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Los cambios tanto en el sector agroalimentario como en negocios de hostelería no son siempre sinónimo de evolución positiva. La formación, la capacidad de emprender ... y el talento son buenos compañeros de viaje, frente a la osadía, la imprudencia, la arrogancia y el intrusismo. Sin entrar en casos particulares, todos tenemos en nuestra memoria ejemplos como el de aquel restaurante que no tenía relevo generacional, que se traspasa porque el negocio es boyante y termina perdiendo el prestigio porque los nuevos propietarios han ajustado tanto las tuercas que el resultado final no es lo que espera el comensal. La gestión de las compras, la empatía con el cliente, la definición de un estilo nuevo o la destreza para navegar en la continuidad o el manejo del equipo humano son claves que, de no dominarse, pueden provocar fugas y, ya se sabe, el agua poco a poco lo inundando y estropea todo.

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