La tradición asturiana bien actualizada

Les puedo recomendar fervientemente el salpicón de centollo que guarda todo el sabor de la carne del mismo, con un aliño muy sutil, pero también la fabulosa coca de sardina con un sofrito de berenjena perfectamente medido para que el lomo de ésta, con toda su grasita que se funde en la boca, sea protagonista. Aún así, cuando vayan la carta habrá cambiado porque se adapta a la temporada y probablemente ya no sea lo mismo que el pasado martes. Como debería ser en todos los restaurantes.

En época de bonito, lo probé tanto escabechado e híper jugoso (con un escabeche tímido de vinagre) como a la plancha para terminar la comanda. «Es un plato que nadie pide, lo tengo porque me gusta a mí» comentó Pablo cuando le mencioné lo mucho que me gustaron los tallos de acelga con puré de sus hojas y un toque muy liviano de jamón. Todavía nos cuesta comer verdura.

Buen calamar a la plancha, con textura y lleno de sabor, y algo grasiento el guiso de pulpo con 'patatines' en el que el pulpo se perdía por un fondo potentísimo pero en el que las patatas de la textura del pulpo eran un acierto.

Dejen hueco para el postre porque los que elabora Begoña merecen ser probados. Riquísimo el hojaldre con nata de La Fontona y fresas y también muy lograda la tarta de melocotón; ambos con fruta como protagonista y con un nivel de azúcar controladísimo para no saturar el final de una excelente comida.

Funciona muy bien el tomate relleno de una espuma de salmorejo con jugo de remolacha; son deliciosas las vainas con almendra en una especie de ensalada; y está muy lograda la berenjena, que primero se quema a la brasa para luego ser terminada a baja temperatura en el propio jugo que suelta el vegetal. No pueden faltar las croquetas de jamón que siguen la receta que ya hace muchos años perfeccionó Esther: un finísimo rebozado exterior, una bechamel láctea y cremosa que no líquida y el justo punto de jamón para reconocerle perfectamente. Tampoco el torto, primera receta de Nacho, sobre el que reposa un revuelto de cebolla caramelizada con el justísimo punto de queso azul para que el dulzor del conjunto no abrume.

Del menú tradicional se ha de terminar tanto con el arroz con pitu como con la fabada. El primero es de grano perfecto de cocción, con un resultado meloso y sabrosísimo, y ese pollo de origen americano cocinado suavemente para que su carne permanezca tiernísima. La segunda presume de faba sedosa, caldo ligero y compango que sorprende por su calidad y sutileza. Además, tienen buen pan y un servicio cuidado que hace todo con diligencia y una sonrisa. A mejorar el café, como les comenté. Si tienen suerte y hay sobras del huerto se podrán llevar una bolsita con producto del mismo y si hace buen día, como el jueves, el café en la terraza será maravilloso.