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Álvaro San Miguel
Martes, 15 de marzo 2016, 08:44
El cántabro Nicolás Calzada, rescatador de Salvamento Marítimo, lleva dos semanas en Lesbos, pero sólo necesitó un par de horas en la isla griega para sentir todo el peso del drama que están viviendo los sirios que huyen de la guerra. «Acababa de llegar y nos avisaron de que había una embarcación llegando a la costa, así que salimos a por ella, la guiamos a puerto y empezamos a desembarcar a la gente. Me pasaron a un bebé de un año y nada más cogerlo en brazos se me agarró con fuerza. Desde entonces pienso en eso, en cómo se abrazó a un extraño. Aquí hasta el niño más pequeño se agarra a la vida sin saber lo que está pasando», explica desde la otra punta de Europa, usando el wifi de una cafetería para hablar por WhatsApp.
Fueron precisamente las imágenes de los niños ahogados en las playas de Grecia y Turquía lo que llevó a Nicolás a poner rumbo a Lesbos. Como padre de dos niños y rescatador de profesión, esas imágenes eran muy dolorosas. «Lo hago sobre todo por el tema de los niños. Verlos morir ahogados es muy duro. La diferencia entre esos niños y los míos es que han nacido allí. No hay más», explicaba a este diario antes de marcharse a Grecia con la ONG Proactiva Open Arms, que se dedica a salvar vidas en la mar y que trabaja desde septiembre en la isla de Lesbos.
Ahora que ha visto el drama de cerca, Nicolás asegura que en aquella isla griega pegada a Turquía conviven lo mejor y lo peor del ser humano. «España se está volcando en esto. La isla está llena de españoles echando una mano», dice con entusiasmo. Pero el tono cambia cuando habla de los negocios montados en torno a la desgracia de los refugiados. «Aquí hay gente que sabe cuándo van a llegar las embarcaciones y por dónde. Se ofrecen pasajes con 50% de descuento por tormenta y billetes con asistencia en tierra, que en realidad somos nosotros, los cooperantes».
El principio de acuerdo entre la Unión Europea y Turquía, que permitiría 'devolver en caliente' a los refugiados que llegan desde la costa turca, ha cambiado el panorama en Lesbos. «El ambiente está muy enrarecido desde que se supo lo del acuerdo con Turquía. Esto está lleno de guardacostas griegos y personal de Frontex (la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores). Ahora mismo apenas dejan trabajar a las ONG y son ellos los que están recogiendo las embarcaciones. Las suben a cubierta y las llevan a puerto directamente. El otro día vimos a un barco grande de los guardacostas griegos que llevaba a unas 600 personas hacinadas en la cubierta».
Así que los rescatadores de la ONG Proactiva Open Arms, que antes se encargaban de guiar las embarcaciones hasta la costa, tienen que tirar de imaginación para poder echar una mano. «En el sur no nos dejan patrullar, así que si nos para la Policía griega tenemos que decir que estamos haciendo entrenamientos». Así recorren la costa hasta que aparece un bote en el horizonte o reciben un mensaje desde el centro que coordina la intervención de las ONG en el sur de la isla. «Si llega antes la Policía se encargan ellos de guiarlos hasta la playa o el puerto, pero nosotros siempre vamos cerca por si la embarcación vuelca y hay que tirarse al agua a sacar a la gente. Ya en la costa, nosotros les ayudamos a bajar de los botes y allí son atendidos por otras ONG».
Ahora que las fuerzas policiales griegas y comunitarias han decidido intervenir en la recepción de los refugiados, el trabajo de Nicolás y el resto de rescatadores de Proactiva Open Arms se centra en garantizar la seguridad de las familias que viajan apiñadas en los botes de plástico. «Si nos ponemos a sacarles de sus embarcaciones para meterlos en la nuestra es posible que terminen volcando, así que intentamos tranquilizarles, guiarles a la costa y ayudarles a desembarcar». En las dos semanas que lleva en Grecia, el cántabro ha perdido ya la cuenta de las embarcaciones que ha visto llegar a la costa. «Llegan unos 500 refugiados al día, pero me dicen que es poca gente en comparación con otras veces».
Ayuda desde Cantabria
Nicolás y su compañero de Salvamento Marítimo Carlos Zabala, que también estuvo ayudando en Lesbos a finales de enero, están en contacto con otros cántabros que intentan echar una mano, como Fátima Figuero, quien con la ayuda de Cantabria Acoge, amigos y familiares ha recaudado más de 12.000 kilos de ropa, calzado y mantas para los refugiados del campo de Idomeni (Grecia). El Gobierno de Cantabria, siguiendo la cadena de solidaridad iniciada por los ciudadanos, se ha comprometido a hacer posible el envío de todo el material recogido.
Además, el Ejecutivo regional alzó la voz junto a otras diez comunidades autónomas para pedir al Gobierno de Mariano Rajoy que acelere la llegada de refugiados y se oponga al acuerdo que Europa podría firmar con Turquía el próximo jueves. Ayer mismo, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, se encargó de subrayar que «España condena las posibles devoluciones colectivas». Una frase que contradice las declaraciones de Rajoy tras conocer la propuesta turca: «Todas las personas que entren de manera irregular a la UE desde Turquía serán devueltas a Turquía y Turquía las aceptará, eso es lo más importante para todos», dijo el presidente en funciones.
Para los hombres y mujeres que miran al drama directamente a los ojos, los acuerdos internacionales son un eco lejano. «Aquí se te olvida todo eso. Sólo ves a personas como tú y como yo que están desesperadas, que te tiran a los niños en brazos para que les lleves a la playa antes de salvarse ellos. Ayer salimos a patrullar con una tormenta eléctrica que yo no salía ni de mi casa. Y esta gente ha hecho un recorrido de once kilómetros por la mar, con una embarcación de goma y llena de niños... Te rompe el alma ver esto, pero al mismo tiempo te llena poder ayudar a una gente que está desesperada. Prefiero quedarme con las miradas de agradecimiento de la gente».
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Ana del Castillo
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