Secciones
Servicios
Destacamos
Álvaro Machín
Viernes, 27 de mayo 2016, 07:11
Lo primero, durante unos instantes, es algo parecido al vértigo. Una sensación que agarrota las piernas. El antifaz apaga la luz y deja en batería baja el sentido de la orientación o la distancia. Tres pasos no parecen tres pasos. De su brazo es todo ... más fácil. Pero a solas, con el bastón, cualquier cosa movida del sitio es un camino nuevo, distinto. Otra ciudad. «La técnica guía», explica al repasar los trucos. «Ofrecer ayuda cuando hace falta, pero no empalagar. La autonomía es eso». Su voz pronto hace que todo sea más fácil, que no parezca tan complicado recorrer un circuito de obstáculos cotidianos. Bajarse del bordillo, cruzar, sentarse en la silla de una terraza, esquivar el contenedor, pasar por un hueco entre conos... Ella es el brazo. Una de las personas que ayuda a las personas ciegas a perder el miedo. A salir. A vivir. Ayer les ayudó a sentir lo mismo a los que ven. Para hacerse una idea y entender. Fue en la calle Burgos. Ella se llama Luz, Luz Bordas. Y, al saberlo, uno piensa que no podría tener un nombre mejor.
Montaron un circuito en pleno centro. «Son actividades que sirven para mostrar nuestro trabajo con motivo del día de la ONCE que celebramos todos los años y que en Cantabria será este sábado. Esto es para que conozcan y vivan la experiencia que se encuentra cada día una persona ciega y como, con las técnicas que les ofrecemos, pueden caminar por la calle y moverse», explicó Raquel Pérez, la delegada territorial de la institución. «Trabajamos por la normalización», apuntó, a su lado, Gustavo Seco, presidente del Consejo Territorial. Los dos insistieron en recordar de dónde sale el dinero que hace posible toda la labor (justo al lado había un punto de venta del cupón).
ayudar sí, pero bien
Es mejor un «¿quiere que le ayude?» que un «deje, que le ayudo». Ya se ha dado el caso de ponerle la mano encima y darle un ligero empujoncito para cruzar a un tipo parado al borde de la carretera que, en realidad, estaba esperando un taxi. Y puede asustar incluso aunque no seas ciego que un desconocido te toque de pronto, te mueva, te aborde o hasta que te grite al oído, aunque sea con la mejor de las intenciones. Por eso lo mejor es ofrecer la colaboración y, acto seguido (y si hace falta), el brazo. Él colocará su mano como una pinza por encima del codo y sentirá con cuatro de sus dedos el costado de su ayudante, de forma que pueda interpretar los movimientos de su cuerpo. Listos para cruzar.
«Dicen que los ciegos tienen mucha memoria, pero la realidad es que la ejercitamos muchísimo». Cierto, pero hay que pararse a pensar en ello. El camino diario, el de siempre, puede ser cada día distinto cuando no hay vista. Hasta un punto hostil. Si el contenedor no está pegado a la pared, si la terraza del bar no está delimitada o si el toldo de la tienda o la sombrilla no están por encima de los 2,20 metros reglamentarios. O si a la zanja de la obra que toca en la acera le ponen solo una cinta de plástico alrededor («para cuando la sientes en el pecho, el pie puede estar ya en el agujero»). No da igual.
Los que se apuntaron al recorrido aprendieron muchas cosas. «No sabes de todo esto hasta que llega... Lo que es no ver...». Pili Fernández lo hizo bien, aunque a punto estuvo de sentarse en la bracera de una silla. Se lo tomó con humor. «Bajábamos de Valdecilla y hemos pensado hacerlo a ver qué se siente», explicó Julio Martínez, su marido. Una gozada verles aprender juntos. «Mañana te puede pasar cualquier cosa, y más a la edad nuestra. Saber algunas cosas siempre es bueno...». Saber que el bastón, por ejemplo, debe llegar a la altura del esternón. Que va dos pasos por delante y barre el suelo formando un arco que abarca la anchura del cuerpo ahora lleva una bolita en la punta y ya no hace falta dar golpecitos como antes. «Lo que sientes es desconfianza», explicó Tamara Díaz, otra de las que se puso el antifaz. «Entiendes lo importante que es el papel del guía para fomentar la autonomía de las personas». Muchos se paraban a mirar.
«Ahora ya entiendo por qué mi tía ciega no quería salir de casa». Fue la reacción de una mujer al quitarse el antifaz. «Pues le respondió rápido Luz tiene que salir. Ya ves todo lo que se puede hacer».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.