En estos tiempos que corren hay muchas personas que son alérgicas o intolerantes a determinados alimentos. Es algo que preocupa a la población, ya que puede ocasionar malestar e infelicidad y en determinadas circunstancias puede causar la muerte. Pero hay mucha confusión y conviene aclarar ... los conceptos. Porque intolerancia y alergia son cosas muy diferentes.
Las alergias alimentarias se producen en aquellas personas en las que, por diversas causas, su sistema inmunitario identifica erróneamente algún componente de un alimento como algo peligroso, como si fuera un virus o una bacteria dañina y reacciona en consecuencia. Pero esta respuesta es tan violenta a veces que puede llegar a causar la muerte del afectado a través de un proceso agudo y dramático que se llama reacción anafiláctica. Los principales agentes alérgenos son algunas proteínas de determinados alimentos, que por orden de frecuencia son: mariscos, cacahuetes (maní), frutos secos, pescado, huevos de gallina, leche de vaca, trigo y soja.
La alergia alimentaria afecta al 8 por ciento de los niños y al 4 por ciento de los adultos. Muchos niños pueden presentar una reacción alérgica a algún alimento que desaparece con la edad. Es muy importante que la primera vez que le demos a comer a un niño algún alimento potencialmente alergénico lo hagamos en una pequeñísima cantidad y esperamos a ver si hay reacción.
La intolerancia alimentaria no es una alergia. El sistema inmunitario juega un papel secundario. Aquí lo que sucede es que el organismo tiene dificultades o es incapaz de procesar algunas sustancias presentes en determinados alimentos. La reacción del organismo frente a alguno de estos alimentos es menos violenta que la de la alergia. Es un proceso inflamatorio, que, si es leve, apenas origina síntomas frente a porciones pequeñas del alimento. Pero puede producir malestar y enfermedad si el consumo es cuantioso o reiterado en el tiempo. Dos ejemplos. La enfermedad celíaca es una afección inflamatoria crónica del aparato digestivo que se desencadena por una incapacidad de digerir y absorber ciertas proteínas presentes en los cereales, el gluten. La enfermedad celíaca no es una alergia y nunca se producirá una reacción anafiláctica por mucho pan que se coma ¡Ojo, que una persona puede ser también alérgica a las proteínas del trigo!
Otra cosa algo diferente es la intolerancia a la lactosa, el azúcar de la leche. Todos los animales mamíferos dejan de poder digerir la lactosa tras el destete, esto incluye a los seres humanos. Desaparece de su intestino el enzima lactasa, el que digiere la lactosa. Así que la condición normal del ser humano es la intolerancia a la lactosa. Pero hace más de quince mil años en algunos individuos que habitaban en el centro de Europa apareció una mutación que se denomina 'persistencia de la lactasa'. Sus intestinos no dejaban de producir lactasa y empezaron a poder digerir la leche. Hoy día poseen esta facultad en su genoma un 30 por ciento de la humanidad, sobre todo los de origen europeo, el resto son 'naturalmente' intolerantes.
Sean prudentes pero sin angustiarse. Y si sienten malestar frente a algún alimento vayan al especialista a que les haga un diagnóstico certero.
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