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András y María, recogiendo peras. Alberto Aja.
Tarruco: «El público está concienciado con nuestra manera de producir y el origen
Un proyecto familiar

Tarruco: «El público está concienciado con nuestra manera de producir y el origen

María Leal y András Hajdu van camino de cumplir una década al frente de esta huerta ecológica con la que dieron un giro de 360º a sus vidas

Miércoles, 28 de agosto 2024

Hoy en día la tecnología es una constante en nuestras vidas, forma parte de las rutinas y se ha vuelto indispensable en cualquier empresa, independientemente del área de actividad y el lugar en el que opere. También en la agricultura y también en el medio rural, aunque a veces, nos siga sorprendiendo. Ejemplo de ello es la huerta ecológica Tarruco, que desde su finca en Sandoñana (Villafufre), lo demuestra cada día.

Así lo han reconocido los Premios Click Rural Pyme, que en su segunda edición –recientemente fallada– han galardonado a este pequeño proyecto familiar por su uso de herramientas de gestión interna, las cuales, explica María Leal –copropietaria de la empresa junto a su pareja András Hajdu– «nos han permitido ser más eficientes e ir evolucionando desde tecnologías sencillas hasta utilizar aplicaciones más enfocadas a productores». Pero no sólo eso, María reconoce que la innovación y la digitalización han sido «claves» en todas las facetas de su proyecto y el uso de las redes sociales es otro ejemplo. «Nos han ayudado mucho a darnos a conocer y siguen haciéndolo para conectar con posibles consumidores».

Y en paralelo al trabajo de oficina, el de campo, donde convergen lo tradicional y lo innovador en una «búsqueda constante por mejorar los procesos para ser más eficientes». Un principio rector de su actividad al que se une «el cuidado de la salud del suelo y la mejora de la biodiversidad para conseguir mejores cosechas y productos», afirma.

Producción pequeña y variada

Desde su huerta 100% ecológica, María y András –junto a Araitz, empleada a tiempo completo– cultivan más de setenta productos diferentes, en total, unas trece toneladas de verduras y hortalizas al año. Cuentan con gran variedad de brotes para ensaladas, microbrotes, aromáticas, verduras de hoja, raíces, verduras de fruto, árboles frutales y flores de corte para ramos y arreglos. Y entre todo ello, puntualiza la emprendedora, «los productos estrella son la zanahoria y los distintos brotes para ensalada, que por suelo y clima podemos ofrecer durante la mayor parte del año».

En cuanto a las vías de distribución, principalmente realizan venta directa a través de la web –con puntos de entrega en Selaya, Torrelavega, Cabezón de la Sal, Sarón y Santander–, en la asociación Efecto Ecológico y en algunas tiendas y restaurantes. Todo ello entre un público objetivo que «valora la calidad del producto y está concienciado con la manera de producirlo y su origen», opina María.

Visitas, conservas y otros retos

Tras casi una década de actividad, la pareja habla con satisfacción de su trayectoria en el gremio. «Es y ha sido un aprendizaje constante, empezamos muy motivados pero con poco conocimiento, por lo que hemos tenido que ir desarrollando nuestro propio modelo hasta transformar lo que era un pastizal en un terreno que alimenta a muchas familias cada año y del que disfrutamos cada día».

Pero no ha sido un camino de rosas. «Es muy difícil mantenerse en este sector», admite María, «hay muchísimos retos» y aunque desde el principio contaron con el asesoramiento del grupo de acción local de Valles Pasiegos sí observan que con las características de su proyecto «es complejo acceder a ayudas y muchas veces la administración tampoco está familiarizada con el tipo de iniciativa». En esos primeros compases, recuerda, también resultó duro «empezar desde cero con la finca, darnos a conocer, acceder a los mercados semanales o incluso encontrar una vivienda de alquiler permanente en una zona rural».

Con el paso de los años y la experiencia adquirida, los retos han ido también evolucionando y entre ellos, cita María, están «mejorar el balance entre la vida laboral y familiar, hacer crecer la rentabilidad del proyecto y nuestras infraestructuras».

Cuestión de tiempo que así sea, porque ideas no faltan en Tarruco. Por un lado, han realizado pequeñas incursiones en las experiencias agroalimentarias, con visitas guiadas bajo demanda y algunas jornadas de puertas abiertas, aunque «nos gustaría desarrollarlo más en el futuro». Les interesa también hacer venta directa en la finca, incrementar la producción hortícola de invierno e incorporar la elaboración de conservas a partir de algunos de sus productos.

Toda la producción está bajo el régimen de ecológico. Jaime Aja.

«Sandoña es un tesoro escondido que nos enamoró»

En 2015 María y András decidieron dar un vuelco a sus vidas y dejar atrás su vida en Londres. Ambos trabajaban en la universidad Imperial College London, András en proyectos relacionados con el cambio climático y María en temas de epidemiología medioambiental, pero querían «una vida más conectada a la naturaleza».

Tomada la decisión, llegó el momento de elegir destino. Sobre el mapa, dos opciones: España y Hungría, sus dos países de origen. Se decantaron por el de María aunque fuera del punto de mira quedó Salamanca, su tierra natal. «Buscábamos un clima moderado, verde, con montañas, cerca del mar... y yo conocía Cantabria por mi familia, así que nos centramos en esta zona y Villafufre nos llamó la atención, primero por tener terrenos más acordes a nuestro presupuesto y luego, cuando llegamos a Sandoñana, el sitio nos enamoró, es un tesoro escondido», cuenta María.

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