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Más de 115.000 cántabros viven en riesgo de pobreza
Cantabria ·
Los hogares que tienen dificultades para llegar a fin de mes crecieron hasta el 65% en 2018, según la Encuesta de Condiciones de Vida del INESecciones
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Los hogares que tienen dificultades para llegar a fin de mes crecieron hasta el 65% en 2018, según la Encuesta de Condiciones de Vida del INEEl 19,9% de la población de Cantabria, más de 115.000 personas, vive en riesgo de pobreza, un porcentaje que se eleva hasta ... el 25% si se tienen en cuenta también las que están en peligro de exclusión social; el 65,4% de los 240.000 hogares de la región tiene dificultades para llegar a fin de mes; y más del 11% de las familias están afectadas por una nula o baja intensidad en el empleo. Estas son algunas de las principales conclusiones que deja la Encuesta de Condiciones de Vida de 2018 elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) a partir de los ingresos en los hogares y cuyos resultados se dieron a conocer este jueves, mientras Miguel Ángel Revilla era elegido, por cuarta vez, presidente de Cantabria en el Parlamento. Su Gobierno tiene una ardua tarea por delante para revertir estos dolorosos números.
Todos los indicadores analizados reflejan que la situación ha empeorado en Cantabria respecto a 2017 y que la recuperación de la crisis es relativa y se está aún lejos alcanzar la situación que se vivía antes de ella. Al cierre de 2018, el 19,9% de los cántabros se encontraba en riesgo de pobreza, lo que significa que tienen ingresos inferiores a los 8.500 euros anuales, unos 708 al mes. El porcentaje es dos puntos superior al del ejercicio anterior; cuatro si se compara con el de 2016; y sólo encuentra dos precedentes peores a lo largo de la presente década: el de 2010 (20,1%) y el de 2014 (20,6%), cuando se tocó fondo. Cabe recordar que la población en riesgo de pobreza es un indicador relativo que mide la desigualdad, no mide la pobreza absoluta, sino cuántas personas tienen ingresos bajos en relación al conjunto de la población.
20.888 personas sufrieron en 2018 carencias materiales severas, es decir, que no dispusieron de, al menos, cuatro de los nueve conceptos que se consideran básicos para vivir.
Poco empleo. Más del 11% de las familias están afectadas por una nula o baja intensidad en el empleo, lejos del 6,8% que existía antes de la crisis que hizo perder tantos empleos.
Problemas para pagar. El 6,4% de los cántabros sufrió retrasos a lo largo del último año para poder pagar gastos relacionados con la vivienda principal (hipoteca, alquiler, agua, luz, gas...).
11.239 euros fueron los ingresos medios por persona en Cantabria en 2018, casi 200 euros por debajo del conjunto de España y 3.000 euros menos que el País Vasco.
Vacaciones prohibidas. El pasado año, el 43% de los cántabros no se pudo permitir irse de vacaciones al menos una semana, 16 puntos más que en 2017. La media nacional se situó en el 34,1%.
Otra circunstancia para la alarma es que cualquiera de las comunidades vecinas presentan mejores datos: en el País Vasco se encuentra en esta situación el 8,6% de la población; en Asturias el 14%; en Castilla y León el 16,1%... Si se quiere ver la botella medio llena, la media en España se sitúa en el 21,5%, punto y medio más que en Cantabria. Los territorios peor parados son los del sur de la península -Extremadura (37,6%) y Andalucía (32%)- y las islas Canarias (32,1%).
Los ingresos medios en Cantabria se situaron en 2018 en 11.239 euros por persona -sin variaciones respecto al año anterior-, menos que la media del conjunto del país, cifrada en 11.412 euros, con el País Vasco a la cabeza (14.722) y Murcia a la cola (9.111). Si se analiza la renta por hogar, los ingresos anuales descendieron hasta 26.888 euros, 136 menos que hace un año y 1.500 menos que el conjunto del país.
Con estos ingresos, no es de extrañar que 156.000 hogares cántabros tengan dificultades para llegar a fin de mes. El 65,4% del total frente el 54,1% de 2017. Con mayores o menores problemas, pero no viven desahogados. El 10% llegan con muchas dificultades; el 25,6% con problemas; y otro 30% con cierta complejidad. La evolución indica que los dos primeros indicadores han crecido frente a este último, es decir, que las familias tienen cada vez más dificultades. Unas circunstancias que impiden afrontar cualquier gasto imprevisto: el 34% de los hogares así lo reconoce.
Más datos desesperanzadores que revela la encuesta del INE. Las personas que sufren carencias materiales severas han experimentado también un ascenso: son ya cerca de 21.000, un 3,6% de la población, frente al 2,2% que existía en 2017 (entonces eran 12.760 cántabros). En esta categoría se engloban aquellas que no dispusieron de, al menos, cuatro de los nueve conceptos que se consideran básicos para vivir (lavadora, calefacción, teléfono, pagar a tiempo los recibos...).
En detalle, el 43% de los cántabros no se pudo permitir el pasado año irse de vacaciones al menos una semana, frente al 34,1% de la media nacional; el 6,4% tuvo retrasos en los pagos relacionados con su vivienda principal (hipoteca, alquiler, agua, luz, gas...); 19.000 de ellos no pudieron permitirse una comida de carne, pescado o pollo al menos cada dos días; y más de 30.000 no pudieron mantener la vivienda a una temperatura adecuada al carecer de recursos para pagarse la calefacción.
Por su parte, el 11,2% de los hogares sufren una nula o baja intensidad en el empleo, es decir, que sus miembros trabajaron durante el pasado año menos del 20% del total de su potencial. La cifra, llamativa, también superior a la de 2017, se encuentra muy lejos del 6,8% que existía antes de comenzar la crisis que se llevó por delante tantísimos empleos.
El crecimiento de todos estos últimos parámetros conduce a que el riesgo de exclusión social en Cantabria haya ascendido el pasado año hasta el 25% de la población, cinco puntos más que los que deparó el estudio del INE en 2017, lo que la convierte en la tercera peor cifra de la presente década. Como consuelo, es un punto inferior a la que depara la media nacional. Esta tasa se calcula siguiendo el indicador europeo Arope, que combina las variables ya citadas de personas que viven en el umbral de pobreza, la carencia material severa y la intensidad en el empleo.
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