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Patricia Rodríguez (Cabezón de la Sal, 1984) no se conforma con la primera opción, aunque sea la más cómoda. Lo descubrió cuando en su casa ... la 'invitaron' a estudiar Farmacia, en lugar de Gastronomía, que era por lo que ella suspiraba. «Lo veían más como un hobby». Nunca ejerció como farmacéutica, «no me interesaba lo más mínimo». Y un buen día decidió apostar por lo que le había entusiasmado desde pequeña: la cocina. Desde 2010 no ha parado de formarse y de aprender. Ha pasado por las cocinas de los más grandes, como Dani García o el cántabro Óscar Calleja. Hizo un máster en una de las instituciones académicas de gastronomía más prestigiosa de España, la Basque Culinary Center, y descubrió el mundo de la formulación, «ahí me cambió la vida. Dejé de ser esclava de los libros de pastelería y de las cantidades exactas». Hace dos años pasó a formar parte del equipo de MasterChef, donde se ocupa del lado más dulce del programa.
-¿Cómo llegó hasta los fogones de MasterChef?
-Todo surgió gracias a la oportunidad que me brindó Pilar Bay (del departamento de producción del programa) de impartir, ya hace dos años, una clase de pastelería a los aspirantes del programa, en la que les propuse mi peculiar visión de la pastelería, implementando ingredientes que habitualmente no se utilizan en pastelería, como chuleta de vaca tudanca, palomitas de maíz, perejil o mezcal. Desde ese momento pasé a formar parte del departamento culinario del programa y pasito a pasito sigo aprendiendo y aportando mi granito de arena, gracias a la confianza que deposita en mí Macarena Rey, productora ejecutiva del programa.
-¿Cuáles son sus cometidos?
-Durante la grabación, mi principal función es compartir con jueces y dirección toda la información de lo que ocurre minuto a minuto, a la vez que ofrezco asistencia a los concursantes, asegurándome de que no les falten medios para llevar a cabo sus elaboraciones. Previamente, junto con el departamento de arte, mi trabajo consiste en proporcionar y supervisar todos los ingredientes necesarios para las elaboraciones. El resto del tiempo me encargo de impartir formación en técnicas de pastelería a los concursantes y diseñar postres para futuras pruebas.
-¿Qué no nos enseñan las cámaras? Deben de ser un gran equipo y no todo será tensión, como se ve en el programa.
-MasterChef es una gran familia, que ama profundamente su trabajo y lo hace con pasión y muchísima ilusión para que esté listo hasta el último detalle. Tanto es así que, además de verlo y vivirlo durante las grabaciones, estamos pegados al televisor cada vez que se emite un nuevo programa.
-¿MasterChef ha ayudado a dar la importancia que se merece a los platos de postre?
-Desde luego. Doy fe que, desde que conozco el programa, la exigencia con los postres ha ido a más, tanto en técnica como en exactitud e importancia. De hecho, en las últimas repescas precisamente la exactitud, precisión y minuciosidad que requiere la pastelería han sido claves a la hora de decidir quién era merecedor de volver a nuestras cocinas.
-¿Diría que en Cantabria se es demasiado tradicional en el terreno de los dulces?
-Sí, en rasgos generales. Es cierto que la tradición es el cimiento imprescindible para cualquier evolución, y apoyándose en ella, tenemos genios haciendo auténticas maravillas, como por ejemplo Momper con esa línea de chocolates gourmet, nacidos en nuestra tierra, con sabores tan sorprendentes como el de curry o anchoas, y en el mundo de la alta cocina tanto Jesús Sánchez como Óscar Calleja, cuyos postres cruzan los límites de lo establecido para hacernos soñar.
-No solo se vive de anchoa. El hojaldre de Cantabria está haciéndose un hueco importante en Madrid, a través de proyectos como el de la Confitería Santos o la hojaldrera Estela Gutiérrez ¿Se vende lo suficientemente bien la gastronomía de la región fuera?
-Creo que tenemos un potencial brutal que aún no hemos sabido hacer brillar lo suficiente. Cantabria es una tierra rica en productos de todo tipo, desde materias primas hasta productos elaborados, por no hablar de los profesionales que se han alimentado e inspirado de ellos para crecer y afianzar su propio estilo. En la capital tenemos una importante presencia, pero no en el resto del país. Queda muchísimo trabajo por hacer para poner en valor todo el tesoro gastronómico que poseemos.
-Estudió Farmacia, porque lo que era su pasión, la gastronomía, en su casa no les parecía una profesión seria. Sin embargo, con 26 años apostó por lo que quería. Ahora, forma usted a pasteleros en MasterChef. ¿Hay que ser más tenaz a la hora de perseguir los sueños?
-Creo que no hay nada más gratificante que poder conseguir aquello que en un principio parecía imposible. Cada lágrima ha merecido la pena y poder transmitir lo que he ido aprendiendo estos años es un auténtico privilegio. El apoyo de los que han creído en mí en todo momento tiene un valor incalculable. A día de hoy mi padre ha cambiado el prisma desde el que ve la gastronomía y está tremendamente entusiasmado.
-¿Le gustaría tener su propia pastelería en un futuro?
-Después de haber vivido la experiencia en obrador, industria, alta cocina, televisión, docencia, I+D..., creo que lo que más me apasiona es la docencia, pero no descarto montar mi propio negocio en el futuro. Sería más una postrería que una pastelería, donde el cliente pudiese sumergirse en una experiencia dulce que le hiciese evadirse de su realidad por unos instantes.
-¿Dónde toma su postre favorito en Cantabria?
-Soy de gustos muy tradicionales. Hay muchos sitios aquí donde bordan el dulce, pero me quedo con la gran variedad de postres caseros del Hotel Valle de Cabezón, a destacar su tocinillo de cielo. Y en Las Redes, en San Vicente de la Barquera, el flan de higos.
-Una receta no muy complicada para compartir estas Navidades
-Galletas de Navidad (tipo cookies): 250 gramos de mantequilla, una taza y media de azúcar, un huevo, una yema, ralladura de dos naranjas, dos tazas y un tercio de harina, una cucharadita de bicarbonato, una cucharadita de maicena, dos cucharaditas y media de canela molida, media cucharadita de nuez moscada, dos cucharadas de sésamo tostado molido, una taza y media de gotas de chocolate y una pizca de sal. Precalentamos el horno a 190 grados. Trabajamos la mantequilla a temperatura ambiente junto con el azúcar. Cuando tengamos la mezcla bien homogénea, agregamos el huevo, la yema y la ralladura de los cítricos y trabajamos. En este momento echamos el resto de los ingredientes y mezclamos todo muy bien. Formamos bolas de tamaño de una pelota de golf, disponemos separadas (ya que con el calor se expanden) sobre una bandeja de horno con papel vegetal y aplastamos ligeramente. Horneamos durante 10 minutos y dejamos enfriar sobre una rejilla. Adorareis su sabor y el aroma que desprenden al hornearlas.
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Ana del Castillo
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