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El relevo laboral llegada la edad de jubilación es un deseo muchas veces aplazable cuando los que tienen derecho al mismo disfrutan con el trabajo ... y tiene buena salud. Por supuesto que las necesidades económicas que sólo ellos conocen pueden influir en retrasar la decisión. Muchos autónomos disfrutan con su trabajo y lamentan tener que dejarlo. Han pasado toda su vida en su pequeño o gran establecimiento y sienten vértigo ante la disponibilidad sin límite de tiempo libre. Me encuentro bien, me gusta la relación con los clientes, dicen. También sucede con los que están sujetos a un contrato laboral al llegar a la edad del cese laboral obligado, lo hacen con cierta pena. Dejar a los compañeros, perder el contacto con la realidad desde la perspectiva del trabajo.
En el caso de los autónomos, es frecuente que sea un negocio heredado por tradición familiar. Fundado por sus padres, continuado por ellos y transmitido a sus hijos.
El sector de la hostelería es un buen ejemplo. Ya en estas mismas páginas he escrito sobre ello citando algunos nombres que han prolongado un establecimiento durante tres y cuatro generaciones. No han llegado a tanto, de momento, en el prestigioso restaurante Augusto de San Vicente de la Barquera.
Augusto en los fogones y Flor, su mujer, atendiendo al público han dejado atrás este verano años de servicio. Compartían el trabajo con su hijo Luis Augusto y su nuera Natalia. Ahora estos tomarán el relevo. El tiempo que han compartido realizando simétricamente las funciones de cocina y jefa de sala, como sus padres, ha sido más que suficiente experiencia para dar continuidad a la carta tan reconocida por los clientes con su fidelidad durante tanto tiempo, más de cuarenta años.
Lo inauguraron en 1982. Le resultará difícil, pese al descanso recuperado, a Augusto padre no ir a primera hora del día a preparar los bártulos y seleccionar los productos que va a cocinar; a Flor le costará olvidar las conversaciones que entre servicio y servicio establecía con los comensales de toda la vida interesándose por su salud, por sus hijos, por sus cosas.
Más de un día les veremos este verano en torno al restaurante y preguntándoles a los hijos: «te echo una mano». Y un mohín de melancolía aparecerá en su mirada al recordar los duros tiempos en los que solos batallaron para consolidar su pequeña gran ilusión, su restaurante.
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