes que por necesidades laborales se han ido a vivir a otros lugares. Desde la calidad de sus productos ha fidelizado a los clientes.
La vida de Floren es una metáfora de tantos comercios en los barrios y ciudades que resisten en medio de una sociedad cambiante en la que las grandes multinacionales tratan de arrinconarles cuando no fagocitarles y condenarles a su desaparición. Su vida es un ejemplo de entrega y dedicación. De servicio a los ciudadanos.
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