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Nieves Bolado
Lunes, 9 de mayo 2016, 11:37
«Mi padre quería mucho a Santander, le encantaba esa ciudad y en ella hemos pasado muchos veranos, en nuestra casa de la calle Juan de la Cosa. Se sentía santanderino». Ramón Álvarez de Miranda y García, actual presidente del Tribunal de Cuentas, y uno de los cinco hijos del que fuera primer presidente del Congreso (1977-79), y prohombre de la Transición, recordaba ayer desde Madrid que a su padre «una de las cosas que más satisfacción le producía era pasar los veranos en la ciudad en la que había nacido y recorrer Cantabria, donde tenemos mucha familia». Fernando Álvarez de Miranda y Torres considerado una figura clave de la recuperación de la democracia en España falleció ayer en Madrid, a los 92 años, víctima de un infarto.
Había nacido en Santander el día 14 de enero de 1924, de donde era su familia paterna: «Tenemos muchos primos en Liébana y en Santander capital», explicaba su hijo desde el velatorio de la M-30 donde familiares, amigos, y la clase política, velaban ayer su cadáver. Reconocía la vinculación que su padre «siempre tuvo» con la tierra donde nació y de donde es la mitad de su familia. Por parte materna procedían del norte de Palencia, muy cerca también de Cantabria. Su padre, el cántabro Gerardo Álvarez de Miranda y Valderrábano, fue juez durante varios años en Santander antes de la Guerra Civil. Por los traslados al que le obligaba la carrera judicial, la familia fijó su residencia en Castilla y posteriormente en Madrid.
Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, elogió ayer la figura del político, de quien dijo que «fue una figura importante para el cambio en España, un hombre que dirigió con acierto el Congreso, y no podemos menos que, como cántabros, sentirnos orgullosos de que haya nacido en esta tierra».
Jaime Blanco, expresidente de Cantabria, y diputado en la legislatura constituyente que presidió Álvarez de Miranda, elogiaba ayer la figura «relevante para la democracia en España. Fue un demócrata cuando era complicado y arriesgarlo serlo». Blanco recordó ayer que él mismo, hace tres años, y mediante una tribuna publicada en este periódico, había reclamado que Cantabria le concediera la Medalla de Oro a quien también fue Defensor del Pueblo (1994-99). «Ahora vuelvo a reiterar esa petición a título póstumo porque la derecha ha sido en esta región cicatera hasta con su propia gente».
Manuel Ángel Castañeda, presidente del Ateneo de Santander, exdirector de El Diario Montañés, y quien tuvo la oportunidad de entrevistar a Álvarez de Miranda, elogiaba ayer «su sentido de Estado» reconociéndole como «una persona clave en la Transición española junto a Torcuato Fernández Miranda».
El Gobierno de Cantabria y el Parlamento Regional, a través de sus cuentas de Twiter, trasladaron sus condolencias por el fallecimiento del político.
Con un arrollador currículo, Álvarez de Miranda, era licenciado en Derecho. En 1954 fundó junto a los juristas Joaquín Satrústegui y Dionisio Ridruejo la Asociación Española de Cooperación Europea y la Democracia Social Cristiana junto a José María Gil-Robles.
El Contubernio de Munich
En 1962 acudió al Congreso del Movimiento Europeo, conocido como el Contubernio de Munich y a su regreso de esta reunión de fuerzas moderadas opositoras al régimen de Franco fue deportado a Fuerteventura.
De nuevo en la península, en 1964, el Conde de Barcelona le nombró miembro de su Consejo Privado. Alejado de la formación de Gil-Robles, se integró en Izquierda Demócrata Cristiana, presidida por Ruiz-Giménez, en la que ocupó la vicepresidencia. Su paso por este partido fue efímero ya que pronto creó el Partido Popular Demócrata Cristiano que se fusionó con la Unión Democrática Española para formar el Partido Demócrata Cristiano, que presidió. Antes de las Elecciones Generales Constituyentes de 1977 se integró en Unión de Centro Democrático (UCD).
Al frente del Congreso
Tras estos comicios ocupó la presidencia del Congreso de los Diputados, siendo una de las cinco personas que firmaron el texto final de la Constitución de 1978. En 1981, fue elegido en Bruselas para ocupar una de las seis vicepresidencias del Movimiento Europeo, ligado a las Comunidades Europeas. En un momento crítico para España, como consecuencia del terrorismo de ETA y el intento de golpe de Estado, en mayo de 1981, durante una reunión del Consejo Político de UCD, se mostró favorable al restablecimiento de la pena de muerte para casos excepcionales de terrorismo.
Tras la disolución de la UCD, en 1986, fue nombrado embajador en El Salvador, cargo desde el que participó en las negociaciones de paz con la guerrilla y en el que se mantuvo hasta 1989. Miembro del Consejo de Estado desde 1990, cuatro años más tarde fue nombrado Defensor del Pueblo. Durante su mandato reclamó pensiones de viudedad para parejas de hecho y anunció la creación de una asesoría especial sobre violencia doméstica.
La recopilación de sus artículos y conferencias aparecieron publicados en el libro Al servicio de la democracia, y en 2013 presentó sus memorias, La España que soñé.
Estaba en posesión de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, la Gran Cruz de la Orden de Leopoldo II (Bélgica) y era Gran Oficial de la Orden Nacional del Mérito de Francia, entre otros títulos.
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