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Ya se cuentan por miles los cántabros que no van a tener que elegir con quién comparten la Nochebuena ni volverse locos buscando en las farmacias ... a ver dónde quedan test de antígeno para compartir celebración con los abuelos con relativa tranquilidad. Tampoco tendrán que discutir cómo se organizan para sentarse en la mesa sin mezclar las burbujas familiares ni calcular las veces que deberán abrir la ventana para ventilar la estancia por si el bicho se ha apuntado al encuentro sin dar señales. La razón: a ellos les tocará pasar la Navidad en periodo de cuarentena.
La explosión de contagios de la sexta ola, que ya alcanza registros nunca vistos en Cantabria -el miércoles se confirmaron 741 positivos en un solo día, la cifra más alta de toda la pandemia- ha echado por tierra los planes, en muchos casos ya ajustados previamente a las actuales circunstancias, agravadas por la llegada de la variante Ómicron, mucho más contagiosa y que logra infectar sin problema incluso a los vacunados, especialmente si recibieron el pinchazo hace más de seis meses, debido al escape de inmunidad que le brindan sus múltiples mutaciones.
Sólo en los últimos siete días se han diagnosticado en la región 2.672 casos de covid. A todos ellos les va a coincidir la Nochebuena en plena fase de aislamiento, lo que condicionará también el plan del resto de sus familiares directos. A un mínimo de dos miembros por contagiado, son otras 5.500 las personas que también deberán prescindir de sus celebraciones navideñas fuera de casa o en compañía de otros allegados, si aún contaban con ello, y extremar las precauciones hasta que el riesgo pase. Es la situación que se da, por ejemplo, en aquellos hogares donde el test ha confirmado que el pequeño de la casa es positivo -o que lo es uno de sus compañeros de colegio o de guardería (con más papeletas de contagio sin la barrera de la mascarilla)-. ¿Y ahora qué hacemos? Probablemente sea la pregunta más repetida en las últimas fechas a medida que se han disparado los contagios. ¿Quién no tiene a estas alturas una circunstancia de este tipo en su entorno cercano? En los grupos de WhatsApp está a la orden del día.
Y la cuenta de los que pasarán la Nochebuena en cuarentena crece si se añaden los contactos estrechos de los positivos, que si no están vacunados -como ocurre con la mayor parte de los menores de 12 años, cuya campaña empezó hace justo una semana- también tendrán que guardar los diez días de cuarentena, aunque den negativo en la PCR. A los que ya tienen la pauta completa les basta con superar el filtro del primer test -si es negativo, esquivan la cuarentena-, incluidos aquellos que han tenido cerca a un infectado de Ómicron, que hasta esta misma semana también tenían que guardar los diez días de aislamiento aún dando negativo en la prueba, un requisito que el martes modificó la Comisión de Salud Pública. Ahora, sin protocolo que les obligue a ser más cautos, queda a expensas de la responsabilidad individual limitar los contactos para cortar las cadenas de transmisión por si el virus acaba dando la cara tras la fase de incubación.
Con los niños como uno de los colectivos más afectados en esta ola -la incidencia en este grupo de edad supera los 700 casos por cada 100.000 habitantes-, la escalada de contagios no ha tardado en tener su reflejo en el ámbito escolar. En los últimos días se han ido suspendiendo las clases de Infantil y Primaria por decenas al confirmarse algún positivo dentro. Hasta el punto de que se ha llegado a las vacaciones de Navidad con casi 150 aulas cuarentenadas. A una media de veinte alumnos por clase, son otras 3.000 familias que tendrán que adaptar su plan navideño a las exigencias del covid. Es decir, mínimo otras 9.000 personas que tendrán que renunciar a la fuerza a juntarse con el resto de la familia, si ese era el plan, porque han recibido el mensaje del colegio de que hay afectados en el aula.
Y no acaba el recuento ahí, porque también hay que tener en cuenta que la red de contactos puede alcanzar, en paralelo, a los grupos con los que comparten actividades extraescolares. Según el último informe de Sanidad, esta semana había once equipos en cuarentena, nueve de fútbol, uno de baloncesto y otro de kárate. Y eso sin contar, los casos que hayan podido derivarse de positivos en academias privadas (idiomas, bailes...) o de otro tipo de eventos sociales.
Sin perder de vista otro matiz que puede elevar aún más la cifra de cuarentenados. Y es que en los brotes desencadenados por la variante Ómicron, dada su elevada contagiosidad, la media de contactos por caso (cinco) se multiplica con respecto a los de Delta. Y la prueba es que si en las olas anteriores cabía la posibilidad de que el virus entrara en un círculo de amistades o de familiares afectando a unos sí y a otros no, ahora es más difícil librarse de la infección si ha rondado cerca y se ha bajado la guardia con las medidas de prevención (sin mascarilla y sin guardar la distancia).
Otra cosa es que se pase de forma asintomática o leve, lo que dependerá de la efectividad que aún tenga la vacuna. Por eso, Sanidad ha acelerado la administración de las terceras dosis para reforzar los anticuerpos. Que apenas dé síntomas y que sean similares a los que generan otros virus invernales es otra de las ventajas que encuentra el covid para propagarse de forma silenciosa. Las autoridades sanitarias piden extremar las precauciones, limitar los contactos y aplazar las celebraciones para mejor momento porque el volumen de contagios ya compromete la asistencia hospitalaria. Y esto no ha hecho más que empezar, advierten.
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