Secciones
Servicios
Destacamos
El gran salto se produjo en 2007. Las urnas del domingo 27 de mayo de aquel año arrojaron el saldo de 99.159 votos y 12 diputados para el PRC en los comicios autonómicos. Una gran cosecha para el partido de Miguel Ángel Revilla, a ... quien José Luis Rodríguez Zapatero había hecho en 2003 presidente del Gobierno de Cantabria PRC/PSOE, a pesar de ser el candidato menos votado de los que entonces obtuvieron representación parlamentaria. Cuatro años después, el regionalismo crecía en más de 30.000 votos y el generoso aliado socialista resultaba el principal damnificado, para confirmar el viejo aforismo de que toda buena acción recibe siempre su justo castigo. En 2011, el imparable ‘tsusami’ del PP dio a Ignacio Diego la mayoría absoluta y desalojó a Revilla del poder, aunque el PRC mantuvo el tipo, con 98.887 votos y de nuevo 12 diputados. Y en 2015, la irrupción de la nueva política con Podemos y Ciudadanos golpeó a los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, pero apenas hizo daño al PRC, 97.185 sufragios y los 12 diputados de rigor, sólo uno menos que el PP, hegemónico en Cantabria durante décadas. Ahora, a 16 meses de la cita con las urnas de 2019, los regionalistas se frotan las manos porque creen que sus 100.000 votos en números redondos, consolidados en tres elecciones consecutivas, serán imbatibles esta vez. Las crisis internas de sus rivales y la probable redistribución de fuerzas en el centro-derecha por el avance de Ciudadanos autorizan el optimismo regionalista.
«El PRC ya es mucho más que Revilla», proclama el propio líder regionalista. Lo diga sinceramente o con la boca pequeña, el caso es que tiene bastante razón. El partido y sus dirigentes manejan los recursos del poder gubernamental y suman, además, la fuerza de sus 41 alcaldes. Es la formación que más bastones de mando tiene. Domina la Cantabria rural, ha invadido algunos feudos tradicionales del PP y cogobierna con el PSOE un buen número de municipios importantes. O sea, una poderosa maquinaria electoral. Regidores y dirigentes municipales del PRC acarrean con eficacia, calcula la cúpula del partido, unos 70.000 de los casi 100.000 votos autonómicos, si bien la impronta personal de Revilla sigue siendo indispensable.
Pero los pronósticos felices se estrellan a veces contra las sorpresas tan frecuentes en las citas electorales. Una teoría alude al voto de castigo. Si en 2015 el electorado golpeó con furia al PP de Diego, esta vez puede sancionar el hartazgo de Revilla quien, con 75 años recién cumplidos, cada vez deja entrever con más claridad su intención de buscar, si la salud le respeta, la gran victoria electoral que culmine tan larga carrera política.
Los populares y los demás partidos de la oposición censuran a coro el tiempo que el presidente Revilla dedica a las televisiones. Lo cierto es que esas críticas ya fueron intensas hace cuatro años, hasta el punto de que transmitieron una notable preocupación al propio PRC, pero el despliegue mediático no perjudicó a Revilla en las urnas, sino más bien todo lo contrario. Claro que entonces estaba en la oposición y no tenía como ahora la responsabilidad de dirigir un Gobierno con el que Cantabria no acaba de despegar hacia la reactivación económica y la creación de empleo que otras comunidades constatan.
Lo que resulta llamativo es que con una gestión poco lucida, a la espera de comprobar cómo se desarrolla este año decisivo que cierra la legislatura, no ya los partidarios, sino también los rivales vean tan probable la victoria regionalista en mayo de 2019. Como si la cohesión interna y el liderazgo innegable de Revilla sea suficiente para ganar por defecto de sus rivales en esos mismos ámbitos.
En realidad, el PRC cree que puede crecer un poco, pero no espera ni que el PP se desplome totalmente, porque su base electoral seguirá siendo importante, ni que Ciudadanos se dispare tanto, sin una estructura regional ni un candidato solvente. Lo que sí confían los regionalistas es que ese trasvase a favor del partido de Rivera les convierta por primera vez en el partido más votado y, claro, que Ciudadanos no les quite votos también a ellos, que todo puede ser.
La preocupación regionalista es Íñigo de la Serna. Esperan que no sea el candidato popular, pero aún así es el enemigo a batir. El desafío está servido. En el discurso del PRC, De la Serna es el paladín del PP y también el alto representante de Mariano Rajoy, por lo tanto corresponsable del olvido y la deuda histórica del Estado con Cantabria. El ministro se propone dinamitar esa coartada de un Gobierno Revilla inoperante con los proyectos multimillonarios que trae en su cartera. El PP presume de ministro rumboso con Cantabria mientras sus adversarios del PRC y del PSOE, en su escrutinio crítico al titular de Fomento, hasta añoran los tiempos de Ana Pastor, ¡y hasta de Francisco Álvarez Cascos!, en el ministerio. En esta dialéctica en bucle se plantea la batalla electoral.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.