La tradición de la mantequilla artesana languidece
Cantabria en la Mesa ·
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En Cantabria, y especialmente en los Valles Pasiegos, la práctica de la elaboración doméstica fue generalizada y la reputación, altaLa mantequilla artesanal, una fuente de grasa imprescindible para muchas elaboraciones culinarias, tanto de repostería como de masas y salsas, o simplemente para untar pan en el desayuno, está en franco retroceso y ha sido sustituida por las producciones industriales más económicas, pero ... sin las propiedades organolépticas que tiene el producto que durante siglos se preparaba con las natas de la leche en las viviendas del medio rural por parte de una población estrechamente vinculada a la actividad agropecuaria.
La mantequilla se obtiene batiendo la nata y eliminando parte del agua que todavía contiene esa emulsión. Este producto lácteo tiene un contenido graso del orden del 80%, pero suele quedarle entre el 15 y el 18% de agua y en muchos países se utiliza para freír y cocinar. En el año 2019 se produjeron en España 43.600 toneladas de mantequilla (casi 5.000 menos que un año antes ). El consumo medio por español y año es de 0,3 kg con un gasto aproximado de 2,6 euros.
Asociamos la mantequilla a un tono amarillento y en más de una ocasión nos podemos haber preguntado la razón si la leche es blanca. La explicación está en un colorante natural que se llama caroteno, también presente en las zanahorias. Este pigmento se encuentra en la hierba con la que se alimentan las vacas y de ahí pasa a la leche. Si nos fijamos bien en la leche recién ordeñada percibiremos unos tonos marfil, amarillentos, pero como la leche refleja la luz, esta nos parece más blanca. La mantequilla, por contra, apenas refleja la luz, por lo que la percibimos con su verdadero color amarillento.
Artesanal frente a industrial. La mantequilla industrial se elabora en procesos rápidos que separan la grasa del suero. Para ello generalmente se emplean natas pasteurizadas y congeladas que se baten con métodos industriales. Por el contrario, para la mantequilla cruda se emplea habitualmente una nata cruda, solamente refrigerada, que se bate no tan rápido y durante más tiempo, incluso hasta dos horas antes de comenzar el proceso manual de amasado. También incluye decisivamente, además del proceso, la alimentación de las vacas que ha proporcionado la leche, la materia prima imprescindible.
La percepción de la mantequilla puede variar en función de la época del año, ya que la alimentación en los pastos no es lo mismo en primavera que en invierno. Más hierba fresca, mantequilla más amarilla; si la alimentación es de paja o pienso, el tono será más blanquecino.
Se trata de un recurso para conseguir más cualidades gustativas y más variedad de sabores. Además, la sal absorbe el agua contenida en la mantequilla y ese agua luego se evapora más deprisa, con lo que se consigue una mantequilla más densa. Además la sal permite una mejor conservación a falta de neveras.
Es recomendable envasarla herméticamente ya que la mantequilla absorbe muchos sabores. En la nevera debe estar tapada.
La mantequilla se puede obtener con la leche de diferentes animales como la oveja, la cabra, la búfala, pero la más conocida -y próxima- es la de vaca, que proporciona un producto excelente siempre que responda a las siguientes características: una grasa densa, un sabor fresco, un color uniforme, sea suave y fácil de extender y de fundirse en el paladar.
Respecto a su origen, como siempre complicado de precisar, hay que vincularlo a la aparición de la ganadería, en el Neolítico. De época sumeria (3500 aC) y de época egipcia (1500 aC) hay testimonios de su elaboración; sin embargo, para griegos y romanos fue un producto 'bárbaro', que empleaban en lugar del aceite. Esto quizá explica que en Italia no entrase hasta el siglo XV. Al respecto, Óscar Caballero, un uno de sus libros señala que «en Francia, hasta el siglo XVI no hay mantequilla ni en los libros de recetas ni en la cocina cotidiana».
