El estudio se realizó midiendo los niveles de vitamina D en la sangre de 216 pacientes con covid-19 y de 197 personas sanas. Los hombres presentaban niveles de la vitamina más bajos que las mujeres.
Este estudio realizado en Cantabria corrobora otros muchos realizados en todo el mundo. En España también se realizó un ensayo clínico que consistía en administrar vitamina D a un grupo de pacientes con covid-19. Los ingresos hospitalarios disminuyeron en el grupo tratado con suplementos de la vitamina. Uno de los datos más sorprendentes es la elevada prevalencia de deficiencia de vitamina D en estas personas. También he llamado la atención alguna vez sobre este hecho, que es más frecuente en personas mayores.
Pero sigo sorprendido por las cifras encontradas aquí en Cantabria: ¡el 82,2 por ciento de los pacientes de covid-19 y el 47,2 por ciento de las personas con controles tenían deficiencia en vitamina D! Una conocida mía exclamaría ¡Qué fuerte! Y la verdad es que lo es.
Esto tiene varias causas y entre ellas el creer que con tomar algo de sol ya tiene uno toda la vitamina D que necesita. La mayor parte de la vitamina D tiene que entrar por la alimentación, lo del sol es un complemento y casi nulo si nos embadurnamos continuamente de protección solar. Cuando hago esta afirmación tan rotunda mucha gente me contradice. Pero fíjense la de niños raquíticos por falta de vitamina D que abundaron en España tras las hambrunas provocadas por la Guerra Civil, a pesar de que todos ellos andaban por las calles y los campos jugando (o trabajando) a pleno sol.
Para tener buena provisión de vitamina D hay que consumir en abundancia alimentos ricos en vitamina D y aquellos que están reforzados artificialmente. Pero la vitamina D es una grasa y abunda sobre todo en alimentos de origen animal, terrestres y acuáticos. El alimento que más vitamina D contiene es el aceite de hígado de bacalao. Es lo que nos daban a los niños a cucharadas. Hoy se puede comprar un botecito y añadirlo a las salsas de los guisos de pescado. El resto de alimentos, por orden, son: pescado azul, marisco, el hígado, los lácteos, los huevos; y ya más atrás, las setas y los aguacates.
Además hay una serie de alimentos, sobre todo los de mayor consumo infantil (mantequillas, margarinas, por ejemplo) que suelen estar fortificados con vitamina D. Incluyan estos alimentos en su menú semanal y si tienen sospecha de contagio refuercen su vitamina D con algún suplemento de calidad.
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