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Si hay algo tienen en común el pueblo de Novales y el levante son los limones. El microclima especial que envuelve a este valle próximo a la costa occidental y la calidad del sustrato de los terrenos de la zona, con un importante pasado minero, ... convierten a esta pequeña localidad de Alfoz de Lloredo, en un vergel para los cítricos y otros frutales.
La gran diferencia de los limones del norte con los del Mediterráneo reside en la corteza y el aroma. De ellos se extrae menos zumo pero mucho más perfume. Los de Novales ganan en sabor. Aún hay quien se extraña de esta tradición hortofrutícola del valle. Y lo cierto es que los limones de Novales están documentados desde el siglo XIX. «Entonces ya se vendían limones a los barcos que atracaban en Oreña, en puerto Calderón, para tratar el escorbuto», cuenta Lidia Mena, tan novaliega como los limones del valle.
La Flor de Limón es la primera plantación dedicada al cultivo del limón en la región, y además ecológica. Emilio Cuesta y Lidia Mena adquirieron hace unos años esta parcela de algo más de siete mil metros, con la idea de iniciar un proyecto de turismo rural con seis cabañas, pero encontraron innumerables trabas administrativas. «Nos cambiaron la idea por completo. No era el proyecto que nos ilusionaba así que desistimos. Nos quedamos con la finca y se nos ocurrió poner en marcha la producción de limones ecológicos, fichamos a mi hermano Guillermo y plantamos los primeros 250 árboles».
Lo que empezó siendo algo experimental se ha convertido en un proyecto ilusionante que acaba de despegar. En algo más de una hectárea de terreno al resguardo de los vientos, cuentan ya 450 árboles limoneros de la variedad Eureka y 50 arbustos de caviar cítrico Citrus australasica, ambas certificadas en ecológico desde 2021; y otros 20 de lima kaffir.
El caviar, Citrus australasica, es un arbusto originario de las zonas subtropicales de Australia. De apariencia similar a un olivo o boj, es en este pequeño vergel una plantación experimental. «Aún no sabemos como les afectan las lluvias, si prefieren la orientación norte o sur...». Llama la atención como estos pequeños frutos exóticos, cuyo interés en la alta cocina es cada vez mayor, crecen tan resguardados, rodeados de pinchos. El fruto es muy pequeño, algo más grande que la aceituna y se recoge una vez al año. «Cuando nacen son verdes como las limas, pero a medida que van madurando se oscurecen. Sabemos que la temporada es ahora, este año incluso se ha adelantado. Están listos cuando al cortar el fruto están formadas las bolitas, sino la pulpa queda lisa, como una lima o limón», explica Lidia.
El pasado mes de marzo alumbraron –en sentido literal– este proyecto familiar. «Ha sido una odisea, un camino nada fácil», confiesa Lidia. «Sabíamos que tardaríamos unos años en tener la plantación activa, pero de ahí a esperar un año para tener luz con la nave lista, te desespera, te mina, incluso llegan a surgir miedos que antes no teníamos, cuando la confianza en el proyecto era 100%».
Hasta el verano pasado no han tenido limones suficientes para buscar clientes... «No maduraban, fue muy curioso... Pero a medida que hemos ido teniendo, hemos ido dando pasos, acudiendo a ferias, a mercados... La ventaja del limón es ser un fruto de cuatro estaciones, que se puede recoger en función de la demanda».
Los limoneros tardan entre cuatro y cinco años en dar fruto, y los arbustos del caviar lo mismo. «El pasado año recogimos unos 120 gramos y este año hemos tenido algo más para llevar a una feria ecológica en Río Corvo. Tenemos restaurantes y tiendas ecológicas muy interesadas en él, pero despierta interés tanto a profesionales como particulares. Por lo que hemos visto en los mercados a los que hemos acudido, no hay una línea parecida a la nuestra».
Sin trayectoria empresarial en este tipo de cultivo, en casa de Lidia y Guillermo siempre hubo limoneros. «Hemos ido aprendiendo, poco a poco, leyendo mucho hablando con gente experimentada como Tomás Cobo. Mucho ensayo y error».
