Más de 1.600 cántabros de 65 años se han vacunado contra el herpes zóster

Esas complicaciones afectan cada año en Cantabria a unas 2.000 personas, como se recuerda en la invitación enviada por correo postal a los convocados para ponerse la protección, «muy segura y efectiva», destacan desde Sanidad. La lista de destinatarios de esta primera tanda supera los 8.000. Hasta ahora se han remitido alrededor de 6.000 cartas y han acudido a su respectivo centro de salud a pincharse la primera dosis (la pauta completa son dos espaciadas seis meses) «1.603 personas, una media de 320 semanales», apunta el director general de Salud Pública, Reinhard Wallmann.

«Teniendo en cuenta que empezamos a mediados de marzo y que no se trata de una emergencia sanitaria, haber llegado al 25% de cobertura hasta la fecha no es un mal dato. Nuestro objetivo es alcanzar el 50% de la población diana», añade. «Vamos poco a poco, pero podemos decir que la tendencia es buena». De hecho, la experiencia de otras comunidades que van por delante –Madrid, por ejemplo– no es tan favorable.

«En todo caso, la previsión es ir ampliando la campaña dentro de unos meses a otras edades, que abarcarían desde los 66 a los 70 años». El volumen va a depender de las vacunas disponibles, es decir, de la respuesta de los llamados a protegerse en esta ronda inicial. En principio, la Consejería adquirió 14.000 dosis (1,7 millones de euros fue el presupuesto base de licitación). No obstante, en esa siguiente fase se aplicaría «una captura oportunista», avanza Wallmann, lo que implica que se ofrecerá la vacunación sobre la marcha a los pacientes que cumplan el criterio de edad cuando acudan a la consulta de su centro de salud por otros motivos.

Hasta que se ha empezado a administrar en población general, siguiendo la estrategia marcada desde el Ministerio de Sanidad, esta nueva vacuna únicamente había llegado a pacientes de riesgo (trasplantados, oncológicos, en tratamiento por VIH...). El gran peligro del herpes zóster, que empieza con una erupción cutánea alrededor del nervio en el que se aloja, con ampollas que pican y escuecen cuando se rompen y se hacen costra, es que, una vez superada la fase aguda de la infección, que puede durar en torno a una semana, no sólo puede dejar como secuela un dolor prolongado en el tiempo y que puede llegar a ser incapacitante (la llamada neuralgia posherpética), sino que, además, aumenta de forma significativa (hasta un 30%) el riesgo de sufrir un ictus. El síntoma más habitual es un sarpullido rojo en el torso –de ahí el nombre de culebrilla–, pero también puede aparecer alrededor de un ojo, en el cuello o en la cara.