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Su ubicación, al margen de la primera línea de la restauración en Santander no ha sido óbice para que De Morro Fino se haya abierto un hueco más que merecido en las agendas de favoritos de muchas personas que valorar las apetecibles propuestas que formula su chef Emilio García, bien secundadas por el servicio profesional de Pablo Salas en el comedor.
En De Morro Fino, sin caer en las tentaciones de la cocina moderna y de las fusiones, tiene los argumentos necesarios para dar respuesta satisfactoria tanto al cliente que busca un plato del día con una relación calidad-precio impecable (15 euros, plato único con postre y café) como para quien busca una carta variada, equilibrada y respaldada por la calidad de la materia prima y la solidez de un chef experto.
En este restaurante, sus responsables a veces dudan sobre si es preciso renovar la carta con más frecuencia y son los propios clientes, con sus peticiones a diario quienes les llevan a tomar la decisión de mantener estable la propuesta –una treintena de platos incluyendo los postres– y jugar con las sugerencias del día, que siempre pueden llegar de la mano de lo que para ese día les haya propuesto el pescadero. En esta ocasión, la carta se enriquecía con machote y lubina. El plato presentado con ésta resultó delicioso, tanto por el punto perfecto del pescado como por la guarnición en la que destacaban tanto unos perrechicos como una exquisita salsa con amontillado.
Si el plato del día puede consistir en un guiso de legumbres en una ensalada vistosa y completa, en la carta el cliente encontrará una gran variedad de platos, coherentes a la hora de respetar el protagonismo del ingrediente principal pero con una delicada elección de las guarniciones para potenciar sabores y jugar con las texturas; y todo ello sin olvidar lo importante que son las presentaciones para que el plato entre por los ojos de inicio.
Pero, destaquemos algunos platos para que el lector se haga idea. De entradas, destacar la cecina de cebón de angus; el pastel de cabracho y centollo; la terrina de foie casero; el tartar de tomate con queso fresco de La Jarradilla presentado en timbal y con un alga crujiente; la ensalada de alcachofas; las rabas de maganos; y las croquetas de jamón o de boletus con queso Divirín.
En clave marina, además de los del día, se proponen los callos de bacalao con huevo poché, la gamba roja a la plancha, el pulpo a la parrilla, el cachón de la Bahía en su tinta, el atún rojo de almadraba en escabeche con verduras o las zamburiñas a la plancha.
Para quien prefiera carne, el abanico de opciones es amplio, desde las mollejas de lechazo empanadas a los callos de wagyu de Santa Rosalía; las carrilleras ibéricas; las chuletillas de lechazo; el solomillo y el entrecot de ternera de Valles Pasiegos; la paletilla lechal con hígado de pato; y la hamburguesa de la casa de ternera pasiega.
En postres merece la pena probar la tarta de queso.
Santander
Dirección: C/ Avenida de los Castros 41. Santander.
Teléfono: 942 551 612.
Propietarios: Emilio García (chef) y Pablo Salas (jefe de sala).
Inaugurado: Julio de 2018.
Estilo de cocina: Tradicional, de mercado, con especial tratamiento para verduras y legumbres.
Precio medio de la carta: Entre 30 y 40 €.
Menú diario: 15 euros (plato único a elegir, una consumición, postre o café y pan de leña).
Menú fin de semana: 32 y 36 €.
Comida para llevar: Sí, previo encargo.
Capacidad: 34 comensales.
Terraza: Sí, 40 plazas.
Horario: De 9 a 16.30 h. y de 20 a fin del servicio de cenas.
Cierra: Domingo tarde-noche y lunes.
Bodega: 40 referencias.
Café: Dromedario.
Aparcamiento: Sin OLA.
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