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Son varias las razones por las que decidimos ir a comer a un restaurante concreto, pero probablemente sean dos las fundamentales. La primera es la que tiene que ver con lo que deseamos comer. Elegimos aquel lugar en el que tenemos garantía de que preparan ... un plato que nos gusta, un rodaballo, una lubina exquisita, un lechazo inapelable, un cachopo inolvidable, ahora que está tan de moda, por ejemplo.
La segunda tiene que ver con el ambiente que rodea al encuentro gastronómico, tanto en el personal de servicio como en la decoración. Es la suma de una serie de detalles lo que hace que el local sea un sitio acogedor o no. El jefe de sala, los camareros, la distribución del mobiliario, la separación entre las mesas y la comodidad de las sillas, la luz, la acústica del local… contribuyen al placer de una buena comida. En un intento de hacer más grato el momento, en muchos restaurantes hay música de ambiente.
Lo que en principio puede ser valorado como un agradable detalle a veces se convierte en todo lo contrario. Porque el problema surge a la hora de decidir cual va a ser la música de fondo que sea del agrado de todos. ¿Música clásica, rock, de películas, tradicional de la tierra? Y después otra consideración: ¿bajo qué soporte? ¿Grabaciones propias del establecimiento, hilo musical? ¿Conectado con una radio fórmula que alterna las canciones con la publicidad como tuve que soportar yo hace unos días?
Y no era un mesón de barrio ni mucho menos dado los precios de la carta. Sabemos que es difícil contentar a todos. Recuerdo excursiones con alumnos en el autobús y la imposibilidad de ponerse de acuerdo entre ellos, siendo de la misma generación, obviamente, de lo que querían escuchar. En cualquier caso, por qué tenemos tanto miedo al silencio.
Cuando se trata de comer, si es una mesa compartida, la palabra forma parte de la liturgia en torno a los platos, la refuerza. No necesita el acompañamiento musical, entiendo. Otra cosa es sentarse a la mesa solo. En ese caso puede ser tal vez más deseado. De la presencia de un televisor en el comedor y el volumen excesivo ya ni hablamos, claro.
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