Laboratorio de gustos

Ferrán Adrià, que ha encarnado el sabor de la fascinación entre fogones, transformados en un laboratorio de infinitos descubrimientos, se vuelve transparente en este documento sobre las entrañas de 'El Bulli'. El cineasta convivió con los artífices de esta fábrica de relatos gastronómicos durante tres meses fuera de temporada. El espacio de creación, sito en Barcelona, mientras el restaurante permanecía cerrado, queda reflejado en todos sus detalles, desde las broncas de Adriá a los significativos golpes de descubrimiento emocional y molecular, en una mezcla de pasión, poética y ciencia.

Ese latido de la elaboración a tientas es el trayecto de horizonte incierto sobre el laborioso proceso de creación de los platos. Algo similar, pero con una perspectiva más artística y experimental abordó el documental 'El somni del celler de can roca'.

Franc Aleu, un renovador de la estética de la ópera, propuso una fusión entre la gastronomía y el mundo de la lírica. El espectáculo de los sentidos, a través de un cenáculo de doce conocidas personalidades, en un cruce de imaginación y sensaciones. En el caso de 'El Bulli' la mirada es más de taller, de pensamiento y proyección con la Cala Montjoi como escenario, entre ensayos e improvisaciones, búsquedas y persecuciones, sombras y luces de paladares exigentes.

La cámara más que nunca es testigo, exenta de acción subjetiva y entrevistas. Lo loable es el sentido de transparencia, la sensación de levantar un velo tras el que asoma la el proceso desnudo, límpido, sin intromisión. Un elegante y detallista retrato a menú abierto.

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