El grado de compromiso

En el sector hostelero y agroalimentario estar al frente de un negocio propio conlleva una importante dosis de responsabilidad porque las decisiones que se adopten, desde las más estratégicas a las que puedan parecer que apenas son relevantes, van a tener consecuencias, además de en la cuenta de resultados, en los propios trabajadores de la compañía y en los clientes.

Una empresa, ya sea un restaurante o una huerta, tienen sentido en cuanto generan riqueza y para ello es imprescindible tener conocimientos y habilidades en la gestión, algo que lastra y hunde a muchas iniciativas. Pero, hasta aquí, cada uno es dueño de sus aciertos y de sus errores.

Otra cosa es cuando alguien se compromete a participar en la dirección de una asociación sectorial, empresarial o vinculada a una determinada especialidad. Entonces, las opiniones y criterios personales no pueden primar por encima de los intereses colectivos.

Cuando alguien, voluntariamente decide liderar una asociación empresarial, un colectivo de productores, una asociación de cocineros, una federación o incluso de una cofradía gastronómica debe tener claro que sus impulsos o preferencias deben quedarse en casa, que su compromiso con el colectivo al que represente está por encima de todo; de lo contrario, mejor presentar la renuncia.

Ser líder implica sacrificios, esfuerzos, obligaciones para atender compromisos ineludibles; también requiere tener capacidad de comunicar, de relacionarse con otros sectores y de empatizar con las administraciones aunque hay reivindicaciones que le sitúen en el polo opuesto. Igualmente, la condición de líder lleva implícito tener creatividad para generar nuevos proyectos y, cuando llega el momento, saber delegar. No todo es salir en la foto.

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