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Ana Rosa García
Domingo, 3 de julio 2016, 08:01
Imposible reprimir las lágrimas cuando es tu hijo, de menos de un kilo de peso, el que lucha por sobrevivir al calor de una incubadora que se pierde entre las máquinas, rodeada de cables, de pitidos sobrecogedores y de incertidumbre. Emocionan las buenas noticias cualquier ... pequeño avance lo es y duelen las que no lo son. «Hay que estar preparados para los altibajos», dice resignado Luis, un padre primerizo de un niño sietemesino que llegó cuando nadie le esperaba.
unidad de referencia
Desde hace mes y medio, que Pediatría se mudó de la Residencia, la Unidad de Neonatología se ubica en la primera planta de las Torre D (la más próxima a la Escuela de Enfermería). El equipo aún se está adaptando a las instalaciones, dotadas de tecnología y equipamiento nuevo las antiguas incubadoras se disponen en un pasillo para su próxima donación. «En el nuevo Valdecilla hemos ganado en funcionalidad al estar situados cerca de los paritorios y del quirófano reservado para cesáreas y neonatos. Esto ha favorecido la fluidez del trabajo», destaca Lino Álvarez, jefe de servicio. «Incluso si se precisa la atención de algún especialista de las consultas externas, que están situadas en la cara sur de esta misma planta, es más accesible».
En los últimos años, Pediatría ha potenciado el desarrollo técnico y profesional de Neonatología, que «hoy en día está al nivel de cualquier unidad de referencia regional, y en algunos aspectos más avanzada que muchas». Un ejemplo es disponer dentro de la Unidad de una sala específica para hospitalización externa (6 cunas), destinada a lactantes de menos de un mes que ingresan desde Urgencias, principalmente por infección bacteriana y bronquiolitis. Las expectativas de cara al futuro se centran en «buscar puntos de excelencia, a través de la formación en el extranjero».
«El embarazo iba fenomenal, y de la noche a la mañana, mi mujer empezó a perder líquido amniótico. Los médicos intentaron aguantar el parto todo lo que se pudo, para que al menos cumpliera la semana 28 de gestación. Nos decían que cada día contaba. El niño nació con 1.035 gramos, así que está ingresado en cuidados intensivos. Sabemos que nos quedan por delante como mínimo dos meses, si todo va bien». Desde hace veinte días, Luis vive en Valdecilla, entre la Unidad de Neonatología, dependiente del Servicio de Pediatría, y la planta de maternidad, donde aún sigue ingresada su pareja, que «también ha tenido complicaciones». Y lo sobrelleva «con miedo, es inevitable. Le ves tan pequeño y tan frágil, con tantos aparatos alrededor, que impresiona. Si es que le cojo en las manos y me sobra una».
Más de 800 familias cántabras afrontan cada año la cara más amarga de la paternidad, la que se estrena con demasiada antelación, sorprendidas por una irremediable prisa por nacer que con frecuencia trae problemas. Ese es el volumen de bebés, de los más de 4.000 que vienen al mundo en Cantabria anualmente, que requiere la atención especializada de Neonatología, donde la actividad, lejos de reducirse por el progresivo descenso de nacimientos, ha ido en aumento. El nido de Valdecilla es hoy más prematuro que nunca, como apunta el pediatra Daniel Gutiérrez, coordinador de la Unidad: «El año pasado, justo con la natalidad en su nivel más bajo, tuvimos el mayor número de prematuros menores de 1.500 gramos. Llegamos a 45, cuando en los años anteriores se contabilizaron entre 30 y 40 casos».
El retraso de la maternidad, que sitúa la edad media para tener el primer hijo en los 32,4 años, y el boom de los partos múltiples, favorecidos por los tratamientos de fertilidad, son los factores determinantes que acrecientan la prematuridad. «De los 800 recién nacidos que ingresan en el área de Neonatología de Valdecilla, cerca del 20% (entre 150 y 200) precisa cuidados intensivos», explica el jefe de servicio de Pediatría, Lino Álvarez.
Y esa es precisamente la vertiente más cruda y desconocida de la Unidad, dividida entre cuidados intensivos, intermedios y mínimos, secciones diferenciadas también físicamente, en función de la gravedad de sus pacientes. «Se suele tener la idea de que en Neonatología los bebés acaban de madurar y de coger peso, pero la atención que requieren es mucho más que eso; hay niños muy prematuros que necesitan mucho soporte, porque atraviesan situaciones delicadas. No es solo una cuestión de aparataje monitores de función cerebral, ventilación mecánica, vías centrales... sino de esfuerzo personal, sobre todo de enfermería. Hay que estar muy encima de ellos», subraya el coordinador. Ahora mismo el área de intensivos «está lleno», con siete bebés, entre ellos dos parejas de mellizos de entre 700 y 800 gramos, nacidos en el límite de la vida (unos en la semana 25 de embarazo y los otros, en la 28).
Experiencias «muy duras»
«Aquí se viven experiencias muy duras, que conllevan estancias prolongadas, como mínimo lo que les faltaba para llegar a término, es decir, para cumplir los nueve meses de embarazo», explica el pediatra. Por eso, un pilar fundamental de la Unidad son los padres, que tienen la puerta abierta «las 24 horas del día». «Ellos son parte de la Neonatología, tenemos que estar pendientes y apoyarles, para que aprendan a hacer los cuidados, en definitiva para que se sientan padres. Necesitan ayudar a sus hijos (cambiar un pañal o cogerles) para compensar esa sensación de impotencia».
Luis recuerda el primer día que él y su mujer, aún convaleciente, sacaron a su bebé de la incubadora. «Le pudimos tener en modo canguro, fue muy emocionante, sobre todo para ella. Nunca te imaginas que te puede pasar esto. Te tranuiliza saber que está en buenas manos. Estamos muy contentos con el apoyo de todo el equipo profesional. Es un trance difícil, cada uno lo lleva como puede», apunta. En este sentido, el neonatólogo subraya que «hay que tener en cuenta que nos llegan casos en los que se sabe de antemano que puede haber complicaciones, porque se han detectado en el embarazo, pero en otros los padres se encuentran de repente con que las cosas no han ido como se esperaban. Como profesionales, hay que saber manejar este tipo de situaciones, arroparles en la medida que podemos en ocasiones incluso con atención psiquiátrica, e informarles de que no han salido las cosas bien pero que vamos a pelear».
Superado la estancia de intensivos, cuna de los bebés milagro, los pacientes rotan al área de cuidados medios y, de ahí, al de mínimos, que disponen de ocho puestos cada uno, más dos boxes de aislamiento para pacientes con infecciones. En esta zona, en la que se atienden también otras patologías neonatales menos graves, «el protagonismo de los padres es mucho mayor, aprenden a alimentarles y se van preparando poco a poco para el alta», señala Gutiérrez. Es la recta final de una lenta y angustiosa espera, en la que se sabe que la vuelta a casa ya está cerca. «A nosotros aún nos queda. Nuestra vida ahora está aquí», sostiene Luis, mientras a su lado, una madre llora en silencio al observar a su pequeña, tan chiquitita que los dedos de las manos que la cuidan son dos veces su pie.
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