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Víctor Puente
Martes, 12 de abril 2016, 07:16
¿Un colegio público al lado de casa con jornada continua o uno concertado que sea bilingüe y tenga comedor? ¿Y si le llevamos al que mejores resultados académicos obtengan sus alumnos? ¿Y por qué no uno que tenga buenas instalaciones o que tenga una plantilla de profesores de nivel? Estas son algunas de las dudas que les entran estos días a los padres que se enfrentan por primera vez al proceso de escolarización, ese período que se prolonga durante casi cuatro meses y que está dirigido a todos aquellos niños que entrarán por primera vez en el sistema educativo, a los que pasan del colegio al instituto y a los que cambian de centro por los motivos que sean. Todos ellos ya tienen marcado en rojo en su calendario el 25 de abril. Para esa fecha, que es cuando comienza todo el proceso de papeleos, los progenitores tienen que tener claro una decisión cargada de responsabilidad y que perdurá durante años.
fechas clave
Presentación de solicitudes del 25 de abril al 6 de mayo
Sorteo público para conseguir plaza con derecho 12 de mayo
Listas provisionales de admitidos 26 de mayo
Reclamaciones del 27 al 31 de mayo
Listas definitivas 14 de junio
Matrícula Del 15 al 24 de junio para Infantil y Primaria, y del 1 al 11 de julio para Secundaria y Bachillerato
Para aliviar esos quebraderos de cabeza, Eva Castro, profesora del departamento de Educación de la Universidad de Cantabria, aconseja tener en cuenta una serie de criterios pedagógicos muy importante para la educación de un niño pero que "en ocasiones pasan desapercibidos".
Pero no solo de criterios pedagógicos vive el quiz de esta cuestión. La misma persona que habla de proyecto educativo, diversidad y participación de las familias ofrece consejos prácticos para que la decisión se tome con bastante fundamento.
La voz de la experiencia
El proyecto, la oferta, las instalaciones, el ambiente,... pero al final ¿qué es lo que priorizan las familias? Consultamos a siete familias cántabras que ya pasaron por este proceso en su día y la mayoría anteponen los criterios de conciliación a los de calidad. Pero como ocurre con los gustos y los sabores, cada caso es un mundo.
Laura Rodríguez tiene dos hijos. Un niño de cuatro que va al colegio Manuel Cacicedo de Santander, y una niña de dos años que "espero que entre este año en el mismo colegio". Porque su prioridad es la cercanía. Viven al lado de este centro de San Román y tanto ella como su marido trabajan. "Entramos los dos a las ocho de la mañana y nos viene muy bien el servicio de ludoteca que abre a las siete". A la salida del cole, les sucede lo mismo. Aprovechan las actividades extraescolares para poder dejar a los niños en el centro mientras trabajan.
Víctor Merallo, que lleva a su hijo de 10 años al colegio Calasanz de Santander, es más de mirar la calidad educativa. "Teníamos centros más cerca de casa pero en casa valoramos más la cercanía del profesorado, que no suene el timbre y se vayan corriendo por la puerta". En su caso, siguió algunas de las directrices propuestas en este reportaje. Habló con otros padres, contactó con los colegios que le interesaba para sus hijos y fue a ver "la esencia" de cada uno de ellos. "En algunos hay mucha fachada. Nosotros valoramos más a las personas. Había centros con instalaciones estupendas pero vacías a nuestro entender", sigue recordando diez años después.
Laura Guate es maestra de infantil y madre de una niña de 8 años y dos mellizos de 7. Después de mucha reflexión (desde que nacieron hasta que llegó el día de matricularlos), ella y su marido decidieron llevarlos al colegio público María Blanchard de Santander. "Creemos en la educación pública". Es su prioridad número uno. Luego, viene el resto. La cercanía para "conciliar la vida familiar y laboral", o la escolarización temprana porque "es una etapa algo más lúdica en la que se puede empezar a sacar provecho". Madre ya veterana del Blanchard, echa la vista atrás se sienta tan orgullosa de aquella decisión que cuando le toque llevar a sus hijos al instituto pondrá encima de la mesa los mismos criterios. "El paso de la Primaria a la Secundaria les pilla un poco pequeños. Buscaremos un centro donde los primeros cursos no noten demasiado el cambio de centro. En los institutos se juntan críos de 12 años con otros de 18. Es una edad muy comprometida para mezclar".
"La tuve con plaza en la zona del País Vasco por el idioma. Barajamos la posibilidad de llevarla a Muzkiz por el euskera pero al final la matriculamos en Castro Urdiales para que no tuviera que madrugar tanto y no perdiera las amistades con las que iba a crecer en el pueblo". El entrecomillado es de María Moya, la madre de dos hijos que van al colegio castreño de Riomar y que recuerda con orgullo la decisión que tomó hace trece años cuando tuvo que matricular por primera vez al primer de sus hijos. No queríamos que nuestros hijos estuvieran en la carretera todos los días, recalca.
El caso de María Moya es un tanto curioso. Su hija fue una de las primeras alumnas que tuvo el Riomar. "Fuimos a la aventura y no sabíamos como iba a funcionar". Pero todo fueron facilidades desde el principio. Al vivir en una pedanía del municipio el transporte escolar les salía gratis como a la mayoría de padres que se atrevieron a ser los primeros 'pedáneos' del Riomar. El entusiasmo de María le llevó a meterse en el AMPA del colegio y todavía sigue ahí. Me di cuenta de que se ponía mucho empeño para que todo funcionara bien y eso me dio mucha tranquilidad.
Antonio Vega es un hombre de valores y eso es lo que quiere transmitir a sus hijos. Prueba de ello, fue el colegio que escogió para que sus querubines se formaran en valores. "En mi entorno hay tres colegios y en cualquier de ellos podrían entrar pero pusimos uno que cuadraba con lo que pensamos en valores y educación". Multiculturalidad, fomento de los hábitos saludables o alimentación ecológica que dé valor a los productores locales son algunas de las cuestiones que forman parte del ideario de este padre santanderino y que encontró en el colegio Cisneros para sus dos hijas.
Idoia Correa vive en Colindres y decidió llevar a sus dos hijos al colegio Pedro del Hoyo porque sus instalaciones deportivas infantiles son de lo mejorcito del pueblo. Hablando con otras madres en el parque se enteró de que en el pueblo todos los colegios funcionan igual salvo Los Puentes, que funcionan sin libros. Es otra forma de ver las cosas. A mi me gusta más el modelo tradicional.
Cercano y con espacios abiertos. Eso es lo quería para sus tres hijos Roberto Arévalo cuando le tocó adentrarse por primera vez en el proceso de escolarización. Cercano para que "no tengas que llevar a los niños en coche todos los días". En cuanto a los espacios abiertos, "un patio con espacios deportivos, un edificio con buena orientación al sol y grandes ventanales".
El concepto de colegio que buscaba Roberto Arévalo lo encontró en el centro de Santander. El colegio Antonio Mendoza reunía estas condiciones pero no fue fácil la tarea. Él y su mujer fueron apuntando en una hoja de Excel los centros que entraban dentro de su ideal y los criterios a tener en cuenta, además de la cercanía y los espacios abiertos. Jornada continua o partida, público o privado, servicio de comedor... eso y una pizca de suerte. "Es muy difícil de acertar porque los niños van creciendo y cada año les toca con un profesor distinto. Es un poco la suerte que tengas".
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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