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m. angel castañeda
Martes, 8 de julio 2014, 08:23
La biografía de Leandro Valle González Torre (Santander 21/11/1919) nos presenta la vida de una persona infatigable, volcada en el servicio público, defensora de Cantabria y sus tradiciones, cabeza de familia ejemplar, forjador de amistades y alianzas y también la de un personaje renacentista que ha sido capaz de desdoblarse en diferentes facetas y de brillar en todas ellas.
¿A quién referirse para glosar la figura de Leandro Valle? ¿Al médico rural? ¿Al doctor que trató a miles de niños santanderinos? ¿Al alcalde de Camargo que impulsó el municipio? ¿Al emprendedor que creó en Cantabria la primera empresa capaz de producir agar-agar extrayéndolo de las algas? ¿Quizás, al inventor que construyó el primer tomógrafo en España? ¿Al senador que participó de forma activa en la Transición española? ¿Al presidente de la Diputación de Cantabria? ¿A la persona que intervino de manera decisiva para que Cantabria fuera región? ¿Al joven carlista que tuvo que escapar del Santander republicano en el año 1936 para salvar su vida? ¿Al ingeniero industrial honorario que tanto contribuyó en la adquisición y montaje de la rotativa de El Diario Montañés? ¿A uno de los fundadores de ADIC? ¿Al hombre que forjó una familia unida y ejemplar?
Leandro Valle, médico especialista en pediatría (doctorado en la universidad de Valladolid en el año 1944) ejerció en los años más duros de posguerra civil, en la zona de Cabuérniga y Los Tojos. Más tarde vino a Camargo como pediatra y médico de cabecera, pero siempre tuvo inquietudes, quiso mejorar la sociedad en la que vivía y para ello utilizó su gran talento para la ingeniería.
El primer tomógrafo
En la España autárquica y pobre vio un aparato de tomografía de fabricación alemana y, sobre la idea de la radiografía integral, diseñó y construyó, con la ayuda de un pequeño taller metalúrgico, el primer tomógrafo que funcionó en Cantabria.
Más tarde comprendió el valor que tenían las algas que llegaban de arribazón a nuestras playas y fue uno de los creadores del primer laboratorio, a escala industrial, que produjo el agar-agar destinado a productos farmacéuticos. En aquel momento, esa empresa supuso un avance tecnológico de envergadura y un paso decisivo en lo que hoy denominaríamos I+D+i.
El servicio público siempre atrajo al doctor Valle. Fue nombrado alcalde de Camargo en el año 1961 por su prestigio como médico de la zona y su capacidad de organización. Y durante un largo periodo mantuvo el bastón de mando hasta que en el año 1979 renuncia al cargo para presentarse a las elecciones al Senado, por la UCD, resultando electo. Fue una persona de gran relevancia e influencia para que en Cantabria la Transición fuera un éxito, porque supo entender la necesidad de construir un sistema democrático y de enterrar los enfrentamientos fruto de la Guerra Civil. Y lo hizo desde su posición conservadora, de una vieja militancia carlista, pero con el espíritu de concordia y entendimiento de un hombre que quería un buen futuro para España y los españoles. Su papel en la UCD y su aportación como diputado regional para lograr la autonomía resultó relevante, máxime por haber impulsado la definición de Cantabria como región autónoma a través de ADIC primero y más tarde de la UCD, partido en el que militó.
En el año 1964 resultó elegido diputado provincial y reelegido en 1970. Durante el mandato de Modesto Piñeiro como presidente de la Diputación Provincial ocupó la vicepresidencia de la institución. Cuando Piñeiro renunció al cargo, Leandro Valle pasó a ser presidente y en su mandato se logró la rehabilitación del Gran Casino de El Sardinero (inaugurado en diciembre de 1978) y la licencia de juego, ya que la operación se hizo junto con el Ayuntamiento de Santander en la etapa en la que fue alcalde Juan Hormaechea.
Su segunda vocación
La ingeniería fue la segunda vocación de Valle quien, sin tener una formación académica en esa materia, fue capaz de diseñar maquinaria, de mejorar muchas herramientas y de trazar planos complejos. Por sus aportaciones como ingeniero fue nombrado Ingeniero Honorario por el Colegio de Ingenieros Industriales de Cantabria. En política fue parlamentario de tono moderado y siempre fue un baluarte contra la corrupción, escrupuloso hasta el exceso en la rendición de cuentas y en la transparencia de la administración pública.
Cuando se jubiló como médico, y ya sin aspiraciones políticas, fue elegido presidente del Centro de Estudios Montañeses, institución en la que realizó hasta ayer mismo una ingente tarea de revitalización, así como puso especial acento en la publicación de obras y trabajos que han servido para profundizar en el conocimiento de la historia de nuestra comunidad.
Anécdotas
En la etapa de relanzamiento de El Diario Montañés, Valle colaboró mucho en la renovación de los equipos de impresión. Editorial Cantabria adquirió, a una empresa danesa, un sistema completo de maquinaria para empaquetar los periódicos y enviarlos a los puntos de venta. Para la instalación, compleja, vinieron varios técnicos daneses de la firma y trabajaron en Santander durante un mes. Leandro Valle estuvo desde el primer momento con ellos trazando planos, montando piezas y buscando soluciones a los problemas. Un día, uno de los daneses dijo que necesitaba que un médico viera a su mujer, que le había acompañado, porque tenía problemas estomacales. Valle le dijo que él mismo la visitaba y la atendía. El ingeniero danés no entendía el asunto y dijo: «Pero usted es ingeniero y lo que necesita mi mujer es un médico». Cuando Leandro le respondió que no, que no era ingeniero, que su profesión era la de médico, su interlocutor se quedó estupefacto.
En el año 2012 El Diario Montañés celebró su centenario y el Rey de España recibió, en La Zarzuela, al Consejo de Administración y a la dirección. Leandro le dijo al Rey: «Yo intenté entrar en este palacio disparando tiros y no lo conseguí y ahora lo logro de manera pacífica de la mano de un periódico». Explicó a don Juan Carlos que durante los últimos meses de la guerra civil estuvo en el frente de Madrid, precisamente atrincherado ante la Zarzuela intentando tomar esa posición, pero que la concentración de fuego de ametralladoras del ejército republicano impidió que el avance prosperase. Explicó que el fuego era tan intenso que desmochaba las ramas de los árboles. El Rey confirmó ese detalle diciendo que, en efecto, de vez en cuando caían ramas y que en ellas y en el tronco de los arboles aparecían balas.
De su aversión a los excesos y la corrupción da cuenta el incidente que surgió a raíz de la reinauguración del Gran Casino. Varias personas del Ayuntamiento adquirieron una joya para regalar a la que fue designada madrina del evento. Cuando Valle supo el importe del regalo y siendo copartícipe la Diputación del asunto, ordenó que se devolviera el obsequio.
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