Trayectoria ascendente

En La Venta de Castañeda se destila pasión por la cocina tradicional y se rinde culto al producto de Cantabria, especialmente de temporada. Santiago contagia entusiasmo cuando se habla de cocina y de promoción de los productos regionales, no en vano es miembro activo de las cofradías de la anchoa y del hojaldre. Además, aquí se promocionan los Valles Pasiegos y se advierte un esmerado servicio y atención al cliente, siempre con una cocina tradicional, de producto y de temporada, que es el eje conductor del discurso, donde hay una carta más formal para el día a día y una carta de hamburguesas y pizzas de tipo italianas, de elaboración propia, para las noches.

La terraza, ubicada junto al aparcamiento propio, es una parada casi obligada para tomar el aperitivo antes de entrar en el restaurante a almorzar. Aquí apetece un vino blanco de Cantabria, un vermut preparado o una cerveza junto a una ración de rabas.

Ya dentro, en uno de los tres comedores del establecimiento, llega la carta, equilibrada y con opciones para todos los gustos, aunque las referencias sean la carne roja de Cantabria con sello IGP y suministrada por AgroCantabria; los guisos de cuchara elaborados a fuego lento por el propio Santiago desde primera hora de la mañana en una olla ferroviaria; el lechazo al horno; el milhojas de berenjena y bacalao -una plato que quien lo prueba siempre repite-; varios tipos de arroces; los espárragos gratinados rellenos de gambas y mero; en pescados, la lubina salvaje preparada al horno con una patata panadera y el rodaballo; y el capricho de Santa Cruz con chocolate caliente.

Es costumbre aquí que en la mesa se sirva un aperitivo para abrir boca. En esta ocasión, un caldo y un bombón de foie sobre una tosta de sobao pasiego. Ideal para compartir son varias raciones calientes de la carta como los callos de bacalao con huevo de codorniz, las mollejas salteadas con setas de temporada, las croquetas caseras de carne, el queso Divirín gratinado y acompañado de una mermelada amarga de naranja, el pulpo a la brasa o la parrillada de verduras.

De cuchara, además de las alubias rojas, también merece la pena probar el cocido montañés. Y quien busque una alternativa, ahí están los arroces, cremoso con carabineros, caldoso con bogavante, paella mixta o fideuá de marisco con ali oli.

Chuletón, entrecot o solomillo son las tres opciones que pasan por la parrilla y que tienen muy buena acogida entre la clientela. Se trata de carnes maduradas en torno a los treinta días y que llegan a la mesa en un punto óptimo.

Además del lechazo, también se ofrecen aquí chuletillas, rabo estofado al vino tinto, secreto ibérico a la miel, manitas o hamburguesa.

Entre los postres caseros, la referencia es el capricho de Santa Cruz junto a la tarta de queso y el arroz con leche. Son buenos también los helados.