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El debate sobre la España vaciada y los problemas que ocasiona el despoblamiento rural es recurrente en los últimos años. Cuando se esbozan salidas, una de las más señaladas por expertos y políticos está vinculada al sector agroalimentario, en la medida que éste puede traccionar, generando proyectos, riqueza y puestos de trabajo a partir de las oportunidades y condiciones de estos territorios. El escenario se complica cuando se pone el foco en las áreas de montaña, donde los productores agroalimentarios ya instalados tratan de abrirse paso superando las dificultades de unas comarcas deficitarias en infraestructuras y alejadas de los núcleos de consumo. Sin embargo, desde hace unos años, tienen a su alcance la posibilidad de adherirse a un sello de calidad, 'Productos de Montaña', que apenas se está aprovechando y que está a la sombra de otros como la DOP o la IGP.
Cantabria concentra el 3% de los municipios de montaña de toda España. De sus 102 ayuntamientos, 82 son municipios de montaña, lo que se corresponde con un 80%. En las comarcas de Pas Iguña, Reinosa, Tudanca-Cabuérniga, Liébana y Asón el 100% de sus municipios son de montaña. En la comarca Costera, 32 de sus 52 municipios son de montaña, un 62%.
La superficie total de las explotaciones en Cantabria es de 359.274 ha, de las cuales 336.141 ha son de montaña, equivalen al 94% (datos de un informe del Ministerio de Agricultura de 2017).
Con este horizonte, resulta anecdótico que tan solo seis productores se hayan registrado en la Odeca con la marca «producto de montaña», un término de calidad facultativo como ha reconocido la Unión Europea. Este término se emplea únicamente para describir productos destinados al consumo humano, en relación con los cuales:
a) tanto las materias primas como los piensos destinados a los animales de granja provengan fundamentalmente de zonas de montaña;
b) en el caso de los productos transformados, la transformación se efectúa igualmente en zonas de montaña.
La economía rural puede y debe beneficiarse de la aplicación de regímenes de calidad para los productores agroalimentarios que recompensen sus esfuerzos para producir una diversidad de productos de calidad. Tal es particularmente el caso de las zonas menos favorecidas, de las zonas de montaña y de las regiones más remotas, cuyo sector agrario representa una parte significativa de su economía y cuyos costes de producción son elevados. En este sentido, los sellos de calidad pueden contribuir y servir de complemento a las políticas de desarrollo rural. Sin embargo, lo que nació con buenas intenciones, apenas se está desarrollando.
En Cantabria, el Gobierno regional a través de la Oficina de Calidad Alimentaria (Odeca), como señala su responsable Fernando Mier, «ha comenzado a trabajar con este sello hace algo más de dos años, pero se carece de un logotipo que pueda identificar estos productos como sucede con otros sellos de calidad. Es algo que corresponde a la UE, porque no se puede concebir que cada autonomía tenga su propio sello». No obstante, Mier advierte que la proliferación de sellos puede generar confusión en el consumidor ya que un mismo producto en Cantabria puede disponer hasta de cinco diferentes.
José María Alonso, responsable de Quesoba junto con su hermano Álvaro, cree que en su caso este sello representa una ventaja, «porque hoy en día sacar una nueva DOP o IGP es muy complicado. Esta marca nos permite defender la calidad diferenciada de nuestros productos por los valores que tiene la montaña, suelos, clima, aire y agua más puros y limpios de contaminación. Estamos en zonas exclusivas y en Cantabria el concepto montaña siempre ha vendido bien».
Respecto a las ayudas, Alonso dice que la forma de producción y transformación de las materias primas características de estos territorios deberían tenerse más en cuenta a la hora de definir las líneas de ayudas al medio rural y a los productores agroalimentarios. Además, pone el foco en lo interesante que es vincular el turismo gastronómico con los sellos de calidad y con los espacios naturales protegidos. En Galicia ya han legislado en esta línea.
Desde el corazón de Liébana, Javier Blanco, uno de los socios de Picos de Cabariezo, explica las razones que les llevaron a registrarse como Producto de Montaña: «Este sello representa un apoyo a producto local, al elaborador de pequeñas cantidades en unas condiciones más complicadas, de forma artesanal. Aquí tenemos que luchar contra la orografía, con la falta de mecanización... No podemos ser ni intensivos ni extensivos. Las viñas son las que son y también hay que pelear contra los elementos y hasta con la fauna. En nuestro caso, como te descuides, te lo comen el corzo, el jabalí, los pájaritos y hasta el oso».
Por ello, Javier no descarta que «un proyecto que trata de afianzar a la gente en el territorio rural, que requiere muchos esfuerzos y que trata de dotar de alma a cada producto, debe tener ayudas porque estamos creando una senda por la que seguir y para poder mantener la población en las áreas de montaña».
Juan José Hierro, en Bárcena de Cicero, elabora la sidra artesana 45 Amigos a partir de 1.600 manzanos ubicados en Moncalián. En su caso, «esta certificación demuestra una forma de producir diferencial en unas condiciones determinadas. En un valor referenciador que representa autenticidad, artesano y que avala que se cuida el proceso de principio a fin», además de un instrumento efectivo para mejorar la comercialización de sus productos y reducir el riesgo real de confusión de los consumidores. En este caso, Hierro cree que más que ayudas directas lo que necesitan estos productores son políticas de mejora de las infraestructuras, algo que va más allá que una simple subvención: «Por ejemplo, una ayuda a un productor no llega para arreglar caminos de acceso a las fincas o solucionar el déficit de las conexiones a internet. Además, también es muy necesario que se agilicen los trámites».
El productor agroalimentario en Cantabria tiene en sus pequeñas producciones artesanas de calidad uno de los principales argumentos para salir a un mercado cada día más competitivo. Para hacer viable sus explotaciones, no pueden despreciar cualquier herramienta y este sello de 'Productos de Montaña', adecuadamente explicado y promocionado, puede ser una garantía más para el consumidor.
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