
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En 2013, los historiadores Miguel Ángel Aramburu-Zabala y Consuelo Soldevilla publicaron un magnífico libro titulado 'Jándalos. Arte y Sociedad entre Cantabria y Andalucía'. A ... lo largo de sus páginas se pone de relieve el papel de los montañeses en el desarrollo de la viticultura en el Marco de Jerez a partir del siglo XVIII. Y en este contexto, recogen una cita de Richard Ford en la que dice: «La crianza, el cultivo y la terminación, por así decir, de estos vinos, es un trabajo de muchos años y es generalmente confiada al capataz, que a menudo se convierte en verdadero amo. No es frecuente que este importante personaje haya nacido en Andalucía o en alguna región vinícola de España; por lo general es asturiano o nativo de las montañas de las inmediaciones de Santander, que proveen a toda la Península de especieros y abaceros, a quienes por eso se conoce por los montañeses. Son famosos por lo extenso de su genealogía y la capacidad gustativa de su lengua».
Viene esta introducción a cuento del proyecto que han puesto en marcha –y que en estos días ve la luz en forma de su primer vino– de dos torrelaveguenses, apasionados y profesionales del mundo del vino –son socios durante quince años del Aula del Vino–, Fernando Terán y Roberto García Corona. Ellos han creado 'Sucesores Montañeses Terán & Tresgallo', una empresa cuya pequeña bodega almacenista está ubicada en Sanlúcar de Barrameda y, aunque parte de la tradición, se propone elaboras vinos actuales, singulares, 'únicos'... A partir del mosto que adquieren a proveedores de confianza, ambos realizan en botas (barricas) seleccionadas la crianza de ese mosto, el afinamiento y la creación del vino.
En contra de lo que podría imaginarse, no se trata de manzanillas o vinos típicos del Marco de Jerez. Como se pone de relieve en el primer vino que han sacado estos días al mercado, Saca nº 1 –así se llama y es la antesala de una serie bajo esta denominación–, está elaborado con palomino viejo del Marco de Jerez y verdejo de Valladolid.
Ambas variedades se vivificaron por separado y las primeras semanas reposaron en tanques de acero inoxidable. Una vez terminado su reposo en acero comenzaron su crianza biológica en botas de madera americana de 32 arrobas por separado, bajo velo de flor en estática en la bodega que Terán & Tresgallo tienen en el barrio alto de Sanlúcar de Barrameda.
Tras una crianza de 12 meses en botas con una edad de 40 años se procedió a su embotellado sin filtrar y posterior afinado. Los velos de flor de tamaño y grosor considerable se mantuvieron fuertes todo el año. Por último, se afinó dos meses en botella para controlar y facilitar el 'coupage' de las variedades.
El vino, un lote de 600 botellas, se va a comercializar en Cantabria y solo en hostelería, en sitios dónde se dé valor a lo que hay en esta relación entre Cantabria y Andalucía.
no de los socios, Roberto, que aporta al nombre de la sociedad el segundo apellido de su madre, explica como antes de llegar a Sanlúcar han trabajado en materia de márketing, desarrollo de producto y análisis sensorial con numerosas bodegas de diferentes zonas, pero cuando a partir de 2008 comenzó a viajar por razones de trabajo al Marco de Jerez percibió allí algo especial, «una conexión que no tengo con otros sitios». A esto se sumó la historia, los vínculos de Cantabria con numerosas bodegas, la presencia de apellidos montañeses, bastantes de los valles pasiegos. El fenómeno migratorio de los siglos XVIII y XIX explica que haya antecedentes de montañeses que se instalaron allí y montaron un negocio como almacenistas de vinos. Vienen rápidamente a la cabeza conceptos como el de 'jándalos' y el de 'chicucos', las tiendas de coloniales y los trasiegos de ida y vuelta.
Roberto mantiene la hipótesis de que existe un vínculo entre los vinos de lo que hoy es la DO Rueda con La Montaña y con el inicio de los vinos del Marco de Jerez. Las botas con vinos castellanos que llegaban a territorio cántabro, según Roberto, «algunas se quedaban aquí, pero otras se bajaron a la zona de Sanlúcar». Y esos vinos son los que García Corona interpreta que dieron origen al modo de proceder en el Marco de Jerez, «ya que antes no se stockaba vino. Es el carácter montañés de ahorrar y de guardar para prosperar el que marca tendencia».
Pero el vino es algo vivo y en esta zona andaluza su evolución biológica de modo natural está marcada por el ambiente, donde hay muchas levaduras en el aire. Esto es lo que genera el velo y provoca una cadena físico-química que evita la oxidación del vino. Todo ello, explica la complejidad e identidad de los matices y aromas de los vinos que hacen la crianza en la zona.
Fernando Terán y Roberto García han retomado el camino de los históricos chicucos...
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Ana del Castillo
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