Empanadas en verano

La llegada del verano provoca las salidas al aire libre. Las riberas de los ríos, las piscinas, las playas, las excursiones de montaña son alternativas del ocio veraniego. Pasar un tiempo fuera de casa y comer en un entorno natural se convierte en una tentación. Para ello hay que ir avituallados con una comida fácil de llevar y rica. Las ensaladas, la ensaladilla rusa, los filetes empanados o las tortillas han sido un clásico. Lo que nunca falla tampoco es un bocadillo. Un buen pan y dentro lo que cada uno quiera, desde los habituales de jamón, queso, lomo, sardinillas, tortilla con alguna rodaja de tomate a los más elaborados atendiendo al gusto de cada uno.

Últimamente se ha sumado a la comida campestre la empanada. La proliferación de comercios que la ofrecen, no sólo panaderías, en todas las variedades posibles, ha hecho que cada vez se consuma más. Incluso parece ser que muchas personas se atreven a la elaboración propia una vez comprada la masa personalizando sus ingredientes. Incluso reciclando, aprovechando restos de otros platos que se había preparado. No sé si tuvo algo que ver el tiempo de confinamiento y las alternativas que cada uno se buscó. Muchas de ellas tuvieron que ver tal vez con la cocina.

Han tenido merecida fama las empanadas de Galicia. También en Asturias han hermanado ingredientes y sabores con su vecina región del occidente. Y como decía antes, cada vez más en Cantabria.

Las diferencias, como es tradicional en la gastronomía, están más en la mano, la imaginación de quien las hace que en el cumplimiento de unas normas precisas, más allá de las elementales. Desde la masa preparada con harina de trigo o maíz, o de hojaldre a los rellenos.

Hay tantas variedades como el generoso paladar que cada uno elija añadiendo a los ingredientes básicos (cebolla, tomate…) carne, atún, bacalao, chorizo, mejillones, zamburiñas… Atrévanse con una combinación no conocida. La cocina es experimentación. Y buen gusto.