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El pasado mes de diciembre se produjo el relevo en la presidencia de la Asociación de Fabricantes de Conservas de Pescados de Cantabria (Consesa). En ... las elecciones se impuso la candidatura de Eduardo Sanfilippo (Santoña, 46 años), que representa en la asamblea de la asociación a Grupo Consorcio, empresa en la que trabaja desde 2001 y en la que tiene la responsabilidad de la dirección de Marketing. Economista, con sendos postgrados por ESIC en Publicidad y Comunicación Empresarial y en Dirección de Marketing y Gestión Comercial, Sanfilippo asume la presidencia de Consesa, en unos tiempos de incertidumbres, con el reto de dar visibilidad y valor a las empresas conserveras de la región, así como a sus responsables, y de propiciar un consenso que beneficie al sector en su conjunto.
-Su apellido delata sus estrechos vínculos con el sector...
-Mi familia es originaria de Porticello (Sicilia), en concreto mi bisabuelo, que fue de los pioneros que llegaron a Santoña e introdujeron la anchoa a finales del siglo XIX. Tras unos años de estancias temporales aquí, después de la Guerra Civil retornaron y se asentaron en Santoña, donde mi abuelo se mantuvo vinculado al sector hasta inicios de los setenta. Con mi entrada en Consorcio se ha recuperado el vínculo.
-¿Por qué da el paso a asumir esta responsabilidad?
-Consorcio es la principal empresa del sector en Cantabria y durante muchos años estuvo al frente de Consesa. En otros años, hemos preferido estar más en segundo plano, siendo miembros de la junta directiva. Pero ahora hemos estimado que es un buen momento para representar a la asociación y potenciarla, coordinando las inquietudes de los fabricantes para llevar adelante los proyectos que son interesantes para la globalidad del sector.
-¿Qué papel juega Consesa?
-Esta asociación de fabricantes de conservas está integrada por 23 socios, que representan aproximadamente al 90-95% del negocio de la anchoa en Cantabria. Quedan fuera muchos elaboradores pequeños y uno de los objetivos es tratar de integrarlos. Consesa está dentro de la CEOE e integrada en Anfaco y Feicopesca (Federación Española de Asociaciones de Industrias de Transformación y Comercializadores de Productos de la Pesca y de la Acuicultura). Presta servicios jurídicos, laboral, de consultoría y de asesoramiento en temas comerciales. Además, mantiene la interlocución del sector ante las administraciones y los sindicatos, aunque la negociación de los convenios se hace desde Anfaco, donde tenemos presencia.
-¿Qué retos principales se ha fijado para su etapa al frente de Consesa?
-Uno de ellos, como ya he señalado, es incorporar más socios, dar la oportunidad a todas las conserveras a que participen. Por otro lado, se quiere dar más visibilidad a los fabricantes. Estamos en un sector que en Cantabria se dedica principalmente a la anchoa, un producto icónico y con unas connotaciones más peculiares que la mayoría de productos en España. Por ello queremos que se valore al sector conservero como una figura clave, como lo viene siendo desde hace algo más de un siglo. Este sector da trabajo, genera riqueza, conforma un tejido empresarial que va más allá de la figura del empresario, ya que muchas conserveras son pequeñas empresas familiares donde la relación con el trabajador es muy estrecha.
-¿Y en el contexto actual del mercado, cómo se puede actuar desde la asociación?
-Estamos asistiendo a una subida de los precios de las materias primas, de los cartones, de las latas, del transporte... Trasladar esas subidas de costes a los clientes es complicado. La unidad de acción siempre es buena para afrontar estos problemas.
-¿Y en el tema de las capturas, los fabricantes han sido siempre muy reivindicativos respecto al pescado que necesitan?
-La denominada anchoa de campaña, la capturada de marzo a junio, es necesario para la industria que tenga un tamaño concreto, por debajo de 42-44 granos (piezas por kilo). Y la última campaña no ha sido buena en este sentido. El sector extractivo ha capturado piezas talla pequeña, cumpliendo la ley, pero no respondiendo a lo que necesita la industria. Necesitamos disponer de un producto acorde a la demanda del mercado y eso en los últimos años no se está produciendo.
-Entonces, ¿cree que la normativa debería ajustar las tallas y prohibir las capturas a partir de un número menor de granos?
-Sí, por interés del mercado y por sostenibilidad. Un ejemplar desova en su ciclo vital tres veces, por lo que si se captura pequeño se dificulta que haga el ciclo completo. Hay que avanzar en una gestión inteligente de los recursos. Todo lo que sea rebajar el número de granos favorece a la especie y al sector.
