
PP: un tercer escaño difícil, pero factible
Confía en el temor al pacto de izquierdas y en el voto útil frente al poco ‘fiable’ Rivera
Jesús Serrera
Lunes, 23 de mayo 2016, 11:00
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Jesús Serrera
Lunes, 23 de mayo 2016, 11:00
El Partido Popular perdió el 20-D la tercera parte de los 186 diputados que cuatro años antes le habían otorgado una contundente mayoría absoluta. Mariano Rajoy estaba lejos de poder gobernar, pero no perdió el tiempo y esa misma noche se postuló para seguir al frente del partido y para repetir como candidato a presidente si hubiese que volver a las urnas, como ha sido el caso. La supervivencia propia, lo primero. Más o menos, como Pedro Sánchez, pero con más comodidad: mientras el dirigente socialista ha tenido que afrontar la presión de Susana Díaz, los barones y las figuras históricas, Rajoy ni siquiera ha visto cuestionado su liderazgo en el partido, bien adiestrado en el funcionamiento y la disciplina verticales.
A los populares les sobra banquillo para renovar el cartel de aspirante a La Moncloa Soraya Sáenz de Santamaría, Alberto Núñez Feijoo, Cristina Cifuentes, Pablo Casado, entre otros nombres, pero el relevo de Rajoy nunca ha sido una opción real. No hay objeciones ni autocrítica. El PP ganó las elecciones el 20-D, no hay razones para cambiar a los candidatos, ni a Rajoy ni a los demás, salvo algunas bajas obligadas como las de Gómez de la Serna y Soria y unas pocas más imprevistas. Lo contrario sería tanto como admitir que algo se hizo mal. Esa es la doctrina con la que el PP justifica la continuidad en las listas.
El argumento vale también para Cantabria. El PP repite las candidaturas con las que en diciembre fue una vez más el partido más votado, pero perdió 55.000 papeletas y la mitad de los cuatro escaños del Congreso que se había adjudicado cuatro años antes. Aquél fue un récord excepcional propiciado por el viento de cola que le empujaba entonces en toda España. Pero quedarse ahora con dos diputados supone la más pobre representación desde las generales de 1993. Entre los ajustes y la corrupción que lastraron a las siglas en toda España, en el 20-D el PP cántabro pagó todos los platos rotos en la mudanza de la vieja política de los dos grandes partidos a la nueva que incorpora a Podemos y Ciudadanos.
Ana Madrazo y José María Lassalle, diputados electos el 20-D, y Diego Movellán, de nuevo como número tres, integran la lista al Congreso. En el Senado, Javier Fernández, Blanca Martínez y Esther Merino, que obtuvieron plaza en diciembre. Las mismas candidaturas, tan discutidas en el partido hace cinco meses cuando hasta los propios candidatos creían que Íñigo de la Serna les acompañaría como número uno a la Cámara baja. Ahora no ha habido sorpresas, dadas las instrucciones continuistas. En la dirección del PP restan importancia a las críticas internas y en el caso más sonado de Lassalle, aluden a las poderosas conexiones del secretario de Estado con las altas instancias de Madrid.
Los dirigentes ven difícil que cambie el reparto de los cinco escaños cántabros del Congreso el 20-D (PP 2, PSOE 1, Podemos 1, Ciudadanos 1), pero no imposible. Su previsión es mejorar los resultados en base a dos ideas conectadas: esta vez cobrará más fuerza en el electorado el temor a un frente de izquierda radical en el Gobierno de España y también operará el voto útil a favor del PP frente a la opción de Ciudadanos, menos fiable desde su pacto postelectoral con el PSOE. Como resumen, un lema:Si prefieres que gobierne el PP, vota al PP.
En efecto, Ciudadanos es el rival directo. Un cálculo no del todo científico sugiere al PP que si arrebatase al partido naranja unos 10.000 votos, un 20% de los que contabilizó el 20-D, se quedaría con su escaño y sumaría los tres que han sido su cuota en Cantabria durante muchos años.
El nuevo cabeza de lista de Ciudadanos, el humorista Félix Álvarez, Felisuco, es la gran novedad y la incógnita de la campaña. El PP no hace cábalas, pero tiende a creer que para su elector estándar el actor cántabro no será un referente de voto. En realidad, el PP y su presidente, Ignacio Diego, opinan que los candidatos de las circunscripciones, los propios y los ajenos, tienen una trascendencia limitada en unas elecciones generales en las que la mayoría de los ciudadanos votan o rechazan a los líderes nacionales: Rajoy, Sánchez, Iglesias o Rivera.
La secretaria autonómica y número dos del PP, María José Sáenz de Buruaga, dirige la campaña en Cantabria, que se intensificará esta semana, ya con las estrategias diseñadas por la cúpula de Génova. Mucha calle, poco dinero, mítines solo para los líderes nacionales que visiten la región, una exhibición más contenida de los candidatos regionales ya bien conocidos, reuniones sectoriales y en los municipios, y un potente despliegue en las redes sociales. Al PP cántabro le urge recuperar para la causa a la militancia, bastante desmotivada tras el desastre de las elecciones autonómicas de hace un año que se tradujeron en la pérdida del Gobierno regional y de una veintena de ayuntamientos importantes.
El nuevo fiasco en las generales de diciembre no ha hecho sino aumentar las dudas sobre el liderazgo del partido. Pero los movimientos críticos con la cúpula que les dirige se han aplacado en estos últimos meses, al menos hasta que el 26-J dicte sentencia.
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