A Guillermo Mena le costó tomar la decisión pero finalmente se dejó convencer por su hermana. Necesitaban alguien con experiencia en el manejo de maquinaria y ese era él. Ahora, asegura, «estoy empezando a detectar las necesidades de los árboles. A ver las ramas y saber cuáles son las que tengo que quitar».
Los tres han cambiado la visión de esta plantación y están dando más pasos hacia la agricultura regenerativa. «No queremos quedarnos solo en ser ecológicos. Queremos que la forma en la que cultivamos nuestro producto defina nuestro modelo. Estamos en ese proceso, por eso tenemos la hierba alta en algunas zonas, para dejar reservorio a los insectos. Ellos nos ayudan a controlar las plagas, como las mariquitas y los saltamones que se alimentan del pulgón».
Para la poda utilizan un sistema en copa. «Mantenemos el centro vacío para que así se airee y estén más sanos. Ahora que precisamente estamos estudiando la bioagricultura, lo que pretendemos es entender la forma natural de los árboles y el crecimiento de la hierba. Cuando está óptima, cuando hay que segarla y cuando no... Si no la cortamos y solo la aplastamos conseguimos un efecto similar al pastoreo regenerativo y así se enriquece la hierba y se nutre mejor el suelo. Pensamos que siempre hay otra manera de hacer las cosas, nos hemos planteado, incluso, introducir algún animal en la finca, pero lo iremos viendo».
El proyecto ha ido evolucionando, «y nosotros con él». Al principio solo era una plantación ecológica de limón pero las ideas de transformar los limones fueron llegando. El año pasado lanzaron el primero, la mermelada. «Nos la elaboran en Liébana con todo el fruto, incluida la piel. Al tener mucha pectina queda muy gelatinizada, de textura similar al membrillo y va muy bien con los quesos. La hemos probado con todo».
Después Emilio propuso el polvo de limón (por cada 200 kilos se obtienen unos 20-25) y las rodajas liofilizadas. Un snack muy interesante que cuando se hidrata por completo suelta todo el perfume. «La esencia de nuestros limones, 100% natural y sin aditivos». Para infusionar en una copa, para acompañar desayunos, postres, ensaladas, tés... Un proceso el de ultracongelación y deshidratación que por el momento no realizan en sus instalaciones, «la maquinaria es muy costosa», aclara.
Este cítrico, además de su venta en fresco, es la base de una línea de negocio que está a punto de estrenar un nuevo producto. El primer limoncello cántabro. Para esta bebida alcohólica solo emplean la parte amarilla de la piel y la pulpa, pero «estamos haciendo pruebas para elaborar también una limonada natural con el resto».
Los planes de futuro más inmediatos pasan por solicitar la IGP para el Limón de Novales y no depender de los limones de otras plantaciones. «Ahora les compramos para elaborar las mermeladas y los liofilizados porque aún no ha estallado la producción, será el próximo año. Entre 100 y 200 kilos de limones produce un limonero adulto».
No descartamos incluir otras especies y algún aguacatero porque «crean muy buenas sinergias», pero el objetivo es tener toda la plantación en ecológico, incluida la línea de productos. «Si queremos plantar nuevos árboles tienen que ser ecológicos, sellados y certificados. También estamos en proceso certificarnos como vivero, pero necesitamos ampliar espacio».
(solo con agua), cepillan y secan los limones ecológicos. Junto a la zona de lavado están las cubas donde ya está macerado el primer limoncello cántabro que están a punto de embotellar con el nombre Sincio Novaliego, el 'limoncellu' artesano de Novales (30º). En la más pequeña se macera el alcohol con las pieles de limón y en la otra se mezcla el alcohol de melaza con el almíbar. «Utilizamos el alcohol más neutro que se obtiene mediante la destilación y rectificación de los caldos fermentados directamente de la remolacha». La primera fase ya está lista para embotellar, una primera tirada de unas mil botellas. «Hemos hecho muchas pruebas, con muchos tipos de licor, y este era el que más nos ha gustado».
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