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David Remartínez
Jueves, 4 de junio 2015, 13:34
Javier López Marcano, 60 años, político veterano y verboso, exconsejero pujante tan adulado como detestado, señor del PRC en Torrelavega y, durante la última legislatura, campo de bolos para los incesantes embates del PP, se encuentra hoy con un pie en el exilio tras los contactos de su jefe para montar un nuevo Gobierno regional bipartito. Miguel Ángel Revilla dispone de socio fijo, el PSOE, pero necesita además un valedor circunstancial que facilite su investidura en el Parlamento. Ese bastón de un día, que vale por cuatro años, se lo ofrece Podemos a cambio de una renuncia: ni un solo imputado en ninguna institución o ente público de Cantabria. Traducido, Podemos le reclama a Revilla que orille a quien antaño fuera su tácito sucesor.
Marcano está imputado por una presunta prevaricación en la compraventa del Racing en 2011 al empresario indio Alí Syed, ese presunto magnate que luego se transformó en moroso a la fuga. El acuerdo de Zurich que suscribió aquella transacción, sostenida por una compleja ingeniería financiera y cuando menos confusa, es hoy investigado por los tribunales a resultas de una comisión parlamentaria auspiciada por el Partido Popular. Es el único proceso judicial que todavía enfrenta Marcano, pero le puede suponer un portazo definitivo, incluso sin fallarse la sentencia.
El regionalista ha salvado cuantos combates judiciales le han planteado hasta ahora. Fue absuelto de presunta prevaricación al permitir que la empresa Vestas levantara un molino experimental de viento en Campoo de Enmedio, un proceso propiciado por la asociación ecologista ARCA. También salvó el litigio por la Casa de los Gorilas del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, obra que costó un millón y medio de euros y que se ejecutó sin licencia local, ni tampoco autorización de la Comisión Regional de Urbanismo (Crotu). O la demanda, empujada igualmente por el PP, por la presunta desaparición de unas decenas de cuadros propiedad de la Administración, parte de los cuales aparecieron en almacenes de su publicista y amigo Sergio Vélez.
También le acusaron en la comisión parlamentaria de la empresa pública Cantur de cobrar mordidas a cambio de adjudicar obras y servicios, pero nada en firme logró demostrar el PP. Marcano superó las denuncias con esa épica con la que gusta barnizar su imagen: El odio del presidente Diego es el gimnasio de mi fortaleza política, decía en una entrevista reciente publicada por este diario.
La constante escandalera sobre su gestión le obligó a replegarse durante buena parte del mandato actual, sin apenas intervenciones en el Pleno de la Cámara, ni tampoco ante las cámaras. Quien fuera mano derecha de su jefe rebajó el pistón hasta que, ya liberado de las sospechas en los titulares, reinició su actividad, devolviéndole algo de estopa a Diego. Primero llevó a la Fiscalía el sacrificio de lobos adultos en Cabárceno, y después avisó de otra denuncia por el arranque de las obras del teleférico del parque sin licencia. Marcano cogía pulso.
Y también carrerilla. A la par, fue reelegido como presidente de la Asamblea de Militantes de Torrelavega (sin adversario siquiera); colocó a su hijo, Javier López Estrada, como aspirante a la Alcaldía; y logró que Revilla le mantuviera en el pelotón de cercanos. El pasado 24 de mayo, Marcano, quien durante este tiempo tortuoso había contemplado el ascenso silencioso de su compañero Rafael de la Sierra como mando cotidiano del PRC, se colocó el número 5 de la lista autonómica. Lo cual, vista la tempestad atravesada, no parecía poco.
Ese renacer, sin embargo, ha sido frenado en seco por la exigencia de Podemos, que obliga a Revilla a decidir. Hasta la fecha, las declaraciones del regionalista sobre los entuertos de su antiguo delfín han sido, cuando menos, tibias: nunca le ha censurado, pero tampoco le ha defendido. Ahora tendrá que resolver sobre su sacrificio.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
José A. González, Sara I. Belled y Cristina Cándido
Álvaro Machín | Santander
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