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Mientras en otras regiones de España el calor es abrasador durante estos días, en Cantabria, desde el punto de vista climático, el verano apenas está mostrando su cara más amable. No obstante, la costumbre en los últimos años para muchas personas que buscan un destino turístico en España en el que el calor se pueda soportar es mirar al norte. La frase hecha pero que los datos están corroborando es que «el cambio climático favorece a las regiones del norte de España». Y Cantabria está ahí. Ya se vincula esta circunstancia a la subida del precio de las viviendas, especialmente en las comarcas del litoral.
Si a este dato se suma otro tópico, pero no por ello menos cierto –«en el norte se come muy bien»–, nos encontramos ante dos potentes imanes que están siendo decisivos para que la afluencia de turistas sea cada ejercicio mayor, independientemente de unas campañas institucionales de promoción más o menos acertadas.
Las tendencias y las modas están cambiando, sobre todo a partir de la pandemia. El denominado turismo cultural mantiene su estatus, pero lejos de ser mayoritario; el turismo de naturaleza tiene sus incondicionales y hasta ahí llega, pero no es masivo; el turismo religioso es un nicho de pequeñas dimensiones; y el turismo de sol y playa es indestructible, aunque cada día más sus practicantes o adictos busquen alternativas o complementos.
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Respecto al turismo gastronómico, al enoturismo o al denominado turismo agroalimentario, a nadie le puede caber la duda de que está al alza, siendo en muchas ocasiones transversal para viajeros que se desplacen con otros objetivos prioritarios. Cada día más gente se mueve a determinado pueblo o ciudad con el objetivo de visitar un restaurante icónico –aunque con los precios a los que algunos están poniendo sus menús se puede acabar con las 'gallinas de los huevos de oro' más pronto que tarde–, una bodega, una explotación agroganadera... y luego, aprovechan el resto del tiempo libre para otros menesteres...
Cantabria no está al margen de esta tendencia y cada día más los negocios de hostelería y los vinculados con la alimentación tienen en el periodo estival su temporada alta, en la que la actividad se incrementa y los ingresos ayudan a salvar la cuenta de resultados.
¿En cuántas ocasiones le ha preguntado alguna persona de fuera de Cantabria qué restaurante «está bien», qué queso, anchoas o sobaos comprar, qué lugares visitar o qué llevarse para regalar a algún familiar?
Me imagino su respuesta: «Muchas». ¿Y ha sabido recomendar bien? No siempre es fácil acertar, porque los gustos son muy personales, pero su 'prestigio' pasa por recibir, más tarde, ese agradecimiento «porque todo estuvo muy bien», correcto en cuanto relación precio-calidad y «porque nos trataron muy bien».
Estos consejos también son válidos para hacer lo que se denomina 'turismo interior', es decir aprovechar las vacaciones para moverse por la región. Porque luego los datos nos demuestras que viajamos más fuera de la región que por las comarcas y valles de la misma. Una pregunta: ¿En cuántos municipios ha estado alguna vez en su vida de los 102 que tiene Cantabria?
La variedad y la riqueza de recursos turísticos que tiene esta región justifican desplazamientos interiores para conocer restaurantes, para visitar granjas o bodegas, para comprar directamente al productor sus elaboraciones artesanas o para, simplemente, disfrutar del paisaje antes de almorzar o de cenar.
Por ello, en las próximas líneas les vamos a formular algunas sugerencias que podrían calificarse de imprescindibles para conocer en profundidad Cantabria durante este verano desde el punto de vista culinario. Y para ello, en más de una ocasión nos remitiremos a reportajes recientemente publicados en este suplemento y que están a disposición de los lectores en la web de El Diario Montañés.
Es fácil entender que con 284 km de costa en Cantabria los productos del mar tengan un gran protagonismo en la gastronomía. No se puede disfrutar plenamente de la gastronomía regional sin probar las emblemáticas anchoas del Cantábrico –solas o con un maridaje de algún otro producto de proximidad–; el bonito del norte –fresco y poco hecho en la plancha, con tomate, encebollado, en conserva, en ensalada; las sardinas a la brasa;los bocartes –fritos o rebozados–;el calamar –bien en rabas o en su tinta–; los apreciados maganos de guadañeta y en Laredo, jibiones;alguno de la gran variedad de pescados que se distribuyen desde las lonjas y que luego llegan a las mesas de los restaurantes, caso de la lubina, el rape, el san martín, el cabracho, el mero, el rey, el salmonete, el rodaballo, el machote, el jargo, la dorada, la raya, la corvina... Como se puede comprobar, hay pescados para todos los gustos. La clave, que sean frescos y bien tratados entre los fogones. Pregunten siempre en las pescaderías y en los restaurantes si son frescos o de piscifactoría.
De la zona del litoral, de las huertas próximas a los núcleos de población, en esta época son fantásticos los tomates, con ese inconfundible toque salino. No obstante, en otras comarcas de la comunidad también se dan bien en estas fechas tanto los tomates como otras verduras capaces de proporcionar buenos platos.
En los valles interiores el paisaje está dominado por los pastizales naturales donde el ganado vacuno de raza frisona se alimenta para luego proporcionar una leche de gran calidad y una carne que, con la garantía de la Indicación Geográfica Protegida 'Carne de Cantabria', hará las delicias de los paladares de cualquier turista, ya sea carne de raza frisona o tudanca, por citar las dos más acreditadas.
Continuando con el hilo alimenticio, la leche juega un papel fundamental a la hora de elaborar quesos (Nata Cantabria, Picón Bejes-Tresviso, de autor con leche de vaca, de oveja o de cabra...), sobaos pasiegos o quesadas, productos que hay que probar sí o sí y que, en muchos casos, serán el mejor recurso para llevarse en el coche. En los recientemente concedidos premios de AFCA a los mejores productos elaborados con leche de Cantabria hay referencias que no fallan.
Luego está la mantequilla y la repostería, que en Cantabria tiene una reconocida fama, desde los hojaldres hasta las pastas o tartas. No menos interesantes son los panes artesanos que se pueden encontrar visitante algunos obradores, tanto en el ámbito rural como urbano.
A partir de una buena leche también se consiguen unos helados de primer nivel, que junto con los barquillos de elaboración artesanal en la propia región se rinde homenaje a los pioneros pasiegos que llevaron a Francia el arte de sus helados.
En el dosier especial con una selección de las mejores terrazas de la región, el viajero podrá relajarse y disfrutar de un aperitivo. Aquí salen a relucir y a cobrar protagonismo los vermuts y las cervezas artesanas, los vinos blancos de la IGPVinos de la Tierra de Cantabria y los vinos tintos de la IGPVinos de la Tierra de Liébana, así como la sidra.
Esta puede ser la antesala perfecta para disfrutar de un arroz antes de concluir con un postre (leche frita, tartas de hojaldre, de queso, de limón o de chocolate, torrija de sobao pasiego) y con un café de calidad.
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