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La idea me ha venido al ver esos artilugios que tienen mis hijos en sus casas. Los ponen en marcha y ellos solos van buscando ... la porquería por todos los rincones. Y es que eso mismo sucede en el interior de nuestro organismo. Tenemos un equipo de limpieza que trabaja continuamente eliminando todo lo viejo, lo dañado, restos de células, proteínas dañadas, moléculas defectuosas, algunas bacterias o virus que se han colado.
A lo largo del día, y sobre todo durante la noche, nuestro equipo de limpieza deja nuestro organismo aseado y en buen estado. Esta función tan importante se te llama «autofagia» y uno de sus descubridores fue el japonés Yoshinori Ohsumi por lo que recibió el Premio Nobel en 2016. La autofagia es esencial para combatir numerosas enfermedades y para prolongar nuestra vida en las mejores condiciones posibles. Al eliminar proteínas y células defectuosas previene el cáncer y otras enfermedades degenerativas, la acumulación de porquería molecular es una importante causa de enfermedad. Y como pasa con los aspiradores en las casas, nosotros podemos activar estos mecanismos de limpieza en nuestro cuerpo de una forma relativamente sencilla. Es el famoso 'ayuno intermitente'.
El ayuno desencadena la limpieza de nuestro organismo porque si no entran combustibles con los alimentos, el organismo tiene que echar mano de lo que sea para obtener energía. Y, como haríamos nosotros en casa, empieza por quemar lo viejo o lo defectuoso. Fíjense que casi todas las religiones que, tradicionalmente se han ocupado de la salud el cuerpo y la del alma, tienen el ayuno entre sus preceptos más importantes. En estos días vivimos dos buenos ejemplos: el Ramadán y la Cuaresma.
¿Qué debemos hacer para activar la limpieza de nuestro cuerpo? Es importante entender el concepto de 'ventana alimentaria' que es el tiempo del día durante el cual ingerimos comida. Normalmente lo hacemos fatal y nuestra dieta hace que comamos por primera vez a las 8 de la mañana y no dejemos de hacerlo hasta las 11 de la noche. Esto es un ventanal alimentario. La idea es que reduzcamos lo más posible la ventana alimentaria. Por ejemplo retrasar el desayuno hasta el descanso en el trabajo y cerrar la ventana con una merienda-cena ligerita a las 19.00 h. Así tenemos un periodo de ayuno de unas quince horas para la limpieza de nuestro cuerpo. Además por la noche el organismo se pone en modo limpieza. Se apaga gran parte de la actividad, llega el sueño, es el momento de limpiar a fondo. La basura que ya no sirva se elimina con la orina o las heces. Lo aprovechable se recicla y lo volvemos a usar para quemarlo o para fabricar nuevos componentes. Es como lo que hacen los servicios municipales de limpieza durante las noches de nuestras ciudades.
Se debe empezar poco a poco. Vamos reduciendo cada vez más la ventana alimentaria. Y si somos muy decididos podemos incluso incluir algún día completo de ayuno, a zumos de fruta diluidos.
Yo lo llevo intentando desde hace años pero soy demasiado tragón para conseguirlo. ¿Pueden ustedes?
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