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El profesor, en el banquillo de los acusados, fue juzgado ayer en la sección tercera de la Audiencia por abusos sexuales.
Los menores mantienen  en el juicio que el profesor de inglés les tocaba en clase

Los menores mantienen en el juicio que el profesor de inglés les tocaba en clase

El docente, que se enfrenta a una condena de nueve años, niega los abusos sexuales y dice que besaba y abrazaba a los niños porque es «muy cariñoso»

C. DE LA PEÑA

Miércoles, 16 de marzo 2016, 07:20

«Nunca les toqué en sus partes íntimas», clamó el profesor acusado de abusar sexualmente de dos alumnos de 8 y 9 años, a los que daba clase de inglés en su academia. José Adán N. S. dice que tiene «un carisma especial con los niños», que los abraza, los besa en las mejillas y los acaricia para responder a sus muestras de cariño porque «yo no rechazo a nadie que se acerque y me abrace». Pero todo lo hacía «de manera natural», sin obscenidad. Por eso, todavía no se explica por qué dos de esos niños contaron a sus padres que el profesor de inglés les sentaba en sus rodillas, les introducía la mano por debajo del pantalón y les tocaba los genitales, y los besaba, sí, pero en la boca. Por eso, después de pasar 48 días preso en El Dueso por pedófilo, tuvo que recibir tratamiento siquiátrico. Cuando se destapó el asunto, la Policía encontró fotos de adultos de contenido pornográfico en el ordenador de su casa, pero no de niños.

El relato de esos pequeños le llevó este martes ante la justicia, y le puede conducir de nuevo a la cárcel, porque tanto el fiscal como los padres de los dos menores pidieron al tribunal de la Audiencia que sea condenado a nueve años de prisión por dos delitos de abuso sexual.

El testimonio de esos dos alumnos es la principal prueba de cargo contra el procesado, por eso tanto el fiscal como el abogado de los progenitores mantuvieron su relato acusatorio después de escuchar cómo los menores reiteraron ante el tribunal que el profesor, aquel a quien tanto cariño tenían, les metía «la mano por el calzoncillo y les tocaba el pito» durante las clases. Uno de ellos llegó a asegurar durante la investigación que los tocamientos ocurrieron durante 16 días seguidos, entre los meses de febrero y abril de 2014, aunque ayer no lo pudo precisar. Los alumnos declararon a puerta cerrada y por videoconferencia en una sala anexa, lo mismo que sus dos compañeros de clase. Estos dos últimos nunca atribuyeron a José Adán nada obsceno ni sucio y tampoco lo hicieron ayer, cuando repitieron que el profesor nunca les tocó sus partes íntimas, ni tampoco vieron que se lo hiciese a los amigos de pupitre, un testimonio que contradecía lo expresado por uno de los menores, que declaró que el profesor también tocaba a su compañero.

Los sicólogos

El testimonio de los sicólogos y trabajadores sociales tampoco alumbró mucha luz sobre el caso, ya que después de explorar a los alumnos y escuchar su versión no pudieron concluir si su relato era creíble o no. Sólo la profesional que atendió a uno de los niños tras el suceso a petición de la madre pudo concluir que a pesar de la brevedad de la exposición la narración era compatible con un caso de abusos.

Fueron los padres de los niños quienes declararon más contundentemente contra el procesado. El primer padre denunciante contó cómo un día, cuando fue a buscar a sus dos hijos a la academia de inglés, el más pequeño, de siete años, le dijo que no quería volver más al centro porque «estaba harto de que el profesor le metiera la mano por el pantalón». Incrédulo, le preguntó por separado al mayor, que llevaba tres años yendo a la academia, y corroboró el relato de su hermano, con lo que acudió de inmediato a la Policía. El hijo pequeño no quiso volver a hablar nunca más de lo sucedido, así que la denuncia se sobreseyó respecto a su persona. El padre, al que todavía le cuesta hablar sobre el caso, zanjó la cuestión: «Si mi hijo C. no está aquí, mejor». La madre del otro niño contó al tribunal lo doloroso que le había resultado tener que preguntar a su hijo, a instancia de la Policía, si el profesor le había hecho tocamientos y si le había llevado al baño, que era «mi máxima preocupación». Cuando el pequeño le relató que el docente «le metía la mano por el calzoncillo, le tocaba la colita y le daba besos en la cara», se le vino el mundo encima porque «nunca piensas que te puede ocurrir algo así». El caso quedó visto para sentencia.

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