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fernando caballero
Domingo, 19 de junio 2016, 08:16
El agustino cántabro Manuel Herrero Fernández fue nombrado ayer nuevo Obispo de Palencia durante una ceremonia oficiada en la catedral palentina y presidida por el nuncio del papa Francisco, Renzo Fratini, a quien el barquereño mostró su amabilidad y atenciones y rogó transmita al Santo ... Padre su «gratitud, oración, obediencia y comunión» así como su «deseo de intentar ser un pastor como él quiere y pide, con fortaleza y valentía para estar en las periferias geográficas y existenciales».
Nacido en la localidad de Serdio (San Vicente de la Barquera) y recién cumplidos los 69 años de edad, Manuel Herrero Fernández (vica-rio general de la Diócesis de Santander durante los últimos 17 años) se presentó a los palentinos arropado por una extensa representación del sacerdocio cántabro que encabezaron sus últimos tres obispos José Vilaplana (Obispo de Huelva); Vicente Jiménez (Obispo de Zaragoza) y Manuel Sánchez Monge (Obispo de Santander), el exadministrador apostólico de la diócesis, Carlos Osoro (Arzobispo de Madrid), y un buen número de miembros de la unidad pastoral de San Vicente llegados a Palencia repartidos en varios autocares.
Ante ellos, una treintena de obispos y los alrededor de 3.500 fieles que abarrotaron el templo, el nuevo obispo palentino se ofreció como un servidor, con una actitud de asistir con los fieles «en el parto santo de engendrar hijos».
«El obispo no es la Iglesia. La Iglesia es más que el obispo, y vengo a ayudar en la generación, parto, crecimiento y formación de sus hijos, hacer hombres nuevos y mujeres nuevas que sean sal, levadura y luz para una nueva sociedad y humanidad, porque no habrá civilización nueva, la del amor, sin hombres y mujeres nuevos con la novedad de Cristo», especificó.
Y concretó el sentido de evangelizar: «Vivir la dulce y confortadora alegría de llevar el gozo del Evangelio, que es llevar la alegría del amor de Dios en Cristo y comunicada por el Espíritu Santo».
El nuevo obispo de Palencia inició su intervención con numerosos agradecimientos: a su familia, al resto de prelados presentes en la catedral (35) y a sus personas más allegadas. Cuando llegó el momento de extender la gratitud a las autoridades locales, provinciales y regionales que acudieron al acto incluido el ministro de Educación, Cultura y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo, expresó su deseo de participar en «una sana colaboración, al servicio del bien común, el bien de nuestro pueblo, de todos y de cada uno, especialmente de los niños, enfermos, ancianos, excluidos, descartados y los jóvenes que tienen que emigrar de nuestra tierra por no encontrar trabajo». «Juntos tenemos que afrontar los problemas del mundo rural y el desempleo», aseveró.
La ceremonia, que se desarrolló según el rito de consagración de obispos católicos, dio comienzo al mediodía en la iglesia de la Compañía, donde, acompañado por el nuncio, por el administrador de la Diócesis, Antonio Gómez Cantero, y por el Obispo de Santander, el palentino Manuel Sánchez Monge, Herrero hizo ante la Virgen de la Calle, patrona de la ciudad, la Profesión de fe y el juramento de fidelidad.
Y si con un acto mariano se inició la consagración, terminó con otro, el canto de la Salve popular al final de la misa. El ya obispo de Palencia se colocó delante de la Virgen del Brezo, que junto a una imagen de San Antolín, decoraba el altar, para cantar la Salve.
Imposición de manos
En medio de la ceremonia tuvo lugar la imposición de manos y del Santo Crisma y la entrega de los signos episcopales, el anillo, la mitra y el báculo, en un ritual que se inició con el canto Veni Creator a cargo de la Coral Vaccea, Capilla Clásica y Niños de Coro.
El nuncio del papa Francisco, como ordenante principal, se dirigió al administrador diocesano, Antonio Gómez Cantero, preguntándole si tenía el mandato apostólico, a lo que respondió: «Lo tenemos». «Léase», ordenó Fratini. La lectura corrió a cargo del secretario canciller de la Diócesis, Eduardo Calvo Sedano.
Acto seguido, Manuel Herrero escuchó postrado las letanías de los santos y, a su término, asistió a la entrega de los signos episcopales. Primero fue la imposición de manos sobre la cabeza del obispo electo por parte del nuncio, a la que siguió la del resto de los 35 obispos. A continuación, el representante apostólico del Papa impuso el libro de los Evangelios sobre la cabeza del nuevo prelado, la unción del Santo Crisma, la entrega del Evangelio, el anillo, la mitra y el báculo, y con él, el nuncio cedió la cátedra al nuevo obispo, ya investido.
Eran casi la una y media de la tarde y monseñor Manuel Herrero recibió los primeros aplausos como nuevo obispo.
También recibió el saludo del resto de prelados y de un grupo de palentinos que representaban a la Iglesia diocesana palentina, que le expresaron su adeheción y obediencia. Un matrimonio, tres sacerdotes, una familia, seis religiosos y religiosas, niños, jóvenes y los tres seminaristas mayores y uno menor, formaron este grupo.
Rompió el protocolo
Tras el acto de consagración, continuó la ceremonia, ya presidida por el nuevo obispo, que, después de participar en la comunión, rompió el protocolo del acto, ya que estaba previsto que saludara a los fieles acompañado por el Arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, con quien le une una estrecha amistad, y por el obispo emérito de Palencia, Nicolás Castellanos, pero improvisó una invitación a los cinco obispos de Palencia que le precedieron para ayudarle en los saludos, en lo que se convirtió en estampa inédita de cinco obispos de la misma diócesis reencontrándose con sus feligreses, además del nuevo.
El nuncio del Papa, en la homilía de la eucaristía, dijo que los obispos son «guardianes de lo que está fundado y custodios del depósito recibido». También se refirió Fratini a los prelados como servidores y comunicó al nuevo obispo de Palencia lo que Francisco pide a los obispos: «Capacidad de escucha y disponibilidad de tiempo».
El acto de consagración arrancó con unas palabras de bienvenida del administrador diocesano en las que señaló que, por muy rico e importante que haya sido el pasado, lo que debe preocupar es solo el presente. «Mirar atrás desde la nostalgia nos convierte en estatuas de sal. En cambio, si hacemos memoria viva seremos más sabios y más santos».
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