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La conocida tasca marinera Marucho, situada en Tetuán 21 desde hace un siglo, gana presencia en este barrio santanderino ampliando su espacio con el local que hasta ahora ocupaba La Flor de Tetuán en la misma calle, en el número 25, es decir, con un ... local entre medias. La propietaria de ambos restaurantes, Maite Rodríguez, responsable del Marucho desde 2006 y de la Flor de Tetuán desde 2017, ha tomado la decisión de unificar los negocios, apostando por destinar ambos locales al estilo más desenfadado. Eso sí, deja claro que La Flor de Tetuán (especializado también en pescado y marisco, con un rango superior de precios), podría resurgir en otro local más adelante: «No se trata de un cierre».
El Marucho, de pequeñas dimensiones y mucho encanto, con solo diez mesas apretadas, mantel de papel y un diminuto piso de arriba donde hay que entrar agachado para no darse con la cabeza en el techo, funciona con éxito desde hace años y cuenta con una gran cartera de clientes, atraídos por su carta y sus precios ajustados.
Es una tasca en la que no se puede reservar, sino que hay que dejarse caer y cruzar los dedos para conseguir mesa; esperar en la barra o en la calle tomando un vino mientras corre la lista de espera. No sirven cafés en la mesa, ni licores, para aligerar el tiempo de espera (en barra, sí).
El Marucho gana por tanto presencia en Tetuán con dos locales. «Es muy fácil, duplicamos el espacio pasando de diez mesas a un total de treinta, más cuatro mesas altas junto a la barra. Ganamos veinte mesas», resume Maite. El motivo de esta decisión empresarial se debe a que «son muchísimos los clientes que quieren mesa en el Marucho y se quedan fuera. Para atender toda esta demanda hemos decidido darle más espacio», explica su responsable, que después de una reforma realizada en una semana, ya está listo para abrir sus puertas.
La inauguración tendrá lugar hoy, a las 20.00 horas, con un vino español. Es una oportunidad para conocer el nuevo local, que ha sufrido una transformación para replicar al máximo el estilo del Marucho, con fotos antiguas en las paredes y su atmósfera popular. «Se ha hecho un gran trabajo para replicar el mismo ambiente y funcionaremos igual, sin reservas. Los clientes tendrán mesa en cualquiera de los dos espacios indistintamente, ya que vamos a funcionar como un único restaurante, aunque esté separado en dos locales», explica Maite.
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