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Con apenas 22 años, Juan Antonio Díaz Angulo (Santander, 1963) dejó su ciudad natal donde había crecido y emprendió, en Somo, una andadura profesional, que llamó Melly -en honor a su madre Remedios-, lo que hoy es un restaurante de referencia en la zona pero ... que nació como una tienda de vinos y degustación ampliada como heladería. Desde hace 17 años, Juan Angulo, como se le conoce en sus facetas de restaurador, sumiller y escritor, cuenta con el restaurante agradable, peculiar y con personalidad, como la que él mismo proyecta como anfitrión. Y donde -como se anuncia en la carta- ofrece «comida sencilla para personas sencillas».
En Melly, el cliente encuentra una honesta cocina tradicional, basada, en la medida de lo posible, en el producto de cercanía -de Cantabria y España-, una carta coherente con 'ideología' gastronómica de su propietario y mucha conversación, porque si algo tiene Juan es que logra empatizar con el cliente y envolverle en la 'magia' que tiene el local.
Aprovechando la temporalidad de un producto tan peculiar como el calçot, Juan Angulo programa desde hace 16 años unas jornadas gastronómicas dedicadas a este producto que llega directamente desde la localidad catalana de Valls con la garantía de la Indicación Geográfica Protegida. La ración de calçots es la gran protagonista de un menú de 24 euros, que permite al comensal comer otras especialidades de la casa.
Para comenzar, de primer plato, se puede elegir entre una generosa ración de calçots, un cocido montañés, unos garbanzos con langostinos o unos espaguettis a la boloñesa.
Para el segundo plato, las opciones son varias, algunas grandes especialidades de la casa: escalope, callos, caracoles a la montañesa, cachopo (dos personas), butifarra con huevos, pimientos y patatas, bacalao con tomate o rebozado, calamares encebollados y bocartes a la cazuela con ajillo.
De postre, las opciones son crema catalana, crema de limón y quesada pasiega. El menú incluye pan, vino, agua y café. Excelente relación calidad-precio y agradable experiencia.
Hasta hace pocos años era 'rara avis' que los calçots se comieran fuera de Cataluña. Pero esto está cambiando con iniciativas como la de Melly. Ahora, la gente está más ávida de la autenticidad y de las experiencias.
Los calçots no son solo un producto típico, sino los protagonistas de una fiesta que se remonta al siglo XIX, pegada a la temporalidad, con una duración muy corta que arranca en enero y se prolonga solo hasta finales de marzo. Lo habitual en Cataluña es ir en familia o con amigos a una masía y tomar un copioso menú a base de calçots, servidos envueltos en papel de periódico, acompañados con salsa romesco -que Melly también trae directamente desde su origen catalán- y seguidos de una parrillada de carne, con judías blancas y patatas asadas; y de postre, crema catalana.
Si los calçots resultan exquisitos, no menos interés tienen otras especialidades como el cocido montañés o los guisos de cuchara que Juan ofrece en copa (un tercio de ración), dando lugar al concepto de 'gastroterapia', con el que quiere proyectar lo saludable que es compartir de todo en proporciones saludables. Sobresalientes los callos -gran nivel- y recomendables el salmón ahumado en el propio restaurante, el boquerón en vinagre y los bocartes al ajillo en cazuela, como si de angulas se tratara.
En verano aquí hay que probar el bonito y el bocarte.
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