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Enrique Munárriz
Sábado, 19 de marzo 2016, 11:50
La purga de Pablo Iglesias que ha desestabilizado a la cúpula del partido, con la destitución del secretario de Organización, Sergio Pascual, hombre de la máxima confianza de Íñigo Errejón, ha abierto un nuevo escenario de reequilibrios internos, en los que el líder ... de Podemos ha optado por ganarse el apoyo de la familia anticapitalista, frecuentemente crítica con la estrategia oficial, mientras diluye el poder interno de Errejón. Todo en medio del medido silencio del número dos del partido, que se ha tomado un periodo de reflexión tras la crisis, en la que sus afines han terminando saliendo de los órganos de dirección. En este escenario, Iglesias buscó ayer el respaldo de los barones territoriales tras la destitución de su número tres. De todos, excepto del cántabro José Ramón Blanco, así como los representantes del sector crítico, que no fueron convocados por la dirección nacional al estar en un proceso de interinidad. Este hecho ha provocado un gran malestar en el entorno del secretario general que, a pesar del agravio, decidió enviar a la diputada nacional, Rosana Alonso, al considerar que Cantabria tenía el mismo derecho que las demás a estar representada.
Fuentes del partido confirmaron a este periódico que la decisión removió los cimientos de Podemos Cantabria y encendió a Blanco, quien considera que legítimamente le correspondía ir al encuentro de secretarios generales, a pesar de que la formación está inmersa en un proceso interno de primarias. Ante su enfado, el propio Blanco confirmó que fue él quien encomendó a Rosana Alonso que le representara en el encuentro dado que se encontraba en Madrid. Algo que ella misma aseguró después a Europa Press, si bien el motivo que esgrimió fue bien distinto: «El secretario general no podía acudir por motivos personales».
Desde la formación morada responsabilizan directamente a Jesús Montero y a Juanma de Olmo, quién fue el encargado de convocar a todas las comunidades autónomas, a excepción de la región sin mediar explicación. Para entender la magnitud de lo acontecido, primero hay que tener en cuenta los lazos personales que entreveran a unos y otros. Tanto Del Olmo y Montero provienen del PCE y son los principales exponentes de los iglesistas en la batalla interna por el poder del partido. Según fuentes de Podemos, «nunca han tenido simpatía por Errejón y al no poder atacarle directamente por ser uno de los referentes de Podemos, están intentando acabar con lo que huele a él», dicen desde el sector oficialista. Es ahí donde chocan con José Ramón Blanco y su núcleo duro Marcos Martínez, Óscar Manteca y Lidia Alegría, que mantienen una excelsa relación con Errejón. El propio Martínez llegó al Consejo Ciudadano Estatal de la mano del número dos de Podemos.
El ala crítica, en el que se integran 20 de los 30 miembros del Consejo Ciudadano y cuyas caras visibles son los diputados Verónica Ordóñez y Alberto Bolado, achacaron la decisión de Madrid a la «situación de interinidad», aunque también reconocieron su malestar porque no se haya convocado al secretario de Organización, Javier Garay, elegido por la mayoría de la dirección regional después de que estallase la crisis interna. Tampoco comparte que haya ido Rosana Alonso al considerarla cercana a Blanco.
También existen en el partido los que piensan que la diputada nacional es la «favorita» de Madrid para ser la sucesora de Blanco al frente de la Secretaría General de las primarias. «Su presencia en el Congreso permitirían a Madrid tener controlada a la dirección regional y acabar con las luchas de poder», aseguran. Incluso dicen que Rosana Alonso fue convocada directamente «sin avisar nadie de la dirección regional».
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