¿Qué sabes sobre la bota de vino?
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En 1897, y por Real Orden, se estableció que los soldados españoles ubicados en Cuba recibirían uno de estos odres como parte de su equipo. Lo ingenió Juan NaranjoEstoy convencido de que ya sabéis todos que la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de los Diputados ha aprobado eliminar la comercialización de utensilios de plástico no reutilizables –cubiertos, platos y vasos de plástico– a partir de 2020.
Ante esta noticia, he recordado ... que tenemos la obligación y el derecho de conocer nuestro pasado, revalorizando aquello que tantos años perduró y hemos dejado aparte, por la modernidad o por la presión de los mercados. Y entre los olvidados tenemos a dos inventos de nuestro país: el botijo y la bota de vino, creados ante el calor de nuestros campos. La tradición de la bota de vino, no la podemos perder.
Desde la Antigua Grecia
Nos tenemos que remontar a la Antigua Grecia, cuando la Odisea cuenta que Ulises embriagaba a Polifemo utilizando vino en odres. En la Biblia también aparecen referencias, acordémonos de Noé.
En El Quijote podemos leer: «Sancho caminaba muy despacio sobre su jumento, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga...».
En 1882, José María de Pereda en El sabor de la Tierruca, escribía: «Tomó, por no desairar la oferta, una castaña y se llevó a los labios la bota de vino; y debió infundirle ánimos la cortés acogida, porque, en vez de seguir su camino, sentose con los de Cumbrales».
Pocos años más tarde, en 1897, Juan Naranjo, diseñó la bota de vino reglamentaria del Ejército español y, por una Real Orden, se estableció que los soldados de nuestro país ubicados en Cuba recibirían uno de estos odres como parte de su equipo.
La bota en sí, es un pedazo de cuero cosido que clásicamente ha sido de cabra, y posteriormente han aceptado otras pieles, como la de ternera. Con un revestimiento interior, de un producto llamado pez, nombre curioso que de muchacho me llamó la atención, y que simplemente es una resina de pino o de enebro. En tiempos más cercanos, se suele recubrir su interior con otro producto extraído de los árboles, el látex. El cometido de estos recubrimientos es impermeabilizar la piel y que no pierda el líquido que contiene.
El látex, debido a que no trasmite aroma al vino, permite usar las botas para otros líquidos. Las clásicas, con revestimiento de pez, siempre sostuvieron que «da un buen vino», pues se decía que el malo mejoraba en la bota.
Tiene una serie de bondades, como el conservar la temperatura, permitir un transporte sencillo y no precisar de otro elemento para beber su contenido. También podemos decir que es ecológica, a la par, que higiénica.
El beber de la bota tiene su 'técnica', pues no todos saben hacerlo. Siempre se valoró, entre otros detalles, el tiempo y cantidad de caída del chorro, e incluso, se penalizó al primero que se manchaba la camisa, pagando el rellenado.
Reconozco, que ahora que vivimos en un tiempo donde beber vino, muchas veces, se convierte en algo muy técnico, con copas específicas, la bota no nos va permitir valorar las fases de una cata: visual, olfativa, en boca, dado que el vino persiste muy poco tiempo en la misma.
La tradición de beber en bota fue asociada a jornadas de campo, excursiones, romerías o a comidas familiares en las que la bota pasaba de mano en mano y donde las risas estaban por encima del bouquet del vino. Tras cada ronda de bebida, casi siempre, aparecía alguna frase ingeniosa, o cuanto menos, graciosa. Ahora la juventud realiza también rondas con sus famosos botellones, pero entiendo que las frases que surgirán, serán menos interesantes.
Para finalizar, os recuerdo otros utensilios de nuestra cultura del vino que no debemos olvidar, como el porrón, los garrafones o damajuanas y los pellejos. El botijo va aparte.
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