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PD. Comer solo en la gambara del Etxebarri, sin prisas ni distracciones, te eleva muy por encima del tejado. Las nubes filtran la luz que cae sobre la mesa desde la ventana cenital y el único sonido es el de las escaleras que anuncian un nuevo plato. El producto tiene tal presencia que la vajilla pasa inadvertida, pero no así los cubiertos. En esta casa las herramientas son los brazos. El cuchillo de una pieza de Laguiole incrustado en una gran piedra de sal recuerda a Excalibur. No es difícil sentirse Arturo al final del almuerzo.
El perfume de las brasas

El perfume de las brasas

UN COMINO ·

Benjamín Lana

Santander

Lunes, 7 de mayo 2018, 15:05

Hablar de Bittor Arginzoniz a estas alturas de la vida es una tarea tan delicada como asar angulas a las brasas. Hay unanimidad en el mundo entero sobre su trabajo y su talento –en su caso quizás vayan por ese orden– lo cual ... simplifica mucho la labor periodística si uno quiere simplemente repetir lo ya sabido, pero si la aspiración es trascender a las historias ya contadas sobre utensilios y producto cocinado sobre la leña la cosa se complica.

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