Volviendo a la Edad Antigua, ya Plinio aclaraba que la mantequilla era un producto cotizado: «De la leche se obtiene la mantequilla, un manjar muy apreciado por los bárbaros, cuya degustación diferencia a los ricos del populacho».
En el siglo XIV se extiende su elaboración por Normandía, el valle del Loira, Suiza y Países Bajos, ampliándose sus ámbitos geográficos progresivamente en los siglos siguientes.
Los estudios de los doctores Manuel Arroyo y Pedro Casado Cimiano de los años ochenta del siglo pasado representan una gran aportación al conocimiento de la mantequilla en la región en todas sus facetas.
Tras explicar que el origen del término en España procede de la palabra manteca, vinculan las denominaciones en otros países (burro en Italia, beurre en Francia y butter en Gran Bretaña y Alemania) al término latino butyrum.
Ambos investigadores y grandes divulgadores en el ámbito agroalimentario apuntan a que ya los cántabros pudieron emplear la manteca hecha con leche, butyrro, para sustituir al aceite.
Hasta mediados del siglo XIX la producción de la leche era todos los lugares un episodio de dimensiones locales. El ganador, como señalan Arroyo y Casado, vendía la leche a sus vecinos o la transformaba en quesos y mantequillas para aprovechar el excedente. Además, tanto la leche con los productos con ella elaborados tenían una salida en los mercados locales o comarcales.
En el último tercio del siglo XIX, por efectos de la Revolución Industrial, mejoran los transportes y las comunicaciones, asistimos a un proceso imparable de creación de grandes urbes cuya población demanda alimentos a una escala más industrial que artesanal. Esto también afecta a la mantequilla, cuya elaboración se industrializa a raíz de la invención de la desnatadora centrífuga, a la que se suma la aplicación de la refrigeración mecánica, de gran importancia para los productos lácteos.
Así, comarcas como los Valles Pasiegos o localidades como Lanchares, en Campoo, donde también hubo una gran tradición en la elaboración de mantequilla, se ven progresivamente relegadas a un segundo plano frente a una industria que en la actualidad absorbe la práctica totalidad de la demanda.
En la región se mantienen puntuales referencias de elaboración de mantequilla más allá del ámbito doméstico como La Pasiega de Peña Pelada o La Jarradilla, pero en los últimos años han fracasado proyectos para que haya en la región una empresa competitiva que elabore mantequilla, aunque solo fuera para abastecer por proximidad y calidad a los obradores de sobaos donde tantas toneladas de mantequilla se emplean cada año y a otros artesanos que fundamentalmente se dedican a la elaboración y comercialización de productos dulces.
En los años ochenta se iniciaron los trámites para que la mantequilla de Cantabria consiguiese un sello de calidad como en la actualidad tiene la DOP de Soria. Pero, pese a la calidad reconocida fruto de unos pastos, de una cabaña ganadera y de una leche de primer nivel, así como de unos arraigados conocimientos de los procesos, la iniciativa no cuajó.
«En un libro tan serio como este no podíamos por menos de localizar la cocina española dentro de sus límites religiosos, pero su localización principal es, sin embargo, la localización geográfica. Tierra de sol en sus cuatro quintas partes, España tiene más olivares que prados, y donde no hay buenos prados no hay buena cocina, porque la gran base culinaria es, sencillamente, la hierba. Claro que yo no voy a recomendarle a nadie el uso de la hierba como comestible —aunque, en algunos casos, la recomendación estaría indicadísima—, pero hay unas máquinas naturales, llamadas bueyes y vacas, que transforman la hierba en carne y en leche, permitiéndonos a nosotros transformar esta en crema, nata, queso y mantequilla, y aquella en asados, cocidos, fritos, emparrillados, etcétera. A cualquiera se le ocurre que, dado el estrecho parentesco de la carne con la mantequilla, la mantequilla ha de acompañar a la carne mejor que el aceite. En un plato de carne, la mantequilla es como una restitución de las substancias perdidas, mientras que el aceite no puede ser nunca más que una sustitución».
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