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En el valle de Liébana, con una tradición de viñedos que se remonta a la Edad Media, se encuentra la bodega Cayo, en el lugar denominado Mesa sin Pan, junto al antiguo camino que comunica la villa de Potes con la localidad de Ojedo y Frama. En este precioso entorno, junto a viñedos, se elaboran dos vinos con el sello de calidad IGP Vinos de la Tierra de Liébana. Uno de ellos, el tinto Lusía, merecedor en la cata ciega, y por segundo año consecutivo, del premio al mejor vino tinto en la sexta convocatoria de los Premios Optimum.
Manel Gómez, de Casa Cayo, en la villa de Potes, principal impulsor de este ambicioso proyecto, recuerda los inicios de la bodega. «Nosotros ya habíamos comenzado la obra para construir la bodega en Mesa sin Pan, pero debido a circunstancias administrativas tuvimos que hacer un alto en el camino y en ese intervalo de tiempo, en el año 2013, llegamos a un acuerdo con Santiago Dobarganes, propietario de la bodega Río Santo, de la marca Lusía, en la localidad de Esanos, para adquirirla, junto a una parte del viñedo. Estuvimos instalados allí durante dos cosechas, hasta que nos pudimos trasladar a nuestra bodega, a una zona parcial que ya estaba finalizada, puesto que aún seguimos en construcción».
Desde entonces, las plantaciones han ido en aumento ya que «cuando comenzamos el proyecto de la bodega habíamos abancalado esta zona, manteniendo tres parcelas de los abuelos, en Mieses y en Las Ánimas. Cuando adquirimos la marca Lusía se añadió la viña de Trillayo, que es una de las más grandes y donde una zona que estaba ya perdida, de monte, hemos dividido con intención de volver a plantar. A esas viñas hemos ido añadiendo alguna más que hemos tenido en alquiler como en Pumareña, en Lusía o en Sierra Tama».
De lo que sí es consciente Manel Gómez es de que hay que buscar la comodidad y la rapidez del trabajo en la viña, para poder laborar de una forma más eficaz, «mecanizando todo lo que se pueda, ya que la orografía en la comarca de Liébana es la que hay, y no se pueden disponer parcelas de muchas hectáreas juntas».
En relación a la vendimia de este año está muy satisfecho puesto que asegura ser «buena en general, no de mucha cantidad, pero sí de calidad y muy sana, porque veníamos de dos años muy malos, donde hubo muy poca producción. Además del trabajo propiamente dicho, la vendimia es una fiesta con familiares y amigos, de una gran convivencia y debe continuar siendo así».
Concluida la recogida de la uva, en la bodega de Cayo se despalilla y luego se pasa a los depósitos de acero inoxidable donde tiene lugar la primera fermentación, en la cual, una vez que se controla y se ha acabado se 'descuba' -separar el vino de la pasta-, pasándolo a otros depósitos donde se realizará la segunda fermentación, donde el vino se redondea, se estabiliza y permite su paso a barricas de roble francés y americano. «Este año el vino ha estado en barrica entre ocho y diez meses porque había menos cantidad de cosecha, pero la intención ahora es tenerlo menos tiempo. Estamos descubando en la bodega y nos falta la uva blanca, pero calculo que la producción ronde los 15.000 o 16.000 kilogramos de uvas aproximadamente, lo que se traducirá en 8.000 y 10.000 litros de vino».
Respecto a las variedades de uva, señala que «la uva mencía es la variedad principal, pero también tenemos tempranillo, palomino y syrah».
Manel Gómez, reconoce que la bodega Cayo ubicada en Mesa sin Pan, junto al camino antiguo que conduce desde Potes a Frama, «es un proyecto ambicioso». El edificio cuenta con una parte que es construcción típica de Cantabria, con piedra, madera y balconada de forja de hierro. Una parte será visitable, ya que contará con un museo y en otra habrá un salón para catas y eventos. «Vamos comprando y adquiriendo piezas, así como otras cedidas, que se utilizaron en Liébana para elaborar el vino. Además, tenemos licencia y la posibilidad de poder realizar un proyecto de enoturismo con alojamiento. De forma más inmediata queremos llevar a cabo una construcción moderna, donde estarán los depósitos de fermentación, un pequeño laboratorio y otra zona visitable. Haremos un túnel por debajo de la bodega, para cruzar de un lado al otro, donde se ubicará la zona de barricas y los botelleros de crianza».
En cuanto a capacidad, la bodega cuenta con cuatro depósitos de 5.000 litros; dos, de 2.500 litros; otro isotermo, de 1.500 litros, que se utiliza dependiendo del tipo de vino y, finalmente, otros de 1.800 litros que se denominan 'siempre lleno', que llevan una cámara de presión. Teniendo la innovación siempre presente, una parte de la bodega estará acristalada y llevará una cubierta en madera laminada, simulando la hoja de una cepa. «Es ahí donde se alojarán los depósitos de fermentación que estarán en la planta». El viticultor no se olvida de otro producto tradicional como es el orujo y por ello dispondrán de una pequeña destilería para poder elaborarlo.
El vino Lusía, mejor vino tinto en los Premios Optimum, se elabora con un 85% de uva mencía y un 15% de tempranillo, una unión que favorece un vino con cuerpo, de calidad, que se envejece en barricas de roble francés durante doce meses.
El vino Enza, está elaborado en recuerdo de la que fue abuela de la familia, Lorenza Almirante. Se trata de aprovechar una variedad de uva blanca, palomino, que se plantaba mucho en las viñas antiguas y que resiste muy bien a enfermedades y años de mala climatología. Esta variedad, que después de la fermentación se macera una vez sacado el tinto de la pasta que queda del mencía, se deja envinar durante seis o siete días para que absorba aromas, coja textura, acidez y sabores, y luego se mete en barricas. Es un blanco de color rosado y se bebe fácil, a la misma temperatura que el blanco.
Una gran parte del consumo y venta de los dos vinos se realiza dentro de la comarca, en el restaurante familiar de Casa Cayo, en Potes. También en establecimientos hosteleros y tiendas de productos regionales, así como en el resto de Cantabria, aunque en una menor proporción.
Manel Gómez tiene mucho que agradecer a esta tierra, la misma a la que dedica los 365 días del año. «Soy consciente de que el viñedo es un aprendizaje continuo, porque no deja de ser un ser vivo que te dice cada día lo que necesita, lo que te has equivocado y lo que te puedes equivocar. Aquí el enólogo es fundamental. Nosotros contamos con la experiencia actual de Toni Barragán, de la Ribera de Duero, un gran profesional».
«Intentamos que nuestros hijos sean partícipes de este proyecto, que no se desliguen y que lo sigan viviendo, por lo que si continuaran con el viñedo y el vino, sería para nosotros una gran ilusión, porque son el futuro de la familia, pero ahora deben de estar centrados en sus estudios, en su formación». Reconoce ser conscientes de que el viñedo tiene en esta zona sus limitaciones, «por su peculiar orografía», pero no cabe duda de que se necesita un poco de fantasía, aventura y sueño para sacar adelante estos proyectos.
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