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Además de ser una estupenda manera de que los niños coman verduras, esta semana proponemos una receta sencilla, con un sabor increíble y delicado. Además, es una elaboración sencilla, porque como veréis con los ingredientes que os paso a relatar no entraña ninguna dificultad ... y el resultado es más que vistoso.
Necesitaremos calabacines, dependiendo del tamaño de la tarta que vayamos a hacer: uno si es para dos personas o un par de ellos si lo que preparemos está pensado para entre dos y cuatro comensales; unas lonchas de jamón serrano, y el queso brie, aunque podéis utilizar el queso que más os guste siempre que funda bien. A mí también me parece que queda genial con el ahumado de nata.
Para la base utilizaremos unas hojas de pasta filo o, si os parece engorroso o no os gusta este tipo de masa, con hojaldre también sale bien.
Engrasamos con aceite un molde de tarta desmontable, redondo a poder ser, y precalentamos el horno a unos 180º. Vamos montando las hojas de pasta en el molde y pincelándolas con aceite una a una. Utilizaremos cinco capas y, aunque los extremos sobresalgan del molde y nos queden irregulares, no nos importará porque luego, una vez horneada, los quitaremos.
Una vez tengamos la masa en el molde vamos cortando el calabacín, bien limpio y sin pelar, en rodajas finas lo más parecidas posible unas a otras, y las salteamos en una sartén con unas gotas de aceite de oliva hasta que pierdan la rigidez que suelen tener.
Vamos poniendo una capa de calabacín en el fondo de la masa, seguidamente lo cubrimos con unas lonchas de jamón, que sean lo más finas posibles, aunque se rompan no pasa nada, y después encima el queso. Volvemos a montar otra capa de calabacines y repetimos el resto de la operación anterior hasta que por lo menos hayamos montado tres capas.
Terminado el proceso de montaje, lo metemos en el horno unos 20 minutos o hasta que veamos que los bordes de la masa adquieren un tono dorado tirando a tostado y estén crujientes.
Lo sacamos y lo desmoldamos con cuidado retirando el exceso de masa que haya en el borde, como os dije antes.
Regamos con un chorrito de aceite de oliva y espolvoreamos por encima alguna hierba, a poder ser fresca; orégano, tomillo o cebollino le van que ni pintado.
Veréis qué sencillo, qué rico y qué ganas de repetir os van a entrar.
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