-¿Y cómo se contemplan las reivindicaciones de los trabajadores cuyo convenio se está negociando con una amenaza de huelga?
-Se tiene que renovar el convenio nacional y nosotros como Consesa estamos supeditados al acuerdo que alcance la asociación nacional que es la que lleva la negociación. Nos tenemos que ajustar al convenio que se firme. Lo que hay en este sector es una artesanalidad tan grande que quizá el consumidor no le dé tanto valor al producto como tiene. Si se quiere mantener la competitividad en un mercado global hay que analizar todas las variables.
-¿La amenaza para el sector está en el traslado de la maquila -una parte del proceso de fabricación- a terceros países?
-El fabricante de conservas siempre ha sido muy dinámico con el objetivo de mantener la actividad y los puestos de trabajo pese a las dificultades que se han afrontado durante muchos años. Y un ejemplo de ello está en los años de veda en las capturas de anchoa del Cantábrico, cuando se tuvo que recurrir a otros orígenes para mantener la actividad industrial. En esta línea, la subcontratación de algún proceso simplemente demuestra esta capacidad de adaptación del sector para ofrecer productos competitivos y de calidad en los mercados en los que vendemos nuestros productos. No podemos olvidar que el mercado de la anchoa es global y competimos con las industrias de Marruecos, Italia y Perú.
-¿Pero no teme que esto signifique el fin de muchas conserveras aquí?
-En absoluto. La industria busca soluciones para cada segmento del mercado. Nuestra industria es capaz de adaptarse y mantener puestos de trabajo. Hay productos que si se elaborasen totalmente aquí podrían, por precio elevado, salir del mercado, no interesar al consumidor, y, entonces, eso sí que repercutiría aquí en los puestos de trabajo.
-¿Contempla viable y necesario que la anchoa tenga un sello de calidad, en concreto la Indicación Geográfica Protegida (IGP)? ¿Cómo está el proceso?
-La IGP es un reconocimiento a un área geográfico que tiene un producto con unas características específicas por su procedencia, en este caso por la localización de sus capturas, el mar Cantábrico. La IGP regula los estándares de calidad y caracteriza el producto, además de que te da una calidad diferencial para un mercado muy concreto. Yo también formo parte, representando a Consorcio, de la asociación constituida para impulsar una IGP para la anchoa. Estamos avanzando desde diciembre de 2019, pero la pandemia ha ralentizado todo un poco. De momento es pronto para hablar de temas técnicos, estamos en las fases iniciales. Hay que analizar bien el pliego de condiciones que se va a presentar a Bruselas (tipo de anchoa, fechas, cuantías...), y acertar con el nombre.
-¿Hay consenso en el sector?
-Este es un aspecto fundamental. Para tener una IGP debe haber un consenso, no puede haber oposiciones importantes. Si no hay un respaldo significativo el Ministerio no va a llevar el expediente a Bruselas. El proceso es largo, puede dilatarse entre cuatro y cinco años.
-¿Consesa va a tener una postura al respecto?
-En Consesa hay una representación mayoritaria dentro de la Asociación constituida para obtener la IGP. Dentro de la asociación hay empresas que tienen un gran interés y también las hay que están menos interesadas. Desde el punto de vista del marketing, hay que tener en cuenta que se trata de una decisión de mercado de cada compañía: por ejemplo, si tengo una marca potente y el reconocimiento de mis clientes y consumidores, no necesito una IGP, pero creo que es una apuesta estratégica, un asunto importante para el sector y que este es el momento para hablar de la necesidad o no de una IGP. Mi labor ahora es trasladar los intereses de Consesa a las instituciones y a la asociación que promueve la IGP.
-¿Cómo vislumbra el futuro para el sector?
-El sector vive un momento de incertidumbres. Hay factores que nos permiten ver el futuro con optimismo, caso de que parece que se acierta a adivinar el fin de la pandemia y a que la hostelería vaya recobrando el ritmo de actividad. Pero también hay aspectos que invitan al pesimismo, como es el impacto en los precios de las subidas de las materias primas, envases y transportes. No siempre es fácil trasladar a los clientes estos incrementos de precios. Normalmente si subes los precios bajan las ventas. Es importante que la próxima campaña se desarrolle con normalidad y las tallas de las capturas sean las adecuadas. Y también creo fundamental, de cara al futuro, que la sociedad completa que es la industria la que da valor al pescado y que son los empresarios de este sector, muy implicados, los que generan puestos de trabajo y riqueza.
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Ana del Castillo
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