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Al echar la vista atrás, nada tiene que ver la vida de María Leal y Andras Miklos Hajdu con la que tenían hace cinco años. De una gran ciudad como Londres, al campo de Sandoñana (Villafufre). De los papeles y el ruido de ... la oficina, a la tierra y el sonido de la naturaleza. Con su esfuerzo y dedicación, la pareja ha conseguido que lo que empezó como una huerta por afición se convierta en su modelo de vida y ahora, bajo el nombre de 'Tarruco', distribuyen de distinta manera sus productos ecológicos con origen pasiego.
La historia de estos dos emprendedores viene de lejos. Ella es salamantina −aunque desde pequeña ha mantenido lazos con Cantabria− e ingeniera de Montes. En cambio él, que es ingeniero Ambiental y Agrícola, es de más lejos, concretamente de Hungría. El camino de ambos se cruzó en Italia, pero acabaron en Londres. Fue ahí donde empezaron a «enredar», como explica él en un perfecto castellano, con un huerto ecológico. Era un momento en que los dos trabajaban en una empresa, pero decidieron comenzar una nueva aventura y darle la patada a ese estilo de vida.
Y cogieron buen impulso, porque de Inglaterra pasaron a España, a Cantabria. Concretamente Sandoñana (Villafufre). El objetivo: llevar al siguiente paso ese pequeño huerto que comenzó en tierras británicas. «Era venir aquí o ir a Hungría, y elegimos este lugar por su clima, y su cercanía con el mar», recuerda Hajdu, que también apunta a otros motivos como «el económico».
Todo eso fue allá por el 2015, cuando se instalaron y comenzaron a preparar la tierra, plantar los frutales, el fruto pequeño y la huerta; además de instalar los invernaderos, establecer el gallinero y solicitar los certificados de cultivo ecológico.
Los inicios no fueron fáciles, sobre todo porque «a pesar de que son similares», el clima no es igual al de Inglaterra. «Aunque sea constante, en Londres la lluvia más bien es un chirimiri, en cambio aquí si te pilla una buena tormenta cántabra ahí te quedas», valora el húngaro. Además, añade que aquí «hace más frío y más calor». De hecho, reconoce que en sus inicios «seguimos con el ritmo de plantación de Londres, pero aquí no funcionó».
Ahora, todo lo que comercializan es de producción propia y ecológico certificado por el CRAE, cultivado sin pesticidas ni fertilizantes químicos. Se encargan de hacer todo el proceso de la planta ellos mismos desde la semilla, para garantizar al máximo la calidad de sus plantas. Para ello cuentan con algo más de dos hectáreas de finca.
Actualmente venden verdura de temporada (como tomate, calabacín, puerro, zanahorias...) y se han especializándose en brotes para ensalada con distintas lechugas. Y los frutales, que se plantaron hace casi cinco años, ya están a punto de empezar a producir manzanas, peras, ciruelas, cerezas, higos y frutos pequeños. A su vez, en su línea de producción incluyen verduras poco comunes, pero muy valorados gastronómicamente como marca distintiva.
La venta se realiza bajo pedido online en su web (pincha aquí), donde ofrecen cada día lo que tienen disponible con puntos de entrega en Sarón, Selaya, Santander y Torrelavega. En Cabezón de la Sal distribuyen a través de un grupo de consumo. Para establecerse al inicio, acudieron a la Agencia de Desarrollo Comarcal Pas-Pisueña-Miera. «Nos ayudaron con los trámites de subvenciones y nos introdujeron en una red de contactos», comenta Hajdu